Edgar Wright, Viewtiful Joe y la diversi¨®n sin complejos de Hi-Fi Rush

En junio, Viewtiful Joe cumplir¨¢ 20 a?os. Era una ocasi¨®n que podr¨ªamos haber aprovechado ¡ªy quiz¨¢ a¨²n aprovechemos¡ª para recordarlo como a tantos otros cl¨¢sicos por sus aniversarios. Sin embargo, en enero ha pasado algo que nos ha pillado por sorpresa. Se ha cerrado un c¨ªrculo que ni siquiera sab¨ªamos que estaba abierto, y nos empuja a adelantarle un peque?o tributo. A ¨¦l, y a todos aquellos que rebosan el amor de sus creadores hacia el medio por cada p¨ªxel. Juegos coloridos, hilarantes y a la vez profundos. Juegos sin complejos. Juegos como el reciente Hi-Fi Rush.

Y lo haremos, ir¨®nicamente, empezando con la vista puesta en otra industria. Porque entender el c¨ªrculo del que hablamos requiere pasar por una serie brit¨¢nica del cambio del milenio llamada Spaced. Escrita y protagonizada por Simon Pegg y Jessica Stevenson, el tono de esta sitcom estuvo tan o m¨¢s marcado por el pulso de Edgar Wright, director relativamente novato que tom¨® las riendas detr¨¢s de la c¨¢mara e imprimi¨® mucha energ¨ªa y surrealismo a la convivencia no tan rutinaria de dos j¨®venes bastante perdidos a la hora de dar sus primeros pasos por la vida adulta.

Videojuegos, zombis y Queen

Spaced era una especie de Friends punk, sin risas enlatadas, con una cinematograf¨ªa m¨¢s experimental y toneladas de humor referencial. Casi nada era demasiado extravagante como para no incluirlo; y para muestra, el cap¨ªtulo parcialmente dedicado a Resident Evil 2: lejos de aparecer como un simple gui?o al fondo, la ¨®pera prima de Hideki Kamiya se convert¨ªa en objeto de obsesi¨®n para el personaje de Simon Pegg, que jugaba durante tantas horas seguidas ¡ªy bajo el efecto de ciertas sustancias¡ª que se acababa liando a escopetazos con zombis imaginarios en el sal¨®n.

A pesar de su bajo presupuesto y breve duraci¨®n, Spaced alcanz¨® estatus de culto, aunque su mayor legado fue plantar la semillas de Shaun of the Dead, pel¨ªcula donde Wright y Pegg pudieron repetir y expandir la divertida experiencia de rodar el gag de Resident Evil 2. Un apocalipsis de no muertos en clave de humor en el que el estilo del director brill¨® con m¨¢s fuerza y lleg¨® a muchos m¨¢s espectadores gracias a su fren¨¦tico ¡ªpero milim¨¦tricamente medido¡ª estilo de edici¨®n y escenas tan memorables como la paliza en grupo a un zombi al ritmo de Don¡¯t Stop Me Now de Queen.

El ¨¦xito de Spaced abri¨® las puertas a Shaun of the Dead; y el ¨¦xito de Shaun of the Dead, a toda una carrera donde Edgar Wright, si bien nunca el m¨¢s mainstream de los directores, pudo jugar con sus g¨¦neros favoritos. Subvertir con su impecable timing c¨®mico buddy cops, pel¨ªculas de robos o incluso alien¨ªgenas. Aunque el culmen, al menos cuando se trat¨® de dar rienda suelta a su destreza rodando acci¨®n, dando prop¨®sito a cada fotograma y celebrar la cultura geek de una forma incluso m¨¢s expl¨ªcita e integral que en Spaced, fue Scott Pilgrim contra el mundo.

Si bien su origen resid¨ªa en las novelas gr¨¢ficas del mismo nombre ¡ªestrenadas el mismo a?o que Shaun of the Dead y en curso hasta despu¨¦s de rodarse el final de la propia pel¨ªcula¡ª, Scott Pilgrim fue una confluencia de rock de garaje, anime, kung fu y videojuegos que permiti¨® a Wright ejercitar al m¨¢ximo su m¨²sculo cinematogr¨¢fico. Un despliegue constante de gags visuales, coreograf¨ªas, onomatopeyas y ritmo musical que m¨¢s de una d¨¦cada despu¨¦s sigue despuntando tanto por el gamberrismo de su tono como por el refinamiento de su ejecuci¨®n. El producto de un cineasta con mucho talento, pero tambi¨¦n con capacidad para abrazar y elevar sus aficiones.

