Blanco, el trencilla mulato parcial y sectario
Para ¨¢rbitros, un tal Chouci?o, gallego ¨¦l, naturalmente. Lo que no recuerdo es si de Moa?a o Mondo?edo. Amaba tanto el oficio que le daba igual poner orden entre las doce cuerdas que en el c¨¦sped. Es decir, por las noches contaba los diez segundos reglamentarios del en¨¦simo KO a nuestro amigo Buepoyo, y al d¨ªa siguiente estaba impartiendo justicia en un partido entre el Real Rebola y el Baney. La cuesti¨®n era mediar en los litigios deportivos de bubis, fangs, ambos, kombes, bisios y criollos.
No s¨¦ si cre¨® escuela. Lo que s¨ª puedo afirmar es que era infinitamente mejor que aquel trencilla mulato de apellido Blanco. Era tan palmariamente parcial y sectario, que no hab¨ªa encuentro en el que no acabara enfureciendo a unos y otros quienes, claro est¨¢, le esperaban a la salida del estadio para ya sin protecci¨®n de las fuerzas del orden (los guardias de la porra) tundirle las costillas convenientemente.
Pero el t¨ªo, masoca como pocos, se crec¨ªa en el castigo y al domingo siguiente ah¨ª estaba de nuevo Blanco, silbato en boca, con el firme prop¨®sito de tomarse cumplida venganza contra sus apalizadores, invent¨¢ndose alg¨²n penalti incre¨ªble, casi siempre en el minuto 90, para mayor fastidio de su legi¨®n de enemigos, entre los que figuraba en primer¨ªsima fila el Juventud de Biafra.