Regreso al Pasado: Generaci¨®n Cero

Regresemos a la pregunta planteada en el primer p¨¢rrafo. ?Es joven la industria del videojuego? La opini¨®n de este humilde servidor de ustedes es clara: no, no lo es. Dej¨® de serlo cuando la inocencia comenz¨® a dar paso a la ambici¨®n, lo que ni mucho menos sucedi¨® de la noche a la ma?ana, aunque podr¨ªamos fijar el punto de partida m¨¢s o menos a principios de los 90, cuando las ventas de videojuegos comenzaron a crecer hasta las estratosf¨¦ricas cotas registradas hoy d¨ªa. Lo malo es que, de nuevo en opini¨®n de este humilde servidor de ustedes, la industria ha crecido, s¨ª; se ha desarrollado, tambi¨¦n; pero no ha madurado. A mis ojos, la industria es un adulto que acaba de entrar en la crisis de los 40, pero que todav¨ªa va por ah¨ª con pa?ales, babero y sonajero. Y ha sido esta generaci¨®n la que m¨¢s claramente ha confirmado mis convicciones al respecto. La industria a¨²n tiene ante s¨ª mucho camino por delante si lo que quiere es madurar y transformar la percepci¨®n que de ella todav¨ªa guardan muchos estamentos de la sociedad. Pero desde luego, parece que en lugar de aprender contin¨²a empecinada en orinarse encima mientras se contempla el ombligo con una sonrisa idiota en la cara. Los cambios producidos durante el desarrollo de un videojuego que van destinados a esquivar, obviar o edulcorar temas tan preocupantes como las violaciones, el fanatismo religioso o las torturas (en Tomb Raider, Bioshock Infinite y el pr¨®ximo Splinter Cell, respectivamente) son buena muestra de ello. En cine, vale; en literatura, perfecto; en c¨®mic, adelante¡­ pero, ?en videojuego? ?Por Dios, no! ?En videojuego no! Y lo m¨¢s triste de todo es que son los propios desarrolladores los primeros en bajar los brazos en cuanto comienzan a llegar las quejas provenientes de los de siempre, de ah¨ª la inmadurez del medio a la que acababa de hacer menci¨®n.

Pero no saquemos los pies del tiesto. No estamos aqu¨ª para debatir la juventud o madurez de la industria, sino para celebrar sus ya m¨¢s de cuatro d¨¦cadas de historia. En el reciente 2012 se cumplieron varios aniversarios de gran importancia y notable calado. Plataformas tan m¨ªticas e inmortales como Spectrum y Commodore 64 cuentan ya con algo m¨¢s de 30 casta?as a sus espaldas, mientras sagas y franquicias tan importantes y trascendentales como Metal Gear y Street Fighter se pueden jactar de que un cuarto de siglo contempla ya sus logros y haza?as. Sin embargo, los aniversarios m¨¢s importantes no fueron otros que las cuatro d¨¦cadas cumplidas tanto por el juego Pong como por la consola Magnavox Odyssey. ?Y por qu¨¦ fueron los m¨¢s importantes? Bueno, que tanto Pong como Odyssey cumplan cuatro d¨¦cadas es como decir que nos encontramos ante el 40 aniversario de la industria en general, dado que estos dos productos significaron el pistoletazo de salida para el gigantesco entramado industrial y empresarial que es a d¨ªa de hoy esto del videojuego. Productos que pueden ser considerados videojuegos ya exist¨ªan antes de 1972, tal y como veremos a lo largo del presente reportaje, pero fueron las creaciones de Ralph Baer, Nolan Bushnell y Ted Dabney las que demostraron que aquello de mover palitos, puntitos y triangulitos mostrados en una pantalla pod¨ªa convertirse con el tiempo en algo muy, pero que muy grande.

Todo esto supone la excusa ideal para dar salida a algo que se llevaba gestando en mi cabeza desde hace tiempo: un art¨ªculo dedicado en exclusiva a repasar los or¨ªgenes del videojuego. Si esto de los RaPs llegara alg¨²n d¨ªa a ver la luz en forma de libro (s¨ª, de esos de papel; s¨ª, esas cosas anal¨®gicas y obsoletas que compraban y le¨ªan nuestros abuelos), sin duda lo que vais a leer a continuaci¨®n no ser¨ªa otra cosa que el primer cap¨ªtulo de la obra. O tal vez el pr¨®logo, puesto que 1972 no ser¨¢ nuestro punto de partida, sino de destino, ya que lo enfocaremos todo en prestar atenci¨®n a la prehistoria del videojuego, a aquellos a?os AP (Antes de Pong) en los que a unos cuantos visionarios se les ocurri¨® usar esas tit¨¢nicas computadoras que ocupaban habitaciones enteras para algo m¨¢s que procesar datos. Todo comenz¨® ni m¨¢s ni menos que en 1947; aunque, si es por apuntar al pasado, podr¨ªamos programar nuestro viejo y fiel DeLorean para que nos llevara incluso hasta 1889, a?o de la fundaci¨®n de Nintendo.

Pero no nos iremos tan atr¨¢s (eso s¨ª, si quer¨¦is conocer al dedillo el casi siglo de historia de la Nintendo anterior a los videojuegos, recomiendo encarecidamente la obra The History of Nintendo Vol. 1, una gozada que deber¨ªa ser libro de cabecera de todo aficionado a nuestro querido mundillo que se precie de serlo). En lugar de ello, nos concentraremos en revelar c¨®mo surgieron los videojuegos propiamente dichos. Ser¨¢ un viaje de descubrimiento repleto de an¨¦cdotas y curiosidades, y desde este teclado me concentrar¨¦ especialmente en hacerlo lo m¨¢s ameno y entretenido posible, para que as¨ª os entre el gusanillo de hacer click en la p¨¢gina siguiente, y as¨ª hasta llegar al final del texto. Espero alcanzar mi objetivo. Sin m¨¢s dilaci¨®n, el DeLorean nos espera.

Antes de nada, una aclaraci¨®n: es muy dif¨ªcil responder a la pregunta de cu¨¢l fue el primer videojuego de la historia. Dicho interrogante recibir¨¢ una u otra respuesta dependiendo tanto de la fuente consultada como de la percepci¨®n que cada cual tenga sobre qu¨¦ es un videojuego y qu¨¦ elementos debe poseer para ser considerado como tal. Son varios los t¨ªtulos que se disputan dicho honor, y son incluidos o excluidos de la que podr¨ªamos llamar ¡°Generaci¨®n Cero¡± dependiendo de muchos factores. En el presente art¨ªculo no excluiremos nada, ya que la intenci¨®n no es otra que redactar el reportaje m¨¢s completo posible. As¨ª que todos estos proyectos, algunos de los cuales acabar¨ªan influyendo de una u otra manera en los productos que s¨ª supusieron el g¨¦nesis de la industria, ser¨¢n tratados con igual atenci¨®n. Sin m¨¢s dilaci¨®n, damas y caballeros, con todos ustedes la prehistoria del videojuego, que tuvo como punto de partida la segunda mitad de la d¨¦cada de los 40.

Dispositivo de entretenimiento de tubo de rayos cat¨®dicos, el Ad¨¢n del videojuego

Posiblemente a nadie le sonar¨¢ el nombre de Thomas Toliver Goldsmith Jr. (1910-2009). Pues bien, nos encontramos ni m¨¢s ni menos que ante el co-creador de una patente que dar¨ªa origen al primer registro conocido de un videojuego. Goldsmith era ya desde su adolescencia un apasionado de la ingenier¨ªa, algo que le llevar¨ªa a investigar y trastear con aparatos de todo tipo, desde radios hasta osciloscopios, pasando por tubos de rayos cat¨®dicos. Es precisamente en esto ¨²ltimo en lo que debemos centrarnos, dado que, en 1947, tanto Goldsmith como su socio Estle Ray Mann se inspiraron en la tecnolog¨ªa existente en la ¨¦poca (sobre todo los radares que comenzaron a usarse en la Segunda Guerra Mundial) para poner en marcha una patente de lo m¨¢s curiosa.

