Kosmokrats, an¨¢lisis. Las estrellas tendr¨¢n que esperar

El g¨¦nero de puzles a menudo se ve sujeto a varios prejuicios. A menudo denostados como juegos sin mayor profundidad m¨¢s all¨¢ de los propios rompecabezas, contamos con t¨ªtulos excelsos que han demostrado que es posible desafiar nuestra mente a la vez que nos ofrecen una inmersi¨®n e historia interesantes. Portal es todo un referente que integra la resoluci¨®n de puzles en una narrativa apasionante, y por ello es utilizado como ejemplo en muchas escuelas de dise?o de videojuegos. Por su lado, la saga del Profesor Layton nos lleva a una aventura detectivesca educativa con acertijos para todos los p¨²blicos: adultos, ni?os, expertos jugadores y gente profana en la materia. Hoy en MeriStation analizamos Kosmokrats,?un t¨ªtulo para PC Windows que pretende un buen equilibrio entre narrativa, ambientaci¨®n y gameplay ingenioso, pero decepcionante en esta ¨²ltima parte.

Pura inmersi¨®n en la carrera espacial sovi¨¦tica

El estudio polaco Pixel Delusion debuta con una obra que, como cabe esperar de un indie, apuesta por una personalidad propia y una originalidad en su dise?o que destaca por encima de las limitaciones de su presupuesto. Kosmokrats resulta inmersivo desde el primer minuto, con un apartado audiovisual sobrio que tiene toda la intenci¨®n de ambientarnos en la carrera espacial de la URSS durante la Guerra Fr¨ªa. Personajes caricaturescos cuya cabeza partida evocan los canadienses de South Park, tipograf¨ªa de letra que imita los carteles sovi¨¦ticos, una banda sonora discreta con ligeras distorsiones que nos hace pensar en un disco envejecido. Y, sobre todo, tecnolog¨ªa vintage que trasciende el apartado cosm¨¦tico y se traslada a la interfaz de juego y al gameplay, como veremos m¨¢s adelante. Su perfecta localizaci¨®n al castellano evidencia una ambientaci¨®n cuidada al m¨¢s m¨ªnimo detalle. El broche de oro de esta obra es un agudo sentido del humor tras el cual subyace una historia tr¨¢gica acompa?ada de una cr¨ªtica pol¨ªticosocial ¨¢cida. As¨ª, se nos presenta el comunismo sovi¨¦tico desde una s¨¢tira que ridiculiza sus errores y contempla con cari?o sus aportaciones en la astronom¨ªa.?

En Kosmokrats, interpretamos a un pelapatatas acostumbrado a los desprecios continuos de sus superiores y que un d¨ªa le cae sobre el regazo un cambio de empleo inesperado: seremos el piloto de un dron dedicado a montar los m¨®dulos de la estaci¨®n espacial. As¨ª, nuestra jornada laboral consistir¨¢ en sentarnos ante el monitor y desde all¨ª controlar el robot de ensamblaje y colocar las piezas correctamente, labor en la que se concentra todo el gameplay.

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Rutina y sorpresas de un piloto de drones

Adem¨¢s, en cada fase tendremos una serie de condiciones que har¨¢ que dotar¨¢ a cada misi¨®n de frescura. Montar el puzle mientras esquivamos a los cosmonautas, montar el m¨®dulo y secuestrar a un ingeniero, procurar no da?ar las reservas de patatas, etc. Las condiciones adicionales a cada misi¨®n no s¨®lo servir¨¢n como aliciente de una puntuaci¨®n extra, sino que formar¨¢n parte de un sistema de decisiones muy interesante que, en lugar de elecci¨®n de di¨¢logos, se dar¨¢ en nuestro compromiso con el trabajo y la excelencia en nuestro cumplimiento de tareas.

