?D車nde est芍s Adelardo?
Me asalta Pepe Domingo Casta?o y me plantea la metaf赤sica cuesti車n: ?no est芍s harto de que el Atl谷tico de Madrid te haga la misma una y otra vez? Lo pregunta cuando el Carrusel dobla su 迆ltima curva, al pie de los res迆menes, noche del domingo. En plena crisis espiritual provocada por la indolencia de la tropa que defiende mis colores. Me van a amargar la cena sin remedio, otra vez (como recalca el mago de la radio). Despacho al bueno de Pepe Domingo en direcci車n a Padr車n porque no hay nada que toque m芍s las narices que un golpe donde duele, que te digan la verdad, vaya; desde Quevedo lo sabemos.
No contenta la divinidad con mi raci車n de desaliento, va Rela?o y me pide que se lo explique. ?Explicar? ?C車mo explicar que Forl芍n se salga cuatro partidos de liga seguidos y sin pausa le entre la modorra en Palma y desaparezca? De Ag邦ero, lo mismo; lo mismo de Maxi y lo mismo de Simao con el triste atenuante de su peque?o sobrino por el que rezamos. Y as赤, algunos menos y algunos m芍s hasta completar el once. A?adamos la barah迆nda que se form車 desde el banquillo con los cambios.
No lo s谷, Alfredo: no encuentro razones fuera del 芍nimo negro que nos acompa?a, que nos mata cuando nos acercamos a quien fuimos, que nos contenta con los cuartos puestos. Falta la constancia de los grandes. La que obliga a los jugadores cada semana. Sin excepci車n. Recuerdo a Adelardo capit芍n. Falta ese car芍cter y por ah赤 empieza el aura mediocre. Me parece, director, que no saben qu谷 es el Aleti.