Dicha patente, en concreto la n¨²mero 2.455.992 de territorio estadounidense, es bastante reveladora ya desde la primera l¨ªnea que define el concepto de lo que tanto Goldsmith como Mann tienen en mente: ¡°Este invento se refiere a un dispositivo con el que se puede jugar¡±, reza la denominaci¨®n del proyecto. Dicho dispositivo tendr¨ªa como elementos un tubo de rayos cat¨®dicos (pieza fundamental de los televisores que se han venido usando hasta hace pocos a?os), un osciloscopio (pieza fundamental de un instrumento de medici¨®n electr¨®nica) y dos peque?as ruedas giratorias a modo de controles. Lo que se pretend¨ªa conseguir era ni m¨¢s ni menos que dar a luz un videojuego, aunque l¨®gicamente eso era algo de lo que nadie se dio cuenta en aquel momento dado que dicha noci¨®n simplemente no exist¨ªa (la propia palabra ¡°videojuego¡± no se acu?ar¨ªa hasta 1973). La mec¨¢nica del t¨ªtulo, curiosamente, pose¨ªa no pocos puntos en com¨²n con un videojuego que ver¨ªa la luz m¨¢s de 30 a?os despu¨¦s: Missile Command (Atari, 1980). Eso s¨ª, con los papeles invertidos: el jugador controlar¨ªa los misiles que el dispositivo generaba con el objetivo de hacerlos impactar en diversos blancos. El m¨¦todo con el que Goldsmith y Mann pretend¨ªan que el jugador interactuara con el dispositivo (el ¡°mando de control¡±, para entendernos) era bastante enrevesado, pero tambi¨¦n muy ingenioso dadas las obvias limitaciones tecnol¨®gicas de la ¨¦poca.

As¨ª, el jugador tomar¨ªa control directo del ca?¨®n de electrones del dispositivo (esta pieza es la que genera y dirige el haz de electrones de un tubo de rayos cat¨®dicos) mediante un sistema de control similar al del popular Telesketch, un juguete que todos, o al menos los que ya peinamos alguna que otra cana, conocimos en nuestra ni?ez. Pero aquello era algo en lo que tampoco cay¨® nadie en aquel momento, dado que el Telesketch no se inventar¨ªa hasta 1959. As¨ª, lo de usar dos mandos giratorios, uno para controlar el movimiento horizontal y otro el vertical, para que el usuario pudiera dirigir a placer el ca?¨®n de electrones de un tubo de rayos cat¨®dicos era algo sin duda revolucionario. El ca?¨®n de electrones emitir¨ªa un haz que quedar¨ªa reflejado en la pantalla del dispositivo como un punto. Dicho punto ser¨ªa el ¡°misil¡± que el jugador deb¨ªa dirigir hacia los diferentes objetivos, unos blancos que quedar¨ªan superpuestos sobre la pantalla mediante l¨¢minas (concepto que fue posteriormente usado por la Magnavox Odyssey para ¡°mejorar¡± sus gr¨¢ficos y jugabilidad), dado que eso de generar gr¨¢ficos era por aquella ¨¦poca cosa de ciencia ficci¨®n. En cuanto a los impactos de los misiles sobre cada objetivo, ¨¦stos deb¨ªan registrarse mec¨¢nicamente dada la imposibilidad de hacerlo de alguna otra manera (vamos, que lo de los marcadores en pantalla tambi¨¦n era por entonces impensable).

Desgraciadamente, y tal y como sucede con una parte de los ingenios que forman la Generaci¨®n Cero, no se conserva en la actualidad ning¨²n dispositivo con el que se pueda probar este ¡°Missile Command invertido¡±. La raz¨®n no es otra que el hecho de que el aparato que acabamos de rese?ar no pas¨® del papel a la realidad. Se rumorea que lleg¨® a existir alg¨²n prototipo, pero nada ha trascendido hasta nuestros d¨ªas, as¨ª que no contamos con prueba alguna de que dicho prototipo llegara a materializarse. Lo que s¨ª se conserva es el propio documento de la patente, el cual desgrana con todo lujo de detalles lo que pod¨ªa haber sido el primer videojuego de la historia. Pero los altos costes necesarios para crear este ¡°Dispositivo de entretenimiento de tubo de rayos cat¨®dicos¡±, unido a las obvias limitaciones t¨¦cnicas de la ¨¦poca, impidieron que este sue?o de dos visionarios llegara a hacerse realidad.

Chess, las computadoras hacen su primer movimiento

Puede que algunos os pregunt¨¦is la raz¨®n por la que las computadoras caseras provenientes de las generaciones de los 8 y 16 bits reciban el nombre gen¨¦rico de ¡°microordenadores¡±; despu¨¦s de todo, tampoco son tan min¨²sculos como para recibir el apelativo de ¡°micro¡±. Sin embargo, si observamos las computadoras existentes antes de que pioneros como Steve Jobs o Sir Clive Sinclair se las ingeniaran para introducir el ordenador en los hogares de forma masiva, entonces el t¨¦rmino ¡°microordenador¡± cobra todo su significado. Las primeras computadoras, usadas para prop¨®sitos administrativos, cient¨ªficos o militares y muy alejadas del concepto de ordenador (no pose¨ªan procesadores o cualquier otro elemento inform¨¢tico), pod¨ªan ocupar habitaciones enteras. Reducir eso hasta algo que pudiera ponerse encima de una mesa sin problema alguno era sin duda microsc¨®pico en comparaci¨®n.

Precisamente fueron esas primeras computadoras gigantescas las que acabaron convirti¨¦ndose en los ¡°sistemas¡± que dieron cobijo a la mayor¨ªa de videojuegos de la Generaci¨®n Cero. La Ferranti Mark I tuvo el honor de ser la primera computadora electr¨®nica creada con prop¨®sitos comerciales, es decir, dise?ada para venderse a terceros en lugar de ser usada para prop¨®sitos gubernamentales. Baratas, lo que se dice baratas, no eran, por no hablar del espacio que se necesitaba para ubicarlas. As¨ª, estos primeros modelos comerciales fueron adquiridos en su mayor¨ªa por entidades universitarias. En concreto, la Ferranti Mark I fue enviada a la Universidad de Manchester en febrero de 1951, y los acad¨¦micos que all¨ª resid¨ªan no tardaron demasiado tiempo en comenzar a trastear con ella.

El proyecto que a nosotros m¨¢s nos interesa fue llevado a cabo en noviembre de aquel mismo a?o por el Dr. Dietrich Prinz: un juego de ajedrez. No solo es el primer programa que simula esta disciplina, sino tambi¨¦n el primer juego creado usando una computadora como soporte y herramienta. Tomando como referencia los apuntes y teor¨ªas desarrollados en 1947 por Alan Turing, un matem¨¢tico brit¨¢nico colega de Prinz que reflexion¨® sobre el futuro desarrollo de un programa de ajedrez como perfecto ejemplo de la inteligencia artificial que podr¨ªan llegar a alcanzar las computadoras, el doctor Dietrich logr¨® alcanzar su objetivo. Eso s¨ª, el programa de ajedrez era obviamente muy limitado, y necesitaba unos 20 minutos para examinar y calcular todos los posibles movimientos de cada jugada (los cuales pueden dar lugar a miles de combinaciones como los aficionados al ajedrez sin duda sabr¨¢n); adem¨¢s, Dietrich tampoco logr¨® que el programa emulara acciones como el enroque o el doble movimiento. En definitiva, a¨²n tendr¨ªa que transcurrir mucho tiempo hasta que se lograra programar un juego de ajedrez capaz de ganar a todo un campe¨®n del mundo, pero como primer intento no estaba nada mal. Como curiosidad, la Ferranti Mark I tambi¨¦n puede vanagloriarse de ser el sistema que gener¨® y grab¨® las primeras notas de m¨²sica computerizada de la historia, tal y como podeis comprobar en el siguiente video.

Ferranti, compa?¨ªa creada en 1882 y que, tras varias reestructuraciones y transformaciones, acab¨® entrando en bancarrota en 1993, era algo as¨ª como la Apple de la ¨¦poca, dado que sentaba c¨¢tedra con cada nuevo proyecto al tiempo que romp¨ªa cualquier convenci¨®n preestablecida. No contenta con crear la primera computadora comercial a inicios de la d¨¦cada de los 50, inmediatamente despu¨¦s no se le ocurri¨® otra cosa que crear algo as¨ª como el primer sistema dedicado a videojuegos (aunque de ¡°video¡± a¨²n no hubiera nada de nada, y lo de ¡°juegos¡± fuera m¨¢s bien en singular), el Ferranti Nimrod. Y decimos lo de ¡°sistema dedicado¡± ya que fue la primera computadora que desde un inicio se desarroll¨® con el objetivo de jugar. Pero pong¨¢monos en antecedentes. En el verano de 1951, el gobierno brit¨¢nico decidi¨® preparar lo que se dio en llamar el Festival of Britain, un evento de ciencia y tecnolog¨ªa que pretend¨ªa servir de escaparate puntero para hacer ver tanto a los ciudadanos brit¨¢nicos como al resto del mundo que el Reino Unido se hab¨ªa recuperado definitivamente de las terribles heridas sufridas durante la Segunda Guerra Mundial. Dado que por aquella ¨¦poca no hab¨ªa un E3 del que echar mano, Ferranti acab¨® presentando su ¡°consola¡± en dicho Festival of Britain. Nimrod, la primera computadora digital creada exclusivamente para jugar, desde luego destac¨® entre el resto de cacharreo vintage con el que comparti¨® el evento.

