El respeto que tuvimos y perdimos
Un linier tembl¨®n, equivocado y estrecho de ¨¢nimo, levanta la bandera en el Calder¨®n. Fuera de juego que anula el gol. Al que pone campo, un gran campo, ya le han pitado dos penaltis en contra. El ¨¢rbitro, un se?or con evidentes s¨ªntomas de hipertensi¨®n, corre hacia la banda y convierte la banderola en servilleta: vale el gol. Carreritas no hubo para ver si los penaltis acaso no eran; la excitaci¨®n obnubila, como es sabido. El linier agacha y sigue.
Un linier inseguro, flojo de fe y vacilante, no levanta la bandera al lado del mar, en C¨¢diz. Ser¨¢ la sal que hace pesado el bander¨ªn. O ser¨¢ m¨¢s bien que ya alz¨® para evitar un absurdo error de su jefe hace unos minutos y corregirle dos es excesivo. As¨ª que ahora, en una situaci¨®n gemela, desde una perspectiva semejante, sufre una repentina p¨¦rdida de facultades y yerra donde acert¨®. Su jefe bendice el error y el equipo de siempre pierde un par de puntos. Otro par de puntos.
Un linier calvo, pizpireto y aspirante a m¨¢s, clara encarnaci¨®n del "aqu¨ª estoy yo", levanta la bandera y no levanta la bandera en el Vicente Calder¨®n. Atiza puntillazos con el trapo: se ve que sabe y que resabe. El ¨¢rbitro, ay, el ¨¢rbitro, inventa el penalti por patada al aire. El de la l¨ªnea asiente con una sonrisa ladina y pues el portero fastidia el numerito, que se repita, que se repita.
Estas pu?eter¨ªas antes no se daban. Nos cruj¨ªan cuando jug¨¢bamos contra el Madrid, alguna vez contra el Barsa o cuando amenaz¨¢bamos con un campeonato a deshora. Entonces llegaba ?lvarez Marg¨¹enda al Manzanares y pon¨ªa las cosas en su sitio. Nos han perdido el respeto. No hay comparaci¨®n con los verdaderamente poderosos, s¨®lo la mantenemos a la hora de los recursos: rectificar¨¦ si me demuestran que esa secuencia de errores avinagrados de la que hablamos arriba, con repeticiones y bajonazos de bander¨ªn, se ha dado en los campos m¨¢s hist¨®ricos. Y esto no se resuelve a est¨²pidos botellazos (perfecta manera de perderse el respeto a uno mismo). El respeto nos lo van a devolver cuando nos vean firmes, decididos y al fin, capaces. Cuando se enteren de que est¨¢n pitando al Aleti y vacilarle no sale gratis. Cuando seamos nosotros mismos y al verlo, lo recuerden.