Fidelidad al tr¨ªo
El Juanjes¨². Llamemos as¨ª al equipo chino, para irnos entendiendo. No es nada este equipo: es f¨²tbol sin f¨²tbol, presencia ausente del esfuerzo m¨ªnimo a pesar de tener a un m¨ªtico de los banquillos como Scolari. Un compa?ero que vio el partido me dijo al final: ¡°Decir que fue una pachanga es un insulto a la pachanga¡±. Ante semejante vac¨ªo casi todo lo dem¨¢s era an¨¦cdota. No era importante que estuviera Messi, pues no hac¨ªa falta; tampoco resultaba imprescindible que estuviera Neymar¡ No hac¨ªa falta sino jugar al ralent¨ª, como en los estadios inferiores de la pachanga. Y, sin embargo¡
Y sin embargo... ah¨ª estaba Luis Su¨¢rez, dispuesto a asumir el mando, a hacer la triple sustituci¨®n del triplete. Se super¨® a s¨ª mismo en punter¨ªa, y ya est¨¢ en cifras r¨¦cord; marc¨® tres goles simb¨®licos, como si marcara uno por s¨ª mismo, otro por el h¨¦roe del c¨®lico y otro por el ya insustituible carioca. Fue un trabajo en el que encontr¨® una complicidad ya consabida pero que ayer se hizo m¨¢s esencial, m¨¢s minimalista, un poco china: la presencia y el juego de Andr¨¦s Iniesta.
La cresta. Dec¨ªamos ayer que el poeta Blas de Otero se fue a China ¡°para orientarme un poco¡±, como ha ido ahora el Barcelona a Jap¨®n en ¨¦poca de leve desorientaci¨®n. Pues el viaje le fue mal a Messi, que fue quien m¨¢s se cuid¨® en el trayecto (fue como un ni?o, en pijama), y pill¨® un dolor del que se condoli¨® Su¨¢rez. Lo vieron ah¨ª retorcerse, y se qued¨® fuera de combate. No le sent¨® bien la orientaci¨®n. Sin embargo, Iniesta decidi¨® que Oriente es un buen sitio para cambiar de apariencia y luci¨® una cresta que har¨¢ que los amigos del Carrusel empiecen a cambiar, en el personaje que lo imita, ese tono dulz¨®n y anodino con que lo caricaturizan. Ahora resulta que el rey manchego tiene sentido del humor, o al menos lo parece. Lo que tiene, seguro, es sentido del juego, y lo expuso como si estuviera haciendo la Expo Universal de Iniesta en Jap¨®n.
El tr¨ªo. Pero faltaban dos del tr¨ªo; Luis Su¨¢rez se puso en el lugar de Messi y de Neymar y luego lo explic¨® con una humildad que no es habitual en las estrellas de este deporte (y de casi ninguno). Ha ido creciendo en punter¨ªa a medida que ha ido creciendo su conciencia de que el Bar?a no es un equipo que acepte dos o tres individualidades; en la ¨¦poca de Kubala, el otro era Su¨¢rez; Johan Cruyff no tuvo otro, y desde que se fue Ibrahimovic nadie os¨® hacerle sombra a Messi. Como individuo acostumbrado a mirar jugar en los campitos de Montevideo, Luis Su¨¢rez ama el f¨²tbol y desprecia la envidia. Ha sido adiestrado para servir balones o para rematarlos, pero no tiene una cosa por encima de la otra. Un lujo.
El asesino del ¨¢rea. Esa efectividad le hizo ganarse ayer un apelativo que no s¨¦ si lo hace feliz: el asesino del ¨¢rea. Lo que demostr¨®, en puridad, es que puede asumir los valores del tr¨ªo atacante en su propia personalidad de futbolista. El d¨ªa del accidente f¨ªsico de Messi esta disponibilidad, que ¨¦l mismo Luis explic¨®, de Su¨¢rez para representar a su colegas no s¨®lo es gratificante para el equipo al que pertenece sino emocionante para los aficionados que escuchamos explicar c¨®mo asumi¨® la ausencia de sus dos amigos blaugranas: represent¨¢ndolos de manera impecable para que no se notara que estaban lejos. Es un hombre fiel, y eso nos gusta a los que amamos este deporte llamado f¨²tbol.