Plaza de Cibeles, capital de Colombia
Los ciclistas dan vueltas por el centro de Madrid, bajo la suave luz del atardecer. Banderas colombianas en las dos orillas, sobre todo en el punto central del circuito, la Plaza de Cibeles. Se estaba coronando Quintana, Chaves estaba ratificando su tercera plaza, podio. Entre ambos, el mejor corredor del momento, Froome, que esta vez ha tenido que inclinar la cabeza ante Quintana. La asistencia masiva de colombianos, su felicidad, el orgullo con que exhib¨ªan su colorida bandera, estaban justificados. El deporte no da soluciones, pero da alegr¨ªas. Ma?ana, vuelta al trabajo, pero con una felicidad nueva.
Me gustan los ¨¦xitos colombianos en el ciclismo, y no s¨®lo por el parentesco entre nuestros pa¨ªses, aunque tambi¨¦n. Me gustan porque su reaparici¨®n en el primer plano confirma que tenemos un ciclismo m¨¢s limpio. Durante a?os, la barra libre de EPO en el pelot¨®n borr¨® la ventaja natural de los colombianos, criados en las grandes alturas de su pa¨ªs. Hubo un corte, desaparecieron casi por completo de nuestras grandes rondas. El bache termin¨® hace poco, con Quintana de adalid. Pero no est¨¢ solo ¨¦l, hay otros, entre ellos Chaves. Se?al de que, en efecto, aquello de la EPO ya queda atr¨¢s.
Colombia es un bello pa¨ªs enfrentado a un momento crucial de su historia: el refer¨¦ndum para la Paz. Y me ilusiona pensar que este ¨¦xito deportivo afloje las tensiones y provoque un efecto ben¨¦fico en los ¨¢nimos que se traduzca en una decisi¨®n generosa en un d¨ªa tan dif¨ªcil. Es conocido el hecho de que la victoria de Bartali en el Tour de 1948 espant¨® el fantasma de una guerra civil en la que estaba a punto de caer Italia aquel mismo verano. Colombia no est¨¢ ante el inicio de una guerra civil, sino ante el posible final de largu¨ªsimos a?os de guerrilla. Ojal¨¢ lo de Quintana sirva, como en su d¨ªa sirvi¨® lo de Bartali.