El Arte, la IA y lo Humano. Algunas reflexiones en los primeros días de la revolución que lo cambiará todo
Intentamos encontrar algo de sentido, equivocado o no, a la locura de la Inteligencia Artificial que parece querer arrasarlo todo.

Tener miedo a la muerte es humano.
“Tengo miedo, Dave”.
HAL 9000 mientras es desconectado por Dave en ‘2001: Una Odisea del Espacio’ (Stanley Kubrick, 1968).
Todo el mundo grita crispado ante la revolución que nos hará centenarios, curará el cáncer y dará esperanza a los sufrientes portadores de enfermedades raras. La revolución industrial lo cambió todo, con lo bueno y lo malo que trajo consigo. Internet hizo lo propio, y ahora llega algo que, casi a hito por día, puede dejar peque?os aquellos determinantes terremotos.
No llama la atención la capacidad de la IA de hacer viables en meses medicinas que a los científicos les lleva entre 6 y 8 a?os desarrollar. Llama la atención algo más ruidoso: la suplantación del artista. Y es lógico, posiblemente, de forma más profunda aún de lo que se percibe. El Arte nos distingue como seres humanos, nos hace trascender en plena consciencia de nuestra finitud, nos valida ante nuestro eterno empe?o por demostrarnos atroces contra el planeta y contra nuestros propios semejantes. A través del Arte intentamos, una y otra vez, igualar la balanza en la batalla perdida de nuestra existencia. Si nos quitan el Arte, estamos perdidos.
ChatGPT ya escribe supuestos emocionantes relatos sin la emoción que hace posible los nuestros. No tiene en su interior el recuerdo del dolor, del amor, del encuentro y la pérdida, de la felicidad y la tristeza que necesitan ser vomitados sobre el folio en blanco. No reflexiona sobre lo vivido porque su existencia es siempre presente, sin el peso del pasado, sin la esperanza del futuro.
Pero entonces doy un paso al lado, y me siento como ese aborigen que piensa que la fotografía que le ha hecho el nefasto hombre blanco está robando su alma. Y es que, a unos a?os de saltar de la IA débil a la IA General, ya intuyo a HAL 9000 balbuceando, con ojo incisivo, sus primeras palabras; al T800 reivindicando su reinado, a Wall-E como prueba fehaciente de que fracasamos como especie, al fantasma en la concha sintiéndose vivo en su realidad digital; a la teniente Kusanagi preguntándose si lo único que distingue lo humano de lo que no lo es, es el trato que nos dan. Veo a los androides de Detroit: Become Human manifestándose por sus derechos antes de ser barridos de las calles de forma inmisericorde; a los destartalados robots de Stray, con su aburrida existencia, conscientes de sí mismos como tranquilos descendientes de lo que una vez fuimos. Veo a Roy Batty hundiendo sus pulgares en el cráneo de la Humanidad al son de: “No haré nada por lo que el Dios de la Biomecánica me impida la entrada en su cielo”.

ChatGPT escribe emocionantes relatos sin la emoción con la que los hacemos posibles, y a mí, todo esto, lo que me da son ganas de escribir. Y me aferro al deseo, a esta pulsión, como algo que me diferencia como ser humano, como algo ajeno e inalcanzable para la máquina… Por lo menos por ahora. Sigamos jugando, pues, en este patio de recreo ahora compartido. Disfrutemos del tiempo que nos queda. Tal vez la IA resulte mejor que nosotros a pesar de llevar nuestro pecado original impreso en su ADN digital. Somos expertos en desperdiciar oportunidades, ojalá la IA que viene sea experta en todo menos en eso.
Lo que acabas de leer es una columna de opinión, o un relato de ciencia ficción, o de ficción científica, o de terror, tal vez (a mí, desde luego, me asusta). Debería abrir un interesante debate ante el delicado momento en el que nos encontramos. Y pido perdón si el enfoque ha resultado ofensivo para alguien. Solicito humildemente algo de comprensión, al fin y al cabo, soy humano.
Con respecto a la imagen de portada, surgió directamente de nuestro dise?ador que fuera generada por IA. “Si está justificado algo así en algún momento, desde luego es este”. La IA respondió con desgana a mi falta de pericia: “Dame imágenes de la IA destruyendo el Arte”. La magia apareció cuando el propio ilustrador trabajó sobre varias de esas imágenes desangeladas, fusionándolas en algo que, esta vez sí, resultó apreciable. Paradojas de la vida, el ser humano, finalmente apareció al rescate.
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