Los nombres del Abierto de Francia
Por Marta R. Peleteiro MPeleteiro_AS
Hace 88 años, cuando transcurría 1927, cuatro grandes nombres del tenis francés sorprendieron al mundo al frenar la hegemonía estadounidense en la Copa Davis. Comenzaba la era de ‘Les Quatre Mousquetaires’: René Lacoste (el Cocodrilo), Henri Cochet (el Mago), Jean Borotra (el Vasco Saltador) y Jacques Toto Brugnon. Para la defensa del título, que mantendrían hasta 1933, necesitaban la construcción de un gran complejo tenístico en Francia, el que fue su gran legado: Roland Garros.
Pero vayamos más atrás. El Campeonato de Francia nació en 1891, con la característica de que solamente lo disputaban jugadores de clubes galos. Así, deambuló por diferentes instalaciones parisinas durante años, sin sede fija y sin gran éxito debido a la competencia de otros torneos de la región, especialmente la que suponía el certamen Clay Court Championships, que se celebraba en Sainte-Claude Parc. Cuando este desapareció en 1923, el Campeonato de Francia recogió su testigo y se obligó en 1925 a permitir la entrada de tenistas extranjeros para convertirlo en un evento de carácter internacional.
Nacía así el Abierto de Francia (nombre oficial que recibió en 1968 con el inicio de la era profesional), que eclosionó al trasladarse en 1928 a las instalaciones cedidas por París para construir el estadio que acogiese las finales de la Davis. Eugène Adrian Roland Georges Garros (1888-1918) dio el nombre al evento y a las instalaciones.
Pero ¿quién era? ¿Un tenista, quizás? Roland Garros no tenía más relación con el tenis que con la bicicleta, el otro deporte al que era aficionado desde su juventud, en la que intercalaba su práctica con las clases de piano. El inicio de la I Guerra Mundial lo llevó a convertirse en un experimentado aviador, un mito por ser el primero que logró atravesar el mar Mediterráneo sin escalas, desde la costa Azul hasta Túnez, en un angustioso vuelo del que aterrizó con el depósito de carburante prácticamente vacío.
El de Saint Denis fue un pionero también al inventar un sistema con el que disparaba la ametralladora en el aire sin que las balas chocasen con las hélices de su propio avión. En 1915 pasó a ser el primer piloto francés en derribar un aeroplano enemigo gracias a su revolucionario invento. A este hito le siguieron cuatro derribos más, hasta que fue capturado por los alemanes, junto con su aparato, y estos copiaron su tecnología para igualar fuerzas. En 1918, Roland Garros logró escapar del campo de prisioneros en el que estaba retenido y se incorporó de nuevo al frente.
La misma guerra, con tantas conexiones con el tenis francés, que cortó sus alas el 5 de octubre de 1918 tras ser derribado en Bélgica, concretamente en las Árdenas, lo consagró también como un héroe para la patria francesa, que buscó hacerle un homenaje poniendo su nombre al que se convertiría en el campeonato más reciente de los cuatro grand slams del mundo (Wimbledon vio la luz en el 1877, Estados Unidos en 1891 y Australia en 1905) y en el único jugado sobre arcilla.
Además de a ‘Los Cuatro Mosqueteros’ (que prestan su apodo a la copa que se lleva el vencedor del Abierto de Francia) y al héroe de guerra galo, el torneo Roland Garros rinde homenaje también a otros dos personajes más que dan nombre a sus dos principales estadios: Philippe Chatrier y Suzanne Lenglen.
Chatrier (1926-2000) consagró su vida al tenis, fue campeón de Francia como júnior y también participó en el equipo de la Davis al que después capitaneó. Pero no destacó solamente como jugador. Una vez retirado, se dedicó al periodismo. En 1953 fundó la revista ‘Tenis de Francia’ y fue editor de deportes del periódico galo ‘Paris-Presse’. Aunque Chatrier siempre será recordado por los 20 años en los que estuvo al frente de la Federación Francesa de Tenis, los 14 en los que fue la máxima autoridad de la Internacional, y su gran logro: la vuelta del tenis como deporte olímpico en Seúl 88 tras un largo periodo de ausencia.
Lenglen (1899-1938), por su parte, dominó el tenis femenino durante casi una década en la que ganó 31 grand slams, 12 de ellos en individuales. Conocida como ‘La Divina’ por la prensa francesa por sus extravagancias, como beber un coñac entre sets, Lenglen fue la primera gran figura del tenis francés femenino que se convirtió en profesional. Su saber hacer en las pistas y el glamour que daba a los partidos fomentaron el interés del público por el tenis femenino.
NO SOLO SIRVIÓ DE ESTADIO
Más de 60.000 pelotas usadas por edición, casi medio millón de espectadores, cerca de 4.000 periodistas acreditados… Todo se queda pequeño para acoger la gran cita anual sobre tierra batida. Por ello, la Federación Francesa de Tenis ha proyectado la expansión del complejo, así como la demolición del estadio 1 para construir dos nuevas pistas y la modernización del Philippe Chatrier con un techo retráctil.
Pero la vida de Roland Garros no está solo llena de éxitos y avances, sino que tiene más conexiones con la guerra que la aportada por el aviador que da nombre al torneo. A diferencia de los fines de Wimbledon como lugar para asistencia de heridos durante la II Guerra Mundial, la leyenda negra de Roland Garros, que la Federación Francesa de Tenis omite en su historia oficial, cuenta que el estadio fue usado para alojar a disidentes políticos, extranjeros o sospechosos, hasta que los alemanes nazis tomaron París y entonces lo convirtieron en un campo de concentración. Fuentes de la Federación niegan que esto haya sido así, y dicen que se trata de una confusión entre Roland Garros y el Velódromo, que sí fue utilizado para estos fines.
No obstante, la obra del escritor húngaro de origen judío Arthur Koestler, miembro del Partido Comunista de Alemania en los años 30, confirma su cautiverio allí. “En Roland Garros, nos llamábamos los habitantes de la cueva a unos 600 que vivíamos debajo de las escaleras del estadio”, escribió tras haber huido. “Pocos de nosotros sabíamos sobre el tenis, pero cuando se nos permitió pasear por el estadio, podíamos ver los nombres (Jean) Borotra y (Jacques) Brugnon en el marcador”.