
Rad Rodgers
- PlataformaPCPS47.5XBO7.5
- G¨¦neroAcci¨®n, Plataformas
- DesarrolladorSlipgate Studios
- Lanzamiento21/02/2018
- TextoEspa?ol
- VocesIngl¨¦s
- EditorTHQ Nordic
Rad Rogers, an¨¢lisis
Los estudios independientes siguen siendo fuente de nostalgia recuperando f¨®rmulas que no est¨¢n tan olvidadas. Interceptor Entertainment acierta con este videojuego de plataformas y acci¨®n que hace de su sentido del humor y su excepcional apartado t¨¦cnico sus se?as de identidad.
En numerosas ocasiones la tentaci¨®n de poner al d¨ªa algunas f¨®rmulas cl¨¢sicas termina echando por tierra la intenci¨®n inicial de rememorar aquellos g¨¦neros que nos hicieron disfrutar hace ya d¨¦cadas, y lo que pretend¨ªan ser homenajes a mec¨¢nicas a?ejas se sienten m¨¢s complejos de lo necesario con sistemas de progresi¨®n, modos multijugador online, etc. Los videojuegos eran, por lo general, mucho m¨¢s simples hace 20 o 30 a?os, la diversi¨®n era m¨¢s directa y accesible para todos, no era necesario dedicarles tanto tiempo como en la actualidad, y aunque no es una caracter¨ªstica que se cumpla al 100%, habitualmente tambi¨¦n eran m¨¢s dif¨ªciles. De todo eso va Rad Rogers, un t¨ªtulo sin grandes pretensiones, pero que a base de representar la esencia de cl¨¢sicos de las plataformas y la acci¨®n como Metal Slug o Contra y su sentido del humor -en ocasiones demasiado vulgar-, sabe c¨®mo llegar a los jugadores cl¨¢sicos y cautivar a los nuevos.
Regreso al pasado
Rad Rogers ofrece una retrospecci¨®n no solo jugable, sino que tambi¨¦n es capaz de retrotraer a los jugadores de mayor edad gracias a su premisa argumental, que dicho sea de paso, tampoco es excesivamente relevante. Rad es un chaval que, cada noche a determinada hora, mantiene la habitual discusi¨®n con su madre sobre lo tarde que se le hace jugando a la consola, teniendo que guardarla no sin una buena rabieta de por medio, pero una vez ocurre lo inexplicable: es absorbido por la televisi¨®n e introducido en un videojuego donde conoce a nada menos que una consola llamada Dusty. A partir de aqu¨ª, una sucesi¨®n de saltos, disparos y sencill¨ªsimos puzles. Nada m¨¢s y nada menos que eso, pero lo suficientemente convincente al fin y al cabo.
La premisa argumental es tan sencilla como la jugable, y m¨¢s all¨¢ de la escena inicial, la trama no vuelve a importarnos demasiado durante las escasas 5 horas que dura Rad Rogers. Eso s¨ª, cabe destacar que los cont¨ªnuos chascarrillos entre nuestro protagonista y su electr¨®nico acompa?ante -que cuenta con la voz del doblador de Duke Nukem- destilan un sentido del humor que no deja de otorgarle cierta personalidad al t¨ªtulo, aunque no pocas veces se pasa de vueltas. Por ello no es un videojuego para ni?os a pesar de su aspecto, ya que si bien estos di¨¢logos no todos los j¨®venes lograr¨¢n entenderlos, s¨ª que ser¨¢n capaces de vislumbrar los excesivos borbotones de sangre que destilan de los infelices enemigos.
A la hora de ponernos al mando no encontramos florituras. El desarrollo del juego es el habitual del g¨¦nero, en el que avanzar en un scroll lateral mayoritariamente aunque tambi¨¦n en vertical, y donde no solo las plataformas son la mec¨¢nica exclusiva para dar pasos adelante, sino tambi¨¦n la resoluci¨®n de algunos pocos puzles o el descubrimiento de zonas ocultas o llaves que nos permitan entrar en algunas otras antes inaccesibles. El objetivo principal de cada uno de los 9 niveles -que a la larga se antojan pocos- es encontrar cuatro piezas de una runa para poder pasar al siguiente, algo que, una vez m¨¢s, parte de una premisa sencilla, pero que es m¨¢s complejo de lo que parece. Esto es gracias a un dise?o de niveles que, aunque como dec¨ªamos antes no son demasiados, s¨ª consigue que pasemos como m¨ªnimo un buen cuarto de hora en cada uno de ellos.