La irreverencia y celebraci¨®n del medio ¡ªpropio y/o ajeno¡ª requiere trazar una l¨ªnea un tanto complicada, dependiente de la honestidad percibida por el espectador y dispuesta a rechazar el atractivo que ofrece a tantos creativos el gravitas, la obra moderada en sus frivolidades, cuando el medio alcanza la suficiente madurez como para permitir mayores pretensiones tonales y narrativas; aunque, parad¨®jicamante, no siempre la suficiente como para aceptar que entretener y hacer re¨ªr es un arte tan o m¨¢s complicado que suscitar emociones negativas como la tristeza o el miedo.

Es la misma b¨²squeda de sublimaci¨®n y trascendencia que ha llevado hacia la llamada televisi¨®n de prestigio, el concepto de Oscar bait o el auge de las interpretaciones dram¨¢ticas de actores en trajes de mo-cap en los triple A actuales. A que nombres como Troy Baker o Laura Bailey sean m¨¢s conocidos que los de los creadores de muchos juegos en los que participan. Y tambi¨¦n, como apunt¨® d¨ªas atr¨¢s el dise?ador John Johanas en una entrevista con motivo del lanzamiento de Hi-Fi Rush, a que juegos tan desenfadados como Jet Set Radio o Viewtiful Joe apenas tengan cabida fuera de compa?¨ªas contadas como Nintendo o la escena independiente.

Poniendo el s¨²per en el h¨¦roe

Por eso tiene su iron¨ªa que la cadena de eventos que llev¨® desde Spaced hacia Scott Pilgrim (y desde el cine de Edgar Wright hacia Hi-Fi Rush) tenga como una de sus piezas clave un homenaje a Resident Evil 2, Survival Horror que el tambi¨¦n director de Viewtiful Joe hizo casi por obligaci¨®n. Alumno de Shinji Mikami durante la creaci¨®n del Resident Evil original, Kamiya fue uno de los art¨ªfices del cambio de paradigma en la era PlayStation, donde sagas como la de Capcom, Gran Turismo o Tomb Raider ayudaron a cultivar una imagen m¨¢s ¡°adulta¡± frente a la oferta de Nintendo.

Lo gracioso del asunto es que a Kamiya nunca le gust¨® el terror. Detestaba las pel¨ªculas de miedo y se abstuvo de jugar a cualquier Resident Evil con el que no estuviese directamente vinculado (los dos primeros, en los que particip¨® como desarrollador, adem¨¢s de sus respectivos remakes a modo de cortes¨ªa). Inicialmente sin consola propia con la que jugar en casa, su amor por los videojuegos se forjara en las recreativas, racionando las monedas de su asignaci¨®n mensual para sacar el m¨¢ximo partido a cada intento. Observando primero c¨®mo jugaban los dem¨¢s, aprendiendo t¨¢cticas y mejorando para llegar cada m¨¢s lejos en sus arcades favoritos.

Para Kamiya, los juegos eran sin¨®nimo de superaci¨®n, de aprendizaje y maestr¨ªa. Y tambi¨¦n de exhibici¨®n cuando ¨¦l era el jugador al que otros miraban desde atr¨¢s, el que consegu¨ªa suficientes puntos para dejar sus iniciales en la cabina. Por eso Resident Evil 2 dif¨ªcilmente era la clase de proyecto que le hab¨ªa llevado hacia Capcom, pero su ¨¦xito sirvi¨® para que le asignasen otra entrega, donde experiment¨® m¨¢s y, gracias a la mediaci¨®n de Mikami, pudo convertir en una saga nueva. As¨ª naci¨® Devil May Cry; y con ¨¦l, todo un g¨¦nero basado en acci¨®n acrob¨¢tica y rankings de estilo.