Como buena consola cl¨¢sica, Nimrod ven¨ªa con un (¨²nico) t¨ªtulo cargado en memoria: Nim, una adaptaci¨®n de un sencillo juego estrat¨¦gico proveniente de la China milenaria, y que por lo tanto se llevaba jugando desde hac¨ªa mucho, mucho tiempo. Las reglas iniciales son simples (aunque las estrategias a seguir ya profundizan m¨¢s y requieren mayor habilidad y dedicaci¨®n): sobre la mesa hay un grupo de fichas (tambi¨¦n vale cualquier clase de objeto: l¨¢pices, cerillas, cacat¨²as si conseguimos que se queden quietas¡­) divididas en varios montones, con un n¨²mero variable de fichas/objetos por mont¨®n; el objetivo final de este juego para dos jugadores es ser el ¨²ltimo en coger una pieza, aunque existe una variante del Nim en el que se cambian las tornas y el ¨²ltimo en coger una pieza es el perdedor. Bien, Nimrod pod¨ªa simular ambas facetas de juego (primera computadora creada expresamente para jugar y primer t¨ªtulo con opciones de juego, toma ya, dos p¨¢jaros de un tiro), y lo hac¨ªa mediante un panel de luces con el que se pod¨ªa seguir el n¨²mero de fichas que se iban restando conforme el juego avanzaba. Aunque Nimrod fue creada m¨¢s para demostrar de forma directa y sencilla c¨®mo funcionaba una computadora digital que para simplemente jugar, tambi¨¦n fue el primer sistema en indicar que estos en principio voluminosos cacharros destinados a la investigaci¨®n y el trabajo tambi¨¦n pod¨ªan llegar a tener una funci¨®n de ocio.

?Existe un juego m¨¢s sencillo, directo, y f¨¢cil de jugar que las tres en raya? Hace mucho, mucho tiempo, cuando esto de los smartphones, las tabletas y las consolas port¨¢tiles eran coto exclusivo del Se?or Spock, Doc Emmet Brown y poca gente m¨¢s, en los centros acad¨¦micos solo se dispon¨ªa de papel y bol¨ªgrafo para matar el tiempo durante las aburridas clases de matem¨¢ticas o las lluviosas jornadas en el patio del recreo, e incluso a veces ni eso. Pues bien, unas socorridas l¨ªneas entrecruzadas sobre la arena (o el pupitre), unos cuantos objetos a modo de fichas, y ya ten¨ªamos listo el tablero para jugar a las tres en raya. Por lo visto, el profesor de ciencias computerizadas Alexander ¡°Sandy¡± Douglas (1921-2010) sol¨ªa jugar a las tres en raya en sus a?os mozos, puesto que acab¨® creando el que muchos consideran primer videojuego de la historia, ya que aqu¨ª s¨ª entraba en la ecuaci¨®n el t¨¦rmino ¡°video¡±: OXO, un simulador de la mencionada disciplina.

La plataforma bajo la que se lanz¨® dicho juego de forma exclusiva (mu¨¦rete de envidia, Nimrod) fue la ¡°calculadora autom¨¢tica con almacenamiento electr¨®nico por demora¡±, o EDSAC para los amigos si nos atenemos a sus siglas en ingl¨¦s. Dicha computadora, creada por un equipo de la Universidad de Cambridge, recibi¨® su puesta de largo en 1949, cumpliendo la funci¨®n de ejecutar diversos c¨¢lculos matem¨¢ticos mediante programas (fue la primera computadora en lograr hacerlo, pudiendo trabajar desde ra¨ªces cuadradas hasta n¨²meros primos) hasta que en 1951 (o 52, dependiendo de la fuente consultada) entr¨® en escena el profesor Douglas con su idea. OXO fue elaborado por Sandy Douglas como un ejemplo de su tesis de doctorado en filosof¨ªa, mediante la que pretend¨ªa demostrar hasta d¨®nde pod¨ªa llegar la interacci¨®n hombre-computadora en aquellos tiempos. Dado que el EDSAC no hab¨ªa sido ideado para ponerse a jugar a las tres en raya, Sandy Douglas tuvo que buscar un controlador que sirviera para introducir los comandos del juego. Y como no se pod¨ªa echar mano de un Wiimote dado que por aquella ¨¦poca Nintendo a¨²n segu¨ªa con aquello de las cartas, Sandy acab¨® modificando el que posiblemente era el controlador m¨¢s extendido de entonces: un dial rotatorio de tel¨¦fono, como ese que vuestros abuelos guardan en su casa como si de una pieza de museo se tratara (que ya pr¨¢cticamente lo es, por otro lado).

Si por algo destacaba el EDSAC respecto a otras computadoras de la ¨¦poca era por poseer, en lugar de los por entonces habituales diodos de lucecitas, un peque?o tubo de rayos cat¨®dicos a modo de pantalla, el cual alcanzaba la incre¨ªble resoluci¨®n de 35x16 puntos; algo alejada de la alt¨ªsima definici¨®n 4K de la que tanto se habla ahora, pero bueno, tanto el bueno de Sandy como su OXO ten¨ªan suficiente con aquella modesta, aunque puntera para la ¨¦poca, pantalla. No hab¨ªa modo para dos jugadores, ni multijugador online, pero OXO s¨ª daba la posibilidad de jugar contra la m¨¢quina. Sandy asombr¨® a sus colegas universitarios con aquel primer juego de la historia en combinar pantalla, ordenador y controlador, aunque la cosa no pas¨® de ah¨ª dado que ni el EDSAC sali¨® de Cambridge ni a nadie se le ocurri¨® desarrollar la idea por otras v¨ªas, as¨ª que OXO permaneci¨® en el anonimato hasta que a?os despu¨¦s, ya con una industria del ocio electr¨®nico m¨¢s o menos formada, se redescubri¨® la existencia de este abuelo antediluviano de los videojuegos.

Draughts, tras el ajedrez, llegan las damas

Ya hemos hablado anteriormente del intento m¨¢s o menos exitoso de crear un juego de ajedrez por computadora llevado a cabo en 1951. Pues bien, durante el mismo a?o (como pod¨¦is ver, el 51 fue un a?o clave para la Generaci¨®n Cero) se llev¨® a cabo un intento similar, en esta ocasi¨®n tomando como referencia el juego estrat¨¦gico de tablero m¨¢s difundido despu¨¦s del ajedrez: las damas. Christopher Strachey (1916-1975), un pionero cient¨ªfico brit¨¢nico especializado en computadoras, fue el encargado de llevar a buen puerto el proyecto. As¨ª, en enero de 1951, Strachey entr¨® en el Laboratorio Nacional de F¨ªsica del Reino Unido, ubicado en Teddington, Inglaterra. All¨ª fue donde se top¨® con la Automatic Computing Engine (ACE para los m¨¢s allegados), una computadora especializada en aritm¨¦tica de coma flotante. Mientras Strachey trabajaba en el laboratorio, sol¨ªa usar sus ratos libres para trastear con la ACE, hasta que tan solo un mes despu¨¦s ten¨ªa listo Draughts, un programa para jugar a las damas en el voluminoso cacharro.

Sin embargo, la memoria del ACE quedaba asfixiada cada vez que su Draughts se pon¨ªa en marcha. Era algo as¨ª como intentar jugar al Crysis 3 con todo al m¨¢ximo en un 486, por lo que en meses venideros Strachey se centr¨® en modificar su programa para que el ACE pudiera gestionarlo sin sobresaturarse en el proceso. Aunque a finales de julio del 51 Strachey ya hab¨ªa conseguido una versi¨®n funcional, algo as¨ª como una beta de hoy en d¨ªa, a sus o¨ªdos lleg¨® la existencia de una m¨¢quina m¨¢s potente que el ACE, la Manchester Mark 1 (antecesora de la Ferranti Mark 1, computadora en la que se program¨® el primer juego de ajedrez). Finalmente, Strachey decidi¨® ponerse en contacto con Alan Turing (quien tuvo mucho que ver con dicho primer juego de ajedrez), un antiguo compa?ero de estudios suyo, para que le facilitara los manuales de la Manchester Mark 1. Tras estudiarlos, logr¨® mejorar el rendimiento de la ACE, y por tanto de su programa de damas, el cual qued¨® definitivamente finalizado tres meses despu¨¦s.? Al igual que el resto de t¨ªtulos de la Generaci¨®n Cero, posteriormente este proyecto cay¨® en el olvido hasta que a?os despu¨¦s fue reconocido como uno de los juegos pioneros anteriores al nacimiento de la industria del videojuego.