No conviene confundir Rad Rogers con lo que conocemos como Metroidvania, ya que no hablamos estrictamente de backtracking, sino m¨¢s bien de cierta complejidad en su dise?o de niveles mediante la cual estos est¨¢n repletos de coleccionables que no aportan mucho a nivel jugable, u objetos que s¨ª nos facilitar¨¢n la labor, como armas m¨¢s poderosas que la inicial o corazones de vida.? Sin embargo s¨ª hay que hablar bien de la integraci¨®n de cada una de sus mec¨¢nicas jugables, pudiendo pasar en apenas unos segundos de estar saltando por troncos que caen de una cascada a liarnos a tiros con una cantidad de enemigos que tampoco nunca alcanzan cifras demasiado numerosas, y todo con una transici¨®n muy natural.
Lo que no podemos esperar es especial innovaci¨®n en ninguno de los dos aspectos. A nivel de plataformeo los elementos habituales del g¨¦nero hacen acto de presencia permanentemente, tales como plataformas flotantes que caen al saltar sobre ellas, lianas en las que balancearse, alg¨²n que otro salto exigente¡ Suelen ser estas fases divertidas, pero conviene insisitir en que no son precisamente la mayor fuente del reto para el jugador, algo que tampoco representan las de acci¨®n, donde deja la sensaci¨®n de que el poder del arma de serie de Rad -no digamos ya de los que puede ir recogiendo durante el transcurso del juego- est¨¢ muy por encima del nivel de los enemigos, que adem¨¢s de no ser excesivamente variados, algunos de ellos cumplen el papel de meras dianas inm¨®viles. Dicho esto¡ ?d¨®nde est¨¢ el reto en Rad Rogers? Pues aunque antes habl¨¢ramos de la dificultad como una se?a de identidad de los juegos cl¨¢sicos, no es este un t¨ªtulo que sepa cumplirlo con creces, y seguramente la mayor complejidad nos la vayamos a encontrar en la considerable distancia que hay entre puntos de control, la cual al morir, nos hace volver sobre nuestros pasos, pero incomprensiblemente, los enemigos que hubi¨¦ramos derrotado previamente ya no seguir¨¢n ah¨ª.
Este desarrollo, junto con la escasez de jefes finales -aunque no ausencia total- hace de Rad Rogers un juego cuya duraci¨®n es su mayor enemigo. Por una parte, su sencillez hace que no haga falta invertir mucho tiempo para que se sienta repetitivo, pero por otra, cuando comienza a asemejarse a un videojuego dif¨ªcil, ya se ha terminado. S¨ª hay algunos momentos en los que quiere desviarse de lo habitual, ya que para reconstruir algunas plataformas desaparecidas y as¨ª arreglar el videojuego en que se ambienta, Dusty tiene que visitar el Pixelverso, una suerte de mundo laber¨ªntico -donde no es f¨¢cil perderse- en el que encontrar esas plataformas o devolver la corriente a trav¨¦s de sencillos puzles consistentes en conectar nodos el¨¦ctricos. Por desgracia, estas fases no aportan demasiado a ning¨²n nivel, y m¨¢s bien sirven para cortar el ritmo.
Gran trabajo audivisual
Rad Rogers no deja de ser un videojuego independiente, pero ofrece un apartado t¨¦cnico impropio de este tipo de producciones. El Unreal Engine 4 sirve para recrear unos fant¨¢sticos y bellos niveles tridimensionales y entornos realmente variados con una amplia paleta de colores predominantemente vivos, sean estos c¨¢lidos u oscuros. Todo el gran trabajo en las fases habituales no se mantiene en el Pixelverso, aunque son estas tan cortas que afortunadamente no consigue enturbiar el fant¨¢stico trabajo de los artistas con los escenarios y personajes, de aspecto cartoon e infantil aunque luego otros aspectos dejen claros que no se trata de un juego para ni?os. Para m¨¢s inri, su interfaz y hud con est¨¦tica retro pixelada es todo un gui?o a lo que el juego pretende, que no es sino recordar otros tiempos no tan olvidados.
Y a nivel sonoro el trabajo no es menos excepcional, con melod¨ªas con claro sabor a?ejo, algunas incluso en tono de 16 bits, pero que saben combinar con otras piezas rockeras que encajan no solo con las fases de acci¨®n, sino tambi¨¦n con el car¨¢cter rebelde y gamberro que quiere destilar el juego. Adem¨¢s, se completa con un m¨¢s que correcto doblaje, que no solo presume de muy buenas interpretaciones, sino tambi¨¦n, como dec¨ªamos antes, la voz de Jon St. John, la mis que del legendario Duke Nukem.
An¨¢lisis realizado en su versi¨®n de PS4 est¨¢ndar.
Bueno
Cumple con las expectativas de lo que es un buen juego, tiene calidad y no presenta fallos graves, aunque le faltan elementos que podr¨ªan haberlo llevado a cotas m¨¢s altas. C¨®mpralo sin miedo.