Rhythm Paradise, Impresiones
Ritmo, m¨²sica y diversi¨®n. Nunca una propuesta tan sencilla obtuvo tanto ¨¦xito en tierras japonesas, en otro de los ejemplos del poder¨ªo que Nintendo ejerce sobre las masas que aquel pa¨ªs. Esta vez son los minijuegos musicales los que pegan con fuerza en Nintendo DS, y ante su inminente lanzamiento en tierras europeas no hemos podido resistir la tentaci¨®n de echar unos bailes stylus en mano.
Ritmo, m¨²sica y diversi¨®n. Nunca una propuesta tan sencilla obtuvo tanto ¨¦xito en tierras japonesas, en otro de los ejemplos del poder¨ªo que Nintendo ejerce sobre las masas que aquel pa¨ªs. Esta vez son los minijuegos musicales los que pegan con fuerza en Nintendo DS, y ante su inminente lanzamiento en tierras europeas no hemos podido resistir la tentaci¨®n de echar unos bailes stylus en mano.
Podr¨ªamos recurrir a uno de esos t¨®picos tan manidos entre la prensa especializada. Decir que Rhythm Paradise, otrora Rhythm Heaven (?Tengoku Gold' en Jap¨®n), a¨²na todo lo que un juego musical debe tener para conquistar al p¨²blico asi¨¢tico, occidental y de cualquier otra parte del globo. Pero no lo vamos a hacer, principalmente por respetar la original tem¨¢tica del producto del que hoy os ofrecemos nuestras primeras impresiones