Tennis for Two, los videojuegos se revelan como la mejor cura para el aburrimiento

Nos desplazamos ahora hasta el a?o 1958. El lugar: Laboratorio Nacional Brookhaven, situado en Upton, Nueva York, y dedicado a la investigaci¨®n nuclear. Mientras llevaba a cabo sus obligaciones laborales diarias, al f¨ªsico William ¡°Willy¡± A. Higinbotham (1910-1994) no se le escapaba el soberano aburrimiento del que eran presa la mayor¨ªa de visitantes que se recib¨ªan anualmente en las instalaciones. Dichas visitas se ofrec¨ªan con el objetivo de demostrar al p¨²blico neoyorquino lo seguras que eran las instalaciones, y con ello hacer algo menos amenazante el t¨¦rmino ¡°laboratorio de investigaci¨®n nuclear¡±. Con el objetivo de ofrecer algo de diversi¨®n a dicho p¨²blico y hacer m¨¢s amigables las visitas, Higinbotham decidi¨® trastear con una de las computadoras del laboratorio, la cual era capaz de calcular trayectorias de misiles bal¨ªsticos, para darle un uso mucho m¨¢s jovial y accesible. Usando el osciloscopio de dicha computadora a modo de pantalla, el f¨ªsico se las arregl¨® para crear un simulador de tenis que mostraba desde una perspectiva lateral la superficie de juego (una larga l¨ªnea horizontal) y la red (una peque?a l¨ªnea vertical), mientras que un punto brillante hac¨ªa las veces de pelota.

Tanto la perspectiva usada como las capacidades de la m¨¢quina que Willy estaba modificando permit¨ªan brindar a la pelota unas cualidades f¨ªsicas y gravitatorias muy interesantes y asombrosamente realistas. Finalmente, dos controladores de aluminio servir¨ªan para controlar el juego, equipados con un peque?o stick rotatorio para modificar el ¨¢ngulo de trayectoria de la bola y un bot¨®n para golpear ¨¦sta. No exist¨ªa m¨¢s representaci¨®n gr¨¢fica que superficie, red y pelota, por lo que el resto de elementos quedaban como coto exclusivo de la imaginaci¨®n del jugador. Finalmente, tanto Higinbotham como el t¨¦cnico especialista Robert V. Dvorak, quien ech¨® una mano a la hora de ensamblar el dispositivo, tuvieron listo el juego en tres semanas, bautiz¨¢ndolo como Tennis for Two. Hab¨ªa nacido una leyenda, as¨ª como el t¨ªtulo m¨¢s conocido de la Generaci¨®n Cero junto a Spacewar! Como ya hemos visto anteriormente, Tennis for Two no es el primer juego elaborado usando una computadora como soporte, ni tampoco el primer t¨ªtulo en utilizar un dispositivo visual a modo de pantalla, pero s¨ª es pionero en estar directamente dirigido al p¨²blico, a lo que m¨¢s tarde se dar¨ªa en llamar usuario. No es un juego creado por acad¨¦micos para acad¨¦micos, con el simple objetivo de elaborar algo diferente o demostrar qu¨¦ puede hacerse con una computadora, ni un t¨ªtulo de ¡°m¨ªrame pero no me toques¡± desarrollado para ser exhibido en una feria. Tennis for Two hab¨ªa sido creado para entretener al respetable, y vaya si logr¨® hacer valer su funci¨®n. Fueron cientos los visitantes que, aguardando pacientemente en una ordenada cola que pod¨ªa durar horas, probaron el juego mientras el resto de exhibidores dedicados a dar fe de lo requeteseguro que era trastear con el ¨¢tomo y la energ¨ªa nuclear eran directamente ignorados.

Tennis for Two solo lleg¨® a ser exhibido en otra ocasi¨®n m¨¢s: durante la siguiente jornada de visitas que tuvo lugar ya en oto?o de 1959. Higinbotham aprovech¨® dicha ocasi¨®n para mejorar el juego tanto gr¨¢fica como jugablemente. As¨ª, la pantalla que serv¨ªa para visualizar el juego pas¨® de las 5 a las 17 pulgadas, se a?adi¨® un bot¨®n m¨¢s al controlador que serv¨ªa para medir la fuerza de los golpes a la bola y se modific¨® la f¨ªsica para simular distintas condiciones gravitatorias, como si de jugar en un campo terrestre pas¨¢ramos a hacerlo en uno lunar o marciano. Ni que decir tiene que el ¨¦xito volvi¨® a ser arrollador, y las kilom¨¦tricas colas de centenares de personas coparon de nuevo todo el protagonismo de aquella jornada de visitas. Seguramente por ello, los gerifaltes del Laboratorio Nacional Brookhaven decidieron cortar por lo sano antes de que aquellas instalaciones dedicadas a la investigaci¨®n nuclear acabaran convirti¨¦ndose en el primer sal¨®n recreativo de videojuegos de la historia, ordenando a Higinbotham que desmantelara Tennis for Two y usara los componentes en algo m¨¢s ¡°¨²til¡±, como calcular trayectorias de misiles bal¨ªsticos destinados a?matar comunistas.

En principio, ninguno de los centenares de visitantes que jugaron a Tennis for Two vieron una viabilidad comercial a aquella idea; solo con el paso de los a?os surgieron algunos nombres de jugadores de aquel t¨ªtulo que acabaron formando parte de la industria de una u otra forma. Tal fue el caso de David Ahl, futuro fundador de Creative Computing, una de las primeras y m¨¢s influyentes revistas especializadas de los 70. Tambi¨¦n un estudiante de secundaria se interes¨® especialmente por el juego, hasta el punto de pedir a Higinbotham los diagramas y esquemas de Tennis for Two, el cual no tuvo problema en proporcion¨¢rselos; m¨¢s tarde se sabr¨ªa que aquel estudiante de secundaria acab¨® siendo presidente de una de las primeras (y m¨¢s que numerosas) empresas dedicadas a producir videojuegos para televisi¨®n durante los a?os posteriores al ¨¦xito de Pong, aunque tanto el nombre de la empresa como del antiguo estudiante de secundaria se han perdido en los anales de la historia.

En cuanto a William ¡°Willy¡± A. Higinbotham, ¨¦l tampoco supo ver en un principio que aquello que hab¨ªa inventado llegar¨ªa alg¨²n d¨ªa a tener cualquier clase de viabilidad comercial, as¨ª que no registr¨® su invento. Pero, tal y como acabamos de mencionar en el anterior p¨¢rrafo, Tennis for Two qued¨® marcado a fuego en la memoria de los centenares de visitantes que lo probaron, por lo que a?os despu¨¦s Higinbotham obtuvo el reconocimiento que merec¨ªa por parte de la industria, aunque desde luego no de la manera que ¨¦l habr¨ªa querido. En 1972, Ralph H. Baer (inventor de Magnavox Odyssey, la primera consola de videojuegos), Nolan Bushnell y Allan Alcorn (creadores de Pong, la primera recreativa de ¨¦xito de la historia) se convirtieron en los definitivos Padres Fundadores de la industria del videojuego al dar al fin una salida comercial y viable a lo que hasta entonces hab¨ªan sido proyectos, ensayos e intentos infructuosos. Pues bien, poco despu¨¦s y a ra¨ªz del ¨¦xito de Pong comenzaron a surgir juegos de tenis hasta de debajo de las piedras; y lo gracioso era que el mismo Nolan Bushnell hab¨ªa tenido la idea para desarrollar Pong tras asistir a una demostraci¨®n que Ralph Baer hab¨ªa efectuado de su videoconsola alg¨²n tiempo atr¨¢s, en la que el juego mostrado era un simulador de tenis de mesa. Baer y Sanders Associates/Magnavox (la empresa para la que Baer desarroll¨® su invento) dieron entonces inicio a diversos procedimientos judiciales para tratar de demostrar que aquello del videojuego de tenis era idea de Baer, y que todo aquel que quisiera hacer algo similar tendr¨ªa que pagar royalties. Los tribunales acabaron dando la raz¨®n a Baer y Magnavox, por lo que a partir de entonces todo el que quer¨ªa desarrollar un videojuego de tenis, desde Atari hasta Activision, deb¨ªa antes pagar a quienes hab¨ªan patentado la idea.

