Nacidos para el mar
?C¨®mo entiendo a Ulises y su cabreo con el dios Poseid¨®n! Tambi¨¦n a nosotros se nos est¨¢ haciendo complicado lo de volver a casa. Estamos otra vez en las Georgias. Cuando ya llev¨¢bamos casi un d¨ªa de singladura navegando en Le Sourire de regreso a las Malvinas, nuestro capit¨¢n, Hugo Deligni¨¨res, tom¨® la decisi¨®n de regresar a causa de la cercan¨ªa de una violenta borrasca. La cosa deb¨ªa ser seria para que alguien como Hugo y su mujer Marie Paul, que llevan una vida en estos mares, decidiesen dar la vuelta y poner otra vez rumbo al archipi¨¦lago donde reposa Ernest Shackleton, aunque a los menos avezados nos parezca imposible encontrarse con un mar peor. Sin duda, gentes como Hugo o Marie Paul pertenecen a una estirpe singular, la de los que han nacido para el mar. Ellos siguen la estela de un pu?ado de seres singulares que abrieron los oc¨¦anos a la experiencia de la aventura.
Sin duda, pienso en los grandes navegantes de aquellos siglos donde el descubrimiento era su motor, pero tambi¨¦n en los que, ya en el siglo XX, se lanzaron en solitario a circunnavegar el planeta movidos por el gigantesco desaf¨ªo que supon¨ªa. All¨¢ por 1968, un joven marino de 29 a?os llamado Robin Knox-Johnston abandonaba Gran Breta?a en su peque?o velero Suahili. Iniciaba as¨ª su participaci¨®n en una singular competici¨®n auspiciada por el peri¨®dico londinense Sunday Times con unas reglas muy sencillas: dar la vuelta al mundo en solitario a bordo de un velero y sin hacer escalas. Ni siquiera hubo un d¨ªa concreto de salida; cada competidor eleg¨ªa uno entre el 1 de junio y el 31 de octubre de 1968. Cuatro de los nueve participantes inscritos se retiraron nada m¨¢s abandonar el oc¨¦ano Atl¨¢ntico. Donald Crowhurst continu¨®, pero para sufrir un tr¨¢gico destino. Despu¨¦s de tratar de enga?ar a la organizaci¨®n enviando mensajes por radio con posiciones falsas, acab¨® volvi¨¦ndose loco y suicid¨¢ndose en el mar. Al final, Knox-Johnston fue el ganador porque nadie m¨¢s lleg¨® a la meta y cuando el peri¨®dico que patrocinaba aquella aventura ya estaba cerrando su obituario. Cuando iba en cabeza, el franc¨¦s Bertrand Moitessier lanz¨® un mensaje en una lata a un barco mercante en el que dec¨ªa que hab¨ªa decidido no dirigirse a la meta sino seguir en el mar ¡°¡porque soy feliz navegando y quiz¨¢s para salvar mi alma.¡± En 2008, y ya con 68 a?os, Knox-Johnston volvi¨® a dar la vuelta al globo patroneando en solitario un velero y el pr¨®ximo mes de diciembre participar¨¢ en la regata Sidney-Hobart, una de las m¨¢s duras de cuantas se celebran en el mundo de la vela.