A las ocho menos cuarto del 29 de abril de 1935...

Desde Puerta de Hierro, los ciclistas se dirigieron a la Cuesta de las Perdices, El Plant¨ªo, Las Rozas, Peguerinos... Por delante esperaban 3.425 kil¨®metros de recorrido repartidos en 14 etapas, con tres d¨ªas de descanso. La etapa inicial viajaba a Valladolid sobre 185 kil¨®metros. En aquella primera dificultad, el alto del Le¨®n, esperaban 20.000 aficionados. Ninguna etapa baj¨® de esa afluencia. ¡°?Cu¨¢nto dar¨ªa Monsier Desgrange por disponer a las puertas de Par¨ªs de unas monta?as como las que nosotros tenemos! (...). Nosotros disponemos de un Guadarrama espl¨¦ndido al alcance de todos los taxis¡±, alardeaba el semanario AS en su siguiente n¨²mero.

Henri Desgrange era el creador y director del Tour de Francia, que hab¨ªa nacido en 1903, seis a?os antes que el Giro de Italia. La Vuelta tard¨® bastante m¨¢s. Se conocen intentos en 1913, en 1924... Pero las iniciativas siempre chocaban con la realidad de una precaria red viaria o la escasez de alojamientos. Hasta que ese 1935, el c¨¢ntabro Clemente L¨®pez D¨®riga, caballero y deportista, convenci¨® a Juan Pujol, director de Informaciones, para poner en marcha la carrera en apenas dos meses. Pujol consideraba la Vuelta ¡°una encarnaci¨®n de exaltaci¨®n patri¨®tica¡±. Por Espa?a corr¨ªan tiempos social y pol¨ªticamente exaltados.

¡°La cuesta abajo reuni¨® otra vez, a partir de San Rafael, a todos los corredores, como las bolas de un billar romano¡±, continuaba AS. Por delante s¨®lo restaba Amberg, que fue neutralizado en Villacast¨ªn. A partir de ah¨ª vino la clave del d¨ªa. El belga Antoine Dignef ¡°arranc¨® desesperadamente¡±. Tras ¨¦l sali¨® Mariano Ca?ardo, una de las estrellas espa?olas de la ¨¦poca que participaba en la Vuelta. Igual que lo hac¨ªan Salvador Cardona, Federico Ezquerra, Luciano Montero o Vicente Trueba. ¡°Y los dos emprendieron su huida por los grandes llanos de la estepa castellana¡±. Dignef y Ca?ardo. Un belga y un espa?ol...

...Y BH frente a Orbea. En aquella ¨¦poca, Eibar hab¨ªa reconvertido su industria de armas por m¨¢quinas de coser y, sobre todo, por bicicletas. BH y Orbea eran las principales marcas y ambas se repartieron el pelot¨®n de esa primera Vuelta. Mitad y mitad. Al final, BH fue la montura de los belgas. Y Orbea, la de los espa?oles.

Ca?ardo sufri¨® un pinchazo que le descolg¨®. Iba a ser la t¨®nica durante toda la carrera. En aquellos tiempos, los ciclistas ten¨ªan que arreglarse sus propias aver¨ªas y s¨®lo pod¨ªan cambiar de bici en casos extremos. Tard¨® m¨¢s de dos minutos en solventarlo, pero aun as¨ª logr¨® cazar al belga. Ya en Valladolid, el infortunio volvi¨® a cebarse con el catal¨¢n de Olite, que se atranc¨® en ¡°un carril tranviario¡±. Venci¨® Dignef. ¡°La victoria por esa ventaja de media rueda, que ni aun los objetivos fotogr¨¢ficos pueden registrar exactamente¡±, narr¨® el semanario.

Antoine Dignef se enfund¨® as¨ª, hace hoy 80 a?os, el primer maillot de l¨ªder de la Vuelta, que por entonces era de color naranja. Y se embols¨® las 300 primeras pesetas que se destinaban a los ganadores de etapa. El montante de premios era de 75.000 pesetas, con 15.000 para el vencedor final en Madrid.

En la etapa siguiente hubo primera victoria espa?ola y cambio de l¨ªder en Santander, a cargo de Antonio Escuriet, que esa noche sufri¨® pesadillas. ¡°Que me lo quitan, que me lo quitan¡±, agonizaba el valenciano entre sue?os, desvelado por el for¨²nculo que sufr¨ªa, seg¨²n cont¨® su compa?ero de habitaci¨®n, Ca?ardo. Y se lo quitaron...

El belga Gustaaf Deloor conquist¨® la tercera etapa en Bilbao, se visti¨® de l¨ªder y ya no solt¨® la prenda hasta Madrid. Ca?ardo fue su gran rival, en un continuo quiero y no puedo, jaleado por la afici¨®n, que le convirti¨® en su h¨¦roe: ¡®Viva Ca?ardo¡¯, dec¨ªan las pintadas. El navarro de nacimiento y catal¨¢n de adopci¨®n no se rindi¨® hasta el final. En la ¨²ltima etapa se volv¨ªa a subir el Le¨®n. ¡°La ¨²ltima amenaza y tambi¨¦n la ¨²ltima puerta que hay que trasponer para la liberaci¨®n definitiva¡±, escribi¨® AS. ¡°Y en el descenso de v¨¦rtigo por un suelo cigzagueante, charolado y vertical¡±, atac¨® Ca?ardo.

Ese arre¨®n le sirvi¨® para recuperar la segunda plaza, pero no para despegar a Deloor, que resisti¨® su empuje y gan¨® la ¨²ltima etapa ante 100.000 aficionados. ¡°La Casa de Campo es hoy una inmensa casa de locos¡±, cerr¨® AS, que cont¨® aquella Vuelta a Espa?a de 1935 durante cuatro n¨²meros.

Ya en Madrid, Ca?ardo visit¨® en la c¨¢rcel a Llu¨ªs Companys, que hab¨ªa proclamado un ef¨ªmero estado catal¨¢n en 1934, y que morir¨ªa en 1940 entregado por la Gestapo a las autoridades franquistas. Le regal¨® el trofeo de segundo clasificado y un ramo de flores. A cambio, recibi¨® un libro dedicado: ¡°A mi amigo y gran deportista, entre rejas, Llu¨ªs Companys¡±.

En 1936 volvi¨® a ganar Deloor, antes de estallar la Guerra Civil. La Vuelta, que naci¨® republicana, que pas¨® del Le¨®n a los Leones, comparti¨® hace unos d¨ªas el 80 aniversario con Felipe VI. Hoy, 29 de abril de 2015, lo celebr¨® en otro acto con viejas glorias (Bernardo Ruiz, Angelino Soler, Delgado, Bahamontes...) y, sobre todo, con amigos.