As¨ª fue durante unos a?os, hasta que nos trasladamos a 1985. La compa?¨ªa japonesa Nintendo cambia el nombre de Family Computer, su videoconsola de 8 bits, a Nintendo Entertainment System (NES para los amigos), y la lanza en Estados Unidos acompa?ada de una remesa inicial de 18 t¨ªtulos. Entre dichos videojuegos se encontraba (seguro que lo hab¨¦is adivinado) un juego de tenis, y como tambi¨¦n pod¨¦is imaginar no pas¨® mucho tiempo hasta que Sanders Associates reclam¨® su trozo de pastel de ese juego de tenis que con tanta alegr¨ªa estaba comercializando Nintendo. Pero la gran N, que ya por entonces gustaba m¨¢s de cobrar royalties que de tener que pagarlos, puso en marcha un proceso de investigaci¨®n gracias al que acab¨® descubriendo que, muchos a?os antes de que Baer efectuara la famosa demostraci¨®n del videojuego de tenis, hab¨ªa existido algo llamado Tennis for Two, por lo que la compa?¨ªa nipona acab¨® llamando a Higinbotham para intentar demostrar que Baer no hab¨ªa ni mucho menos inventado los videojuegos de tenis, y que por lo tanto nadie deb¨ªa pagarle ni a ¨¦l ni a Sanders Associates a la hora de comercializar algo similar.

Finalmente aquella jugada no fructific¨®, dado que Higinbotham no patent¨® nada en su momento. Por lo tanto, la gran N no ten¨ªa m¨¢s remedio que pagar a Sanders Associates para poder seguir comercializando su juego de tenis en territorio norteamericano. Pero para lo que s¨ª sirvi¨® este proceso judicial fue para redescubrir tanto a Tennis for Two como a su creador, y darle as¨ª el reconocimiento que merec¨ªa. Aunque parece obvio que la industria del videojuego habr¨ªa acabado naciendo con Tennis for Two o sin ¨¦l (el impacto que dicho juego pudiera o no tener es, al fin y al cabo, secundario, ya que no se tiene constancia de que Baer llegara a conocer el trabajo de Higinbotham antes de desarrollar su t¨ªtulo de tenis para Odyssey), nadie puede negar que Higinbotham fue un pionero que, preocupado por ofrecer entretenimiento a los visitantes del complejo de investigaci¨®n en el que trabajaba, acab¨® demostrando que aquello de jugar por medio de una computadora atesoraba un potencial de diversi¨®n sin l¨ªmites. Willy, est¨¦s donde est¨¦s, recibe nuestro m¨¢s humilde reconocimiento.

TX-0, en la variedad est¨¢ el gusto

El desarrollo y la evoluci¨®n tecnol¨®gica en lo referente a las computadoras iba viento en popa, algo que saltaba a la vista en instalaciones como el Instituto de Tecnolog¨ªa de Massachusetts (MIT, seg¨²n sus siglas en ingl¨¦s). Para que os hag¨¢is una idea, una de las primeras computadoras construidas en dicho lugar a finales de los 40, la Whirlwind, ocupaba todo un piso de un edificio de generosas dimensiones, mientras una de sus sucesoras, la TX-0, ya pod¨ªa caber en una ¨²nica habitaci¨®n (eso s¨ª, tambi¨¦n de generosas dimensiones). Todav¨ªa quedaba por delante mucho trabajo e investigaci¨®n para reducir todo aquello hasta obtener algo que pudiera ponerse encima de una mesa, pero el empujoncito que brindaba la Guerra Fr¨ªa hac¨ªa que no solo la ciencia armament¨ªstica progresara a pasos agigantados (por desgracia), sino tambi¨¦n la computerizada (ya saben, hay que calcular trayectorias de misiles y tal).

Como ya pas¨® con anterioridad, la TX-0, construida en 1955 y dotada de un osciloscopio de 12 pulgadas con una resoluci¨®n de 512 x 512 puntos, acab¨® siendo usada por sus t¨¦cnicos y programadores para elaborar algo diametralmente opuesto a los habituales proyectos cient¨ªficos y/o militares, ya fuera con el objetivo de matar el tiempo en las horas libres o para comprobar qu¨¦ pod¨ªa llegar a hacerse con la m¨¢quina. En esta ocasi¨®n no fue uno, sino varios los juegos que se programaron en el sistema. Los que acabaron trascendiendo fueron Mouse in the Maze y Tic-Tac-Toe, y todo por una sencilla raz¨®n: fueron los primeros videojuegos de la historia que permit¨ªan interactuar con la pantalla mediante un l¨¢piz t¨¢ctil en sustituci¨®n de los t¨ªpicos controles o conmutadores. Puede que esta tecnolog¨ªa fuera definitivamente popularizada en videojuegos por Nintendo con su DS en el mucho m¨¢s contempor¨¢neo a?o 2004, pero la esencia de la ¡°touch generation¡± ya estaba ah¨ª mucho antes. Whirlwind, antecesor de TX-0, fue el primer sistema en contar con tecnolog¨ªa t¨¢ctil all¨¢ por 1952.

Centr¨¢ndonos ya en los juegos propiamente dichos, Mouse in the Maze era tal y como su nombre anglosaj¨®n indica un juego de ¡°rat¨®n en laberinto¡±. Mediante el l¨¢piz t¨¢ctil, el jugador constru¨ªa los laberintos directamente en la pantalla, para luego poner puntos que simulaban trozos de queso y, ya por ¨²ltimo, marcar un punto final que tendr¨ªa el papel de rat¨®n, el cual entonces comenzaba a recorrer el laberinto buscando esos trozos de queso. Si tras leer esto ha acudido a vuestra mente el inmortal Pac-Man (Namco, 1980), entonces no hemos sido los ¨²nicos en pensar en tal analog¨ªa, aunque ni mucho menos Mouse in the Maze pueda ser considerado como el ¡°abuelo ap¨®crifo¡± del popular comecocos dado que dudamos que Toru Iwatani (creador de tan inmortal icono del videojuego) llegara a tener conocimiento de la existencia de Mouse in the Maze. En cuanto a Tic-Tac-Toe, pues aqu¨ª ten¨ªamos otro tres en raya, el segundo del que se tienen registros. En esta ocasi¨®n, y gracias al l¨¢piz t¨¢ctil de la TX-0, pod¨ªamos se?alar directamente en la pantalla para poner nuestras cruces y ceros.

Spacewar!, una odisea del espacio

Nos encontramos ante el primer t¨ªtulo de la Generaci¨®n Cero que ya sin lugar a dudas sirvi¨® de germen e inspiraci¨®n para el posterior nacimiento de la industria del videojuego, tal y como veremos m¨¢s adelante. As¨ª, regresamos de nuevo al MIT, aunque nos desplazamos unos a?os en el futuro, concretamente hasta 1961. Un grupo de estudiantes y genios de la programaci¨®n que sol¨ªan frecuentar las instalaciones, y que se llamaban a s¨ª mismos los ¡°Tech Model Railroad Club¡±, se encontraban debatiendo sobre los trabajos literarios de Edward Elmer Smith (1890-1965), un pionero de la ciencia ficci¨®n que incluso est¨¢ considerado como el padre de la Space Opera. Aquellos estudiantes no dejaban de disertar, debatir e incluso elucubrar sobre c¨®mo podr¨ªan crearse efectos especiales que ya de por s¨ª casi parecieran de ciencia ficci¨®n, para poder trasladar al cine con la mayor eficiencia algunas de las enormes batallas espaciales descritas en los libros de E. E. Smith. ?Podr¨ªa hacerse con alguna computadora? Cuando la conversaci¨®n dio un giro hacia aquellas enormes m¨¢quinas, acab¨® saltando a la luz una noticia m¨¢s que jugosa. Y es que la vieja TX-0 ubicada en el MIT ten¨ªa una nueva compa?era: la DEC PDP-1, una computadora de ¨²ltima generaci¨®n que, maravillas de la tecnolog¨ªa, era asombrosamente min¨²scula ya que su volumen ¡°solo¡± alcanzaba lo que hoy d¨ªa abarcar¨ªan tres frigor¨ªficos puestos uno junto al otro.

