Mu?ecos de aire, los defensas que nunca se apartan
Hubo un tiempo, no tan lejano, en que las faltas directas se entrenaban ante barreras humanas. El lanzador alineaba a varios compa?eros y ensayaba disparos a porter¨ªa sin la menor queja de sus colegas, a los que de tanto en cuanto se les alborotaba el peinado. En aquellos a?os, los futbolistas no se cubr¨ªan ninguna parte blanda; eran tiempos duros.
A finales de los 80 y primeros de los 90, los jugadores comenzaron a mirarse el ombligo y alrededores. Las barreras se llenaron de jugadores que entonaban plegarias al tiempo que fortificaban su entrepierna. Para su alivio, en los entrenamientos se comenzaron a utilizar rudimentarias barreras met¨¢licas con siluetas minimalistas.
Todo eso pertenece ya al medievo del f¨²tbol. Hoy en d¨ªa, las f¨¢bricas de mu?ecos hinchables han dado un uso honor¨ªfico a su producci¨®n tradicional. Un defensa como el que vigila a Keylor Navas cuesta entre 120 y 190 euros seg¨²n mida 1,75 o 2,05 metros. Un precio asequible para un compa?ero fiel. Su base, rellena de agua, permite que el mu?eco recupere su posici¨®n erguida despu¨¦s de los zapatazos m¨¢s despiadados. Llegados a este punto, es obligado recordar a Otto, el piloto autom¨¢tico de Aterriza como puedas.
Las nuevas estructuras de PVC no s¨®lo dan verismo al trabajo de los lanzadores, sino que facilitan la tarea de los porteros. A la hora de ensayar el despeje de centros divididos resulta m¨¢s agradable chocar con un nieto de Otto que con un ariete al ataque.
El siguiente paso es personalizar los tentetiesos, vestirlos con uniformes y estampar en ellos las caras de los enemigos favoritos. La industria del mu?eco hinchable puede con eso y con m¨¢s.?