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Al final de cada misi¨®n, se nos har¨¢ un resumen de nuestro rendimiento, y la negligencia de los objetivos opcionales se traducir¨¢ en castigos como reducci¨®n de raciones de comida o suspensi¨®n de sueldo durante unas semanas. Estas consecuencias tienen cierta l¨®gica dentro de la toma de decisiones impl¨ªcitas en nuestra forma de jugar: ?o acaso podemos esperar un abastecimiento de patatas generoso cuando hemos destrozado todas las reservas?

Los problemas de ludificar?la gravedad cero

Con nuestra paga, podremos adquirir complementos para nuestro rinc¨®n de trabajo, o la raci¨®n de comida con la que mantener a raya el hambre sin sabotear nuestro rendimiento. Asimismo, el progreso de la historia nos ir¨¢ dirigiendo a decisiones que alteran los acontecimientos y nos llevan a nuevas condiciones durante el montaje de m¨®dulos. Tambi¨¦n se producir¨¢n eventos que nos obligar¨¢ a escoger un sacrificio en favor del r¨¦gimen y que a?adir¨¢ un h¨¢ndicap a nuestra partida o, por otro lado, optaremos a una mejora que nos har¨¢ la jornada m¨¢s llevadera.

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Adem¨¢s, hay un selector de dificultad que permite adaptar el juego a veteranos del g¨¦nero de puzles y a jugadores no tan experimentados. As¨ª, Kosmokrats tiene todos los ingredientes que le convertir¨ªan en un juego muy especial: una narrativa interesante, una inmersi¨®n excelente, un sistema de decisiones que implica al jugador sin caer en elecciones de di¨¢logo expl¨ªcitas, un dise?o de niveles fresco, un humor que nos har¨¢ reflexionar desde la risa¡­ Pero su gran defecto es el propio dise?o de las mec¨¢nicas.

Entendemos la intenci¨®n de Kosmokrats de ofrecer una experiencia realista de lo que es trabajar en el espacio exterior. Entendemos que Pixel Delusion desee ofrecer un desaf¨ªo justo, que obligue al jugador a reaccionar r¨¢pido sin perder la cautela. Entendemos, adem¨¢s, que tal vez la intenci¨®n de los creadores sea transmitirnos la sensaci¨®n de descontento de un empleado que no ha recibido la formaci¨®n adecuada para un empleo insatisfactorio. No obstante, Kosmokrats funcionar¨ªa infinitamente mejor si la jugabilidad no fuera tan frustrante.

Por supuesto que nos encontramos en el espacio, y que la gravedad cero es un escollo con el que debemos lidiar constantemente, y sin esto el t¨ªtulo perder¨ªa todo su encanto. Cuando empujemos una pieza, deberemos tener en cuenta que no se quedar¨¢ en donde estimemos, ni mucho menos en donde calculemos. Y a veces quedar¨¢ en una posici¨®n muy poco colaborativa para nuestro proyecto. He aqu¨ª donde radica el problema: en una sensaci¨®n constante de torpeza y descontrol que nos sacar¨¢ de quicio hasta que completemos la tarea, porque incluso despu¨¦s de acostumbrarnos a la gravedad cero, lidiar con ella siempre ser¨¢ un dolor. A pesar de todo, cada misi¨®n es factible, incluso si deseamos cumplir con los requisitos extra. Pero el proceso es tan poco agradecido que s¨®lo sentiremos ganas de terminar la partida con cada fase. Tampoco ayuda, adem¨¢s, que no podamos desenganchar las piezas, con lo que si hemos cometido un error irreparable debemos aguardar hasta que el contador llegue a cero. Tras las 10 horas de juego aproximadas, y a pesar de haber disfrutado de una comedia videol¨²dica que explora el comunismo con cari?o y cr¨ªtica, pulsaremos con firmeza el ¡°S¨ª¡± cada vez que el juego nos pregunte: ¡°?De verdad de verdad quieres salir¡±?¡± al querer cerrar sesi¨®n.

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