Como pod¨¦is imaginar, la ansia y el deseo de trastear con ese nuevo prodigio inform¨¢tico se contagi¨® a la totalidad del grupo de estudiantes, los cuales se encontraban encabezados por Steve ¡°Slug¡± Russell, quien acabar¨ªa siendo alma m¨¢ter del proyecto que nos ocupa. La excusa, como ya pas¨® con la TX-0 y sus Mouse in the Maze y Tic-Tac-Toe, era comprobar hasta d¨®nde se pod¨ªa llegar con el nuevo sistema. La nueva PDP-1 pod¨ªa generar gr¨¢ficos vectoriales, los cuales se ve¨ªan de lujo en su pantalla de algo m¨¢s de 9 pulgadas de tama?o. Algunos investigadores del MIT ya hab¨ªan creado varias rutinas gr¨¢ficas con la PDP-1, como un caleidoscopio, pero Steve y su equipo pretend¨ªan llegar mucho m¨¢s lejos. Inspirados por los relatos de ciencia ficci¨®n que tanto les apasionaban, acabaron ideando un programa en el que dos naves estelares se enfrascaban en un combate a muerte en la inmensidad del espacio. Puesto que la PDP-1 pod¨ªa representar formas geom¨¦tricas gracias a los vectores en lugar de limitarse a los puntos y l¨ªneas de computadoras anteriores, no solo era posible crear dos naves de aspecto completamente diferenciado, sino incluso rotarlas y generar alg¨²n que otro efecto gr¨¢fico extra. Tras aproximadamente 200 horas de duro trabajo centrado en exprimir al m¨¢ximo las funciones de la PDP-1, lo cual inclu¨ªa contactar regularmente con la empresa creadora de la computadora para consultar datos t¨¦cnicos y obtener algunas rutinas, la primera versi¨®n de Spacewar! qued¨® finalizada en febrero de 1962.

Steve Russell y su equipo hab¨ªan creado algo sorprendente, jam¨¢s visto hasta entonces. El salto tecnol¨®gico de Spacewar! respecto a lo visto en t¨ªtulos anteriores de la Generaci¨®n Cero era m¨¢s que evidente. Las protagonistas del juego eran dos naves espaciales, llamadas Aguja y Cu?a, las cuales se enfrascaban en un cruento combate al tiempo que deb¨ªan impedir que la fuerza gravitatoria ejercida por una estrella situada en el centro de la pantalla las atrajera e hiciera saltar en mil pedazos. Las naves pod¨ªan rotar sobre s¨ª mismas, disparar proyectiles para tratar de eliminar al rival, e impulsarse tanto para esquivar los ataques enemigos como para alejarse del campo gravitacional de la estrella, el cual las empujaba constantemente hacia el centro de la pantalla. El juego adem¨¢s inclu¨ªa pinceladas de estrategia, dado que cada nave contaba con una cantidad limitada tanto de munici¨®n como de combustible. Incluso era posible saltar al hiperespacio para tratar de evitar una muerte segura, aunque dicha caracter¨ªstica deb¨ªa ser racionada al m¨¢ximo dado que la zona de la pantalla donde reaparec¨ªa la nave era aleatoria, y adem¨¢s con cada salto hiperespacial exist¨ªa una peque?a posibilidad de que nuestro veh¨ªculo espacial saltara por los aires.

En principio, Spacewar! se controlaba con los interruptores de la PDP-1 situados cerca de la pantalla, con cuatro de ellos destinados a cada jugador. Pero controlar as¨ª el juego era obviamente inc¨®modo, por no mencionar que la posici¨®n necesaria para manipular los controles dejaba al jugador situado en un ¨¢ngulo forzado con respecto a la pantalla. As¨ª, en sucesivas revisiones de Spacewar! se idearon formas de control mucho m¨¢s efectivas, como cajas (lo que hoy en d¨ªa ser¨ªan pads de control) unidas por cable a la computadora, que permit¨ªan a los jugadores librarse de la obligaci¨®n de estar pegados a la m¨¢quina; e incluso acab¨® ide¨¢ndose un stick para controlar la nave, lo cual se revel¨® como la soluci¨®n perfecta. Las caracter¨ªsticas de la PDP-1 no solo facilitaron el nacimiento de Spacewar!, sino tambi¨¦n su expansi¨®n. El tama?o m¨¢s contenido de esta nueva computadora, que abarcaba aproximadamente media pared para lo que antes habr¨ªa ocupado una habitaci¨®n entera, y su precio tambi¨¦n algo m¨¢s reducido a lo que hab¨ªa sido habitual hasta entonces, propici¨® que la PDP-1 acabara siendo instalada en muchos m¨¢s centros de investigaci¨®n de lo que hasta entonces hab¨ªa sido habitual en lo que a ventas de computadoras se refiere. O lo que es lo mismo: se convirti¨® en lo que hoy d¨ªa ser¨ªa un sistema superventas, salvando las obvias distancias ya que las instituciones oficiales segu¨ªan siendo las ¨²nicas que pod¨ªan permitirse adquirir una computadora.

As¨ª, la PDP-1 se extend¨ªa a lo largo y ancho del territorio estadounidense, y Spacewar! tambi¨¦n lo hac¨ªa de igual manera. La popularidad de la creaci¨®n de Steve Russell y su equipo creci¨® como la espuma, hasta el punto de que la propia DEC, compa?¨ªa desarrolladora de la computadora y que como hemos visto m¨¢s atr¨¢s se mantuvo en contacto con Russell y sus chicos a medida que ¨¦stos programaban el juego, decidi¨® incluir Spacewar! en el n¨²cleo de memoria de cada PDP-1 que vend¨ªa; y es que no hab¨ªa mejor forma de demostrar las capacidades de la m¨¢quina, por no mencionar que a nadie le amargaba un dulce como el que tomaba la forma de aquel revolucionario juego. As¨ª, como pod¨¦is comprobar, muchos, pero que muchos a?os antes de que por ejemplo Nintendo decidiera vender su NES en Estados Unidos con Super Mario Bros. incluido, o Sega su Master System con Alex Kidd en memoria, ya ten¨ªamos un videojuego que se inclu¨ªa junto a una plataforma. Adem¨¢s, el hecho de que Spacewar! acabara en las manos de muchos otros programadores y t¨¦cnicos tambi¨¦n permiti¨® que llegaran a existir innumerables modificaciones del juego, incluida una en la que se dotaba a las naves de camuflaje ¨®ptico, otra en la que el campo de batalla se sembraba de minas espaciales, e incluso una que usaba dos monitores en lugar de uno dado que pasaba a jugarse desde una perspectiva en primera persona, por lo que pas¨¢bamos a encontrarnos ante algo parecido a un FPS, el primero de la historia.

La influencia, el recorrido y el legado final de Spacewar! no acabaron ah¨ª, ni mucho menos. A lo largo de la d¨¦cada de los 60, y a medida que el juego iba haci¨¦ndose cada vez m¨¢s popular, fue portado a muchas otras computadoras. Tal y como pas¨® con Tennis for Two, los creadores originales de Spacewar! no llegaron a patentar su invento. Tanto para ellos como para muchos otros, aquello no era m¨¢s que un experimento, un hobby, un juego con el que pasar el rato, algo que no iba a ir m¨¢s all¨¢ de eso. Al respecto, no deja de ser curioso que el primer registro conocido que tengamos de un videojuego sea ¨²nicamente una patente (tal y como vimos en la primera rese?a del presente reportaje), mientras a lo largo del tiempo s¨ª comenzaron a surgir juegos ¡°palpables¡±, pero ninguno de ellos lleg¨® a ser registrado. Sin embargo, Spacewar! fue visto, jugado y experimentado por tanta gente, que era inevitable que al final alguien, viendo la expectaci¨®n que el juego creaba y las largas colas que generaba, no acabara haci¨¦ndose al menos una pregunta; un interrogante que, con el paso del tiempo y los a?os, acabar¨ªa dando inicio a una enorme industria de ocio. Dicha pregunta no era otra que la siguiente: ?Estar¨ªa la gente dispuesta a pagar por jugar a esto o a algo similar a esto? Los jugadores de Spacewar! que se la auto formularon fueron los siguientes: Bill Pitts y Hugh Tuck por un lado (posteriores creadores de Galaxy Game, la primera recreativa de la historia), y nada m¨¢s y nada menos que Nolan Bushnell por otro, uno de los futuros Padres Fundadores de la industria del ocio interactivo y que, antes de entrar en la Historia con may¨²scula gracias a su Pong, desarroll¨® Computer Space, un juego que le debe mucho a Spacewar!, tal y como veremos m¨¢s adelante.