Reci¨¦n alcanzada la treintena, Kamiya ya hab¨ªa logrado dejar una huella m¨¢s profunda con solo dos juegos que la mayor¨ªa en toda su carrera, pero no fue hasta su tercer proyecto como director cuando pudo planear algo m¨¢s de su gusto desde el inicio. DMC 2 qued¨® en manos de un equipo m¨¢s grande para capitalizar r¨¢pidamente en el ¨¦xito del original mientras otro m¨¢s peque?o se form¨® a su alrededor para ganar libertad creativa y formar al talento m¨¢s joven de la compa?¨ªa. Fue el llamado Team Viewtiful, m¨¢s tarde renombrado como Clover Studio y, con el tiempo, reorganizado fuera de Capcom como el estudio que hoy conocemos por Platinum Games.

Por supuesto, no se puede hablar de Platinum o Clover sin citar a Atsushi Inaba, productor que se uni¨® a Capcom atra¨ªdo por Resident Evil ¡ªcaso opuesto a Kamiya¡ª y colabor¨® con ¨¦l para formar la identidad del proyecto, tan influenciado por series japonesas y c¨®mics de superh¨¦roes americanos que optar por gr¨¢ficos cel shaded, regresar al scroll lateral y llenar la pantalla de onomatopeyas fueron decisiones naturales a pesar de la extravagancia resultante: Viewtiful Joe era un beat ¡®em up por definici¨®n m¨¢s cl¨¢sico que Devil May Cry, pero a la vez rebosante de una personalidad con la que pocos hack and slash nacidos a la sombra de Dante rivalizar¨ªan.

Las alusiones al cine tambi¨¦n fueron omnipresentes, y no solo porque nuestro personaje acabase literalmente dentro del mundo del celuloide para salvar el d¨ªa en niveles inspirados por diferentes pel¨ªculas u g¨¦neros, sino porque Kamiya y su equipo aplicaron al combate t¨¦cnicas como c¨¢mara lenta, c¨¢mara r¨¢pida o zoom en el protagonista. ?tiles para activar ventajas o habilidades a cambio de consumir la barra de efectos especiales, y esenciales para sobrevivir antes incluso de pensar en mejorar los rankings (ahora asignados tras cada combate, no solo al final de las misiones). Porque aunque su colorida y c¨®mica puesta en escena pudiese invitar a pensar lo contrario, Viewtiful Joe era dif¨ªcil. M¨¢s que el tenebroso Devil May Cry.

Dos d¨¦cadas despu¨¦s, sigue siendo uno de los mejores ejemplos de que no se debe juzgar un libro (o juego) por su portada. De que la est¨¦tica puede establecer un tono, pero no acota la pasi¨®n, el talento o la profundidad, sobre todo cuando hablamos de un medio interactivo. En Scott Pilgrim, Wright usaba la c¨¢mara, las coreograf¨ªas, la edici¨®n y los efectos para crear una experiencia audiovisual el¨¦ctrica, capaz de difuminar las l¨ªneas entre cine, c¨®mic y videojuego; pero en Viewtiful Joe, Kamiya adem¨¢s hac¨ªa que el jugador fuese actor y director. Que manipulase los ritmos y dominase las fintas para poner el s¨²per en el h¨¦roe o fracasar en el intento.

Al ritmo de los grandes

Pero la triste realidad es que, a pesar de sus virtudes, la buena recepci¨®n cr¨ªtica y el culto entre fans, tanto Scott Pilgrim como Viewtiful Joe distaron de contar como grandes ¨¦xitos comerciales, lo que explica por qu¨¦ siguen siendo rarezas con pocas alternativas de verdad comparables, y tambi¨¦n por qu¨¦ la sorpresa en torno a Hi-Fi Rush va m¨¢s all¨¢ de que se lanzase el d¨ªa de su anuncio. Porque sin dejar de tener una identidad propia, es digno heredero de su esp¨ªritu. Celebra sin complejos la acci¨®n, el humor, la m¨²sica, la animaci¨®n, los c¨®mics y los juegos orgullosos de ser juegos.