El largo brazo de Spacewar! se extendi¨® incluso hasta mucho despu¨¦s del definitivo nacimiento de la industria. Por poner un ejemplo, el videojuego Asteroids (Atari, 1979) es una obvia puesta al d¨ªa del concepto Spacewar!, aunque ni mucho menos la ¨²nica. La propia e hist¨®rica Atari 2600 lleg¨® a contar con su versi¨®n de Spacewar!, e incluso muchos a?os despu¨¦s la?misma Atari lleg¨® a planificar Spacewar 2000, t¨ªtulo destinado a Jaguar (su consola de 64 bits) que tuvo que ser cancelado cuando se comprob¨® que dicha plataforma hab¨ªa fracasado estrepitosamente en el mercado. En definitiva, a pesar de que Spacewar! no form¨® parte del pistoletazo de salida definitivo para la industria del videojuego, s¨ª influy¨® enormemente para que dicho pistoletazo se llevara a cabo. Por ello, Steve ¡°Slug¡± Russell y el resto de personas que participaron en la programaci¨®n de Spacewar (Martin ¡°Shag¡± Graetz, Wayne Wiitanen, Alan Kotok, Dan Edwards y Peter Samson) deben entrar con honores en el sal¨®n de la fama de nuestra industria. Es posible que estos creadores, algunos ya fallecidos aunque otros como el propio Russell afortunadamente a¨²n siguen con nosotros (y que sea por muchos a?os), no puedan ser considerados Padres Fundadores de la industria al no plantearse en su momento la pregunta crucial que s¨ª se plantearon otros; pero si no son los padres, s¨ª que son los abuelos. As¨ª que, maestros, gracias por hacer de Spacewar! una hist¨®rica realidad.

Galaxy Game, adi¨®s al free to play, hola al insert coin

Y llegamos a 1971, a?o en el que vio la luz ni m¨¢s ni menos que la primera m¨¢quina recreativa de la historia (en la parcela de los videojuegos, se entiende, puesto que ingenios como los pinball ya estaban ah¨ª desde mucho antes). Bill Pits, un por entonces reciente graduado de la Universidad de Stanford, y Hugh Tuck, su compa?ero de estudios, eran dos m¨¢s entre las decenas de acad¨¦micos enganchados a la correspondiente versi¨®n de Spacewar! existente en las instalaciones de Stanford. Ni que decir tiene que los diez a?os transcurridos desde que Steve Russell y compa?¨ªa crearan la primera versi¨®n de Spacewar! hab¨ªan supuesto una tremenda evoluci¨®n en el campo inform¨¢tico. La serie de computadoras PDP, bajo cuya primera versi¨®n se program¨® el Spacewar! original, ya iba por su onceava revisi¨®n importante, la cual adquir¨ªa unas dimensiones cercanas a las de un electrodom¨¦stico de tama?o mediano, lo que le llevaba a ser denominada una minicomputadora (como pod¨¦is ver, un paso m¨¢s hacia lo que tiempo despu¨¦s acabar¨ªa siendo la irrupci¨®n de las computadoras de sobremesa, o microordenadores). Con un tama?o tan manejable, la PDP-11 era el soporte ideal para que Pits y Tuck llevaran a buen t¨¦rmino el proyecto que ten¨ªan en mente: la programaci¨®n de una nueva versi¨®n de Spacewar! que, a diferencia de todas las anteriores, ser¨ªa de pago.

Computer Space, ¨²ltima frontera hacia una industria

Nos encontramos en 1964, dos a?os despu¨¦s de que Spacewar! fuera creado en el Instituto de Tecnolog¨ªa de Massachusetts. Tal y como vimos en el apartado dedicado a tan trascendente juego, el impacto inicial de Spacewar! propici¨® que la compa?¨ªa desarrolladora de la computadora que lo albergaba, DEC, decidiera preinstalar el juego en cada nuevo sistema que pon¨ªa a la venta. Ello permiti¨® que el n¨²mero de instituciones oficiales y universidades estadounidenses que contaban con una computadora en la que era posible jugar a Spacewar! creciera exponencialmente, por lo que inevitablemente cada vez m¨¢s y m¨¢s gente lleg¨® a conocer la existencia de tan sorprendente ingenio interactivo.

Entre dichas personas se encontraba un estudiante de ingenier¨ªa de la Universidad de Utah, llamado Nolan Kay Bushnell. Bushnell, como cualquiera de sus compa?eros, se enganch¨® a Spacewar! nada m¨¢s verlo. La cosa no habr¨ªa ido mucho m¨¢s all¨¢, con Bushnell viendo el invento como poco m¨¢s que una divertida curiosidad tal y como sol¨ªa hacer todo el mundo que se topaba con Spacewar!, pero el destino quiso que el que en un futuro pasar¨ªa a la historia como uno de los Padres Fundadores de la industria del videojuego acabara encontrando un trabajo veraniego como gerente del departamento de juegos del Parque de Atracciones de la Laguna, situado en Farmington, Utah. En aquel primigenio sal¨®n recreativo, Bushnell entr¨® en contacto con los ingenios electromec¨¢nicos accionados por monedas a los que la gente sol¨ªa jugar para matar el rato cuando no se encontraban recorriendo el parque de atracciones. Dichos ingenios consist¨ªan mayormente en galer¨ªas de tiro, juegos de carreras y m¨¢quinas del mill¨®n o pinballs, siendo estos ¨²ltimos los verdaderos reyes de la funci¨®n. Bushnell se pas¨® todo el verano arreglando aquellas atracciones mec¨¢nicas, las cuales se estropeaban d¨ªa s¨ª y d¨ªa tambi¨¦n debido a lo aparatoso de su construcci¨®n y la fragilidad adolecida por los numerosos elementos que las conformaban.

Mientras trabajaba, Bushnell no pudo evitar pensar en Spacewar!, en las colas que se formaban alrededor del juego y en las pasiones que despertaba en todo aquel que lo probaba, hasta que acab¨® llegando a la conclusi¨®n de que si dicho videojuego se encontrara situado all¨ª, en ese sal¨®n recreativo, albergado en el interior de un mueble accionado por monedas al estilo de los pinballs, no solo ser¨ªa un ¨¦xito, sino que tambi¨¦n generar¨ªa ping¨¹es beneficios. Es m¨¢s, aquello incluso podr¨ªa ser el futuro de la industria recreativa, dado que tras un buen ensamblaje las ¨²nicas partes de la m¨¢quina a las que el p¨²blico tendr¨ªa acceso ser¨ªan los propios controles, ¨²nicos elementos m¨®viles de la atracci¨®n, lo que facilitar¨ªa tanto la reparaci¨®n de la m¨¢quina como minimizar¨ªa el riesgo a una aver¨ªa debido a un mal uso por parte de los clientes. Pero Bushnell tuvo que ser realista al dar vueltas a la idea y acabar encontr¨¢ndose con el problema evidente: el astron¨®mico precio al que cualquier due?o de un sal¨®n recreativo tendr¨ªa que hacer frente a la hora de comprar la computadora necesaria para hacer funcionar Spacewar! hac¨ªa que todo aquello fuera econ¨®micamente inviable. Tal y como vimos anteriormente, era un problema similar al que a?os despu¨¦s tendr¨ªan que enfrentarse los creadores de Galaxy Game, aunque ¨¦stos no llegaron a plantearse vender su producto a un parque de atracciones o sal¨®n recreativo. Afortunadamente, Bushnell aparc¨® aquella idea en lugar de desecharla por completo.

Los a?os pasaron, Bushnell se gradu¨® y en uno de sus primeros trabajos acab¨® conociendo a Teb Dabney. La afici¨®n que ambos compart¨ªan por los juegos de tablero propici¨® que se convirtieran en amigos y socios en la futura aventura que estaban por emprender. Aquella idea primigenia de convertir Spacewar! en una m¨¢quina recreativa segu¨ªa presente en la mente de Bushnell, el cual a¨²n ten¨ªa acceso a dicho juego gracias a la amistad que hab¨ªa entablado con un ingeniero de computadoras de Stanford llamado Jim Stein. Bushnell acab¨® ense?ando el juego a Dabney, al tiempo que le hac¨ªa part¨ªcipe de sus inquietudes. Pero el problema del astron¨®mico coste necesario para adquirir una computadora que fuese capaz de correr Spacewar! en sus entra?as segu¨ªa estando ah¨ª. Por entonces comenzaban a aparecer minicomputadoras de bajo coste como la Data General Nova, las cuales pod¨ªan ser adquiridas por unos 4.000 d¨®lares de la ¨¦poca, pero no eran capaces de albergar un Spacewar! en su interior dado que t¨¦cnicamente no estaban a la altura de las circunstancias.

A Bushnell le acab¨® quedando claro que con una computadora formando parte de la ecuaci¨®n jam¨¢s podr¨ªa convertir su proyecto en algo econ¨®micamente viable. ?Pero c¨®mo podr¨ªa desarrollarse un videojuego sin una computadora de por medio? Finalmente, y al igual que un tal Ralph Baer tambi¨¦n hac¨ªa por entonces, acab¨® encontrando la soluci¨®n a sus problemas en el interior de un peque?o y asequible electrodom¨¦stico que ya se encontraba presente en millones de hogares situados a lo largo y ancho del globo terr¨¢queo: la televisi¨®n. Aquel aparato no era todav¨ªa la expendedora de v¨®mito y horrores primigenios que es hoy d¨ªa, puesto que a¨²n no hab¨ªan aparecido Tele 5, el Gran Hermano y los famosillos mojados, por lo que Bushnell y Dabney pod¨ªan trastear con la caja tonta sin temor a que sus psiques sufrieran un da?o irreversible al sintonizar por error alg¨²n canal. As¨ª, la idea de Bushnell no era otra que manipular electr¨®nicamente la se?al de v¨ªdeo de un televisor para, mediante controles externos, poder interactuar con alg¨²n elemento dispuesto en pantalla. Todo sin computadoras de por medio. Dabney recogi¨® el desaf¨ªo que su colega le planteaba, y acab¨® ingeni¨¢ndoselas para construir una placa de circuiter¨ªa capaz de mostrar un punto en un televisor, elemento que pod¨ªa ser movido a placer por el usuario gracias a una serie de interruptores. La primera piedra de lo que acabar¨ªa siendo Computer Space ya estaba puesta.

Tras unos meses m¨¢s de arduo trabajo, aquel prototipo se desarroll¨® y puli¨® hasta que Bushnell y Dabney lograron elaborar un juego al estilo Spacewar! que, como principal diferencia respecto a versiones precedentes de dicho t¨ªtulo, se enfocaba en las partidas monojugador al sustituir la segunda nave rival por un par de platillos volantes que no necesitaban ser controlados por otro jugador. Sumando los costes de la totalidad del material y elementos que formar¨ªan la recreativa final, ¨¦sta deber¨ªa tener un precio de f¨¢brica de unos 100 d¨®lares. La viabilidad econ¨®mica ya no era un simple sue?o, as¨ª que Bushnell se volc¨® por completo en hacer realidad aquella idea que tuvo a?os atr¨¢s mientras trabajaba en un sal¨®n recreativo. Pero a¨²n faltaba la ¨²ltima y m¨¢s esencial pieza del rompecabezas: Bushnell necesitaba contactar con una empresa que se encargara tanto de fabricar en serie la m¨¢quina arcade como de distribuirla por el territorio estadounidense. La soluci¨®n a aquel dilema le lleg¨® de manera inesperada y en un lugar no precisamente dado a la diversi¨®n: la consulta del dentista.

En febrero de 1970,? Bushnell compart¨ªa las inquietudes del proyecto con su dentista, el cual result¨® que contaba entre sus clientes con el director de marketing de Nutting Associates, una compa?¨ªa especializada en la fabricaci¨®n de juegos recreativos, as¨ª que el odont¨®logo facilit¨® a Bushnell el n¨²mero de tel¨¦fono de dicha persona para que ambos pudieran ponerse en contacto. El producto por entonces m¨¢s puntero de Nutting Associates era la denominada Computer Quiz, una m¨¢quina que planteaba preguntas a los usuarios por medio de una pantalla, para que luego ellos pudieran seleccionar la respuesta correcta gracias a una serie de botones ubicados en la consola. A pesar de ser un producto de bajo coste (al igual que ocurr¨ªa con el prototipo de Computer Space, Computer Quiz no requer¨ªa de una computadora para funcionar a pesar de su nombre), la realidad es que no se estaba vendiendo bien, as¨ª que en Nutting Associates buscaban nuevas v¨ªas y modelos de negocio para escapar del declive financiero en el que se encontraban inmersos, por lo que tanto su director de marketing como el presidente de la empresa escucharon con sumo inter¨¦s todo lo que Bushnell propuso y ambas partes acabaron llegando a un acuerdo.

El dise?o final de la m¨¢quina recreativa fue obra del propio Bushnell, y desde luego se alejaba mucho de lo que acabar¨ªa siendo el modelo est¨¢ndar de una cabinet arcade. El mueble de Computer Space parec¨ªa sacado de un episodio de Star Trek, debido sobre todo a ese estramb¨®tico dise?o futurista que solo alguien que viviera en los 60 o 70 pod¨ªa llegar a imaginar. Nolan tambi¨¦n redact¨® el manual de instrucciones del juego, de unas diez p¨¢ginas, que explicaba punto por punto c¨®mo jugar a Computer Space. Una vez listo todo, solo faltaba dise?ar el flyer. Estos flyers, o panfletos, eran una suerte de hojas de publicidad dirigidas especialmente a los due?os de locales o salones recreativos que eran los m¨¢s potenciales clientes de las empresas que se dedicaban a construir m¨¢quinas como pinballs y diversos juegos mec¨¢nicos. Los primeros flyers dedicados al ocio recreativo datan de los a?os 30, dado que acompa?aron al nacimiento de los pinballs accionados por monedas, y comenzaron siendo hojas con una simple fotograf¨ªa del producto a vender, para acabar evolucionando hacia publicidades m¨¢s descriptivas y animadas. Computer Space tendr¨ªa el honor de contar con el primer flyer dise?ado para un videojuego, el cual acab¨® convertido en una de las im¨¢genes m¨¢s ic¨®nicas de la industria. Dicho panfleto, adem¨¢s de mostrar la cabinet de Computer Space en todo su estramb¨®tico esplendor, llamaba la atenci¨®n por la bella se?orita que se apoyaba en ella: una stripper que sol¨ªa trabajar en uno de los strip clubs m¨¢s populares de la ciudad de Toronto.

Con las m¨¢quinas preparadas y la publicidad dispuesta, Computer Space comenz¨® su andadura comercial. La importancia de este momento no reside solo en encontrarnos ante el primer videojuego distribuido comercialmente, ya que Computer Space tambi¨¦n se convirti¨® en el primer t¨ªtulo que acab¨® ¡°saliendo al exterior¡±; es decir, por primera vez un videojuego abandonar¨ªa las universidades, los laboratorios cient¨ªficos y las ferias de exposici¨®n que hab¨ªan sido hasta entonces sus entornos habituales para entrar en contacto con la gente de la calle, con personas que jam¨¢s en su vida hab¨ªan visto una computadora, y mucho menos interactuado con algo parecido. ?Ser¨ªa suficiente ese manual de diez p¨¢ginas dise?ado por Bushnell para que los ne¨®fitos pudieran acercarse al juego, comprender su mec¨¢nica y engancharse al instante? Como el mismo Bushnell explicar¨ªa en una entrevista concedida m¨¢s tarde: ¡°Por supuesto, yo amaba el juego. Todos mis amigos lo amaban, pero todos mis amigos eran ingenieros. Era algo demasiado complicado para el tipo que se sentaba en la barra del bar con una cerveza.¡± Finalmente llegaron a distribuirse algo m¨¢s de 1000 unidades de Computer Space, un n¨²mero insuficiente tanto para considerar al juego un ¨¦xito como para rescatar a Nutting Associates de la debacle que la compa?¨ªa sigui¨® arrastrando hasta que varios a?os despu¨¦s, en 1976, la llev¨® a desaparecer.

As¨ª, esta aventura comercial del videojuego podr¨ªa haber comenzado y terminado con Computer Space. Pero afortunadamente Nolan Bushnell no se dio por vencido y tom¨® buena nota de todo aquello que acab¨® haciendo que las ventas de su proyecto se resintieran. La clave principal para el que acabar¨ªa siendo su segundo y definitivo intento de alcanzar el ¨¦xito con un videojuego parec¨ªa clara: desarrollar un t¨ªtulo simple, sencillo, directo; un juego que todo el mundo, incluido ese tipo sentado en la barra del bar con una cerveza, pudiera entender al instante y jugar sin necesidad de leer una sola l¨ªnea de texto. ?En qu¨¦ podr¨ªa consistir ese juego? Bushnell encontr¨® la respuesta en mayo de 1972, cuando asisti¨® a la presentaci¨®n de un ingenio electr¨®nico bastante peculiar dise?ado por un tal Ralph Baer. Pero esa es otra historia, la historia del pistoletazo de salida definitivo para la industria del videojuego y del nacimiento de su primera generaci¨®n de sistemas.