Apreciar Hi-Fi Rush sin verlo en movimiento quiz¨¢ sea dif¨ªcil, pero entender su concepto deber¨ªa tan f¨¢cil como recordar la escena de Shaun of the Dead a la que aludimos al principio, con personajes golpeando a un zombi con tacos de billar al ritmo de Don¡¯t Stop Me Now porque la gramola del bar empezaba a reproducir esa canci¨®n. La misma escena que Wright y Pegg concibieron despu¨¦s de quedar con ganas de m¨¢s tras rodar un homenaje a Resident Evil 2; y la misma escena que cal¨® tan hondo en John Johanas, director de The Evil Within 2, que a?os m¨¢s tarde la us¨® como ejemplo para convencer a Shinji Mikami sobre el potencial de un juego de acci¨®n musical.

C¨ªrculo cerrado, o casi. Porque hab¨ªa que dise?ar los combates y los niveles; pero aunque los caminos de Mikami y Kamiya se separaran poco despu¨¦s de la fundaci¨®n de Platinum, su antiguo alumno hab¨ªa dejado para el nuevo una gran plantilla a trav¨¦s de referentes como Devil May Cry y Viewtiful Joe. Los combos, la acci¨®n estilizada, el sistema de rankings o incluso el plataformeo para aderezar el desarrollo entre pelea y pelea. Familiar, pero fresco gracias a la puesta en escena y la adecuaci¨®n de cada componente a la m¨²sica (los estrenos de Baby Driver y Spider-Man: un nuevo universo tambi¨¦n sirvieron como validaci¨®n desde que el proyecto hab¨ªa recibido luz verde).

A pesar de su llegada tan repentina y el precio reducido, Hi-Fi Rush es un producto completo y pulido hasta el extremo que requieren los est¨¢ndares de 2023 (incluso m¨¢s seg¨²n con qu¨¦ se tracen las comparaciones). Y sin embargo, por momentos parece un juego de otro tiempo, perdido, recuperado y modernizado para salir ahora. Un integrante extra para completar los ¡°Capcom Five¡± de GameCube (que al final fueron cuatro), o un anacr¨®nico lanzamiento del desaparecido Clover Studio. Algo que, desde luego, no pretende hacerlo de menos, si no m¨¢s bien todo lo contrario.

Muchos echamos de menos juegos as¨ª. Johanas lo sab¨ªa porque era una de esas personas, as¨ª que tom¨® cartas en el asunto en vez de simplemente esperar mientras iba de un juego de terror a otro en Tango. Y aunque ahora viendo la recepci¨®n tan positiva pueda parecer que en el fondo siempre fue una apuesta segura, es importante recordar que por desgracia no. Que Scott Pilgrim pinch¨® en taquilla, que que Viewtiful Joe vendi¨® por debajo de las previsiones de Capcom, y que sagas como Jet Set Radio, Sly Cooper y tantas otras se han quedado por el camino. As¨ª que hoy celebremos la sorpresa, y ma?ana ya veremos qu¨¦ (si algo) se aprende de ello.

En palabras del gran Freddie Mercury, ¡°Soy una estrella fugaz cruzando a trav¨¦s del cielo, como un tigre desafiando las leyes de la gravedad. Soy un coche de carreras pasando como Lady Godiva. Voy a ir, a ir, a ir, no hay nada que me detenga. Voy ardiendo a trav¨¦s del cielo, a doscientos grados, por eso me llaman M¨ªster Fahrenheit. Estoy viajando a la velocidad de la luz, quiero hacer de ti un hombre supers¨®nico.¡± Aunque Don¡¯t Stop Me Now esconda un connotaci¨®n amarga por el destino de su autor, su funci¨®n como himno a la diversi¨®n sigue siendo vigente.

Sea quedando con los amigos, escuchando m¨²sica a todo volumen, superando niveles en un juego de acci¨®n intensa o vareando zombis en el bar local, la condici¨®n pasajera de la existencia deber¨ªa invitar a buscar emociones positivas. La vida adulta pone sobre nosotros presiones a las que, al menos por norma, no nos tenemos que enfrentar de ni?os. Se endurece el car¨¢cter y se desarrollan escepticismos a modo de defensa. Pero jugar y re¨ªr sigue siendo importante, m¨¢s si cabe, para aliviar el estr¨¦s y fortalecer las capacidades sociales. As¨ª que antes de desmerecer alguna pel¨ªcula, serie o juego por no tener pretensiones de prestigio, recuerda una vez m¨¢s al buen Freddie:

Don¡¯t stop me now, ¡®cause I¡¯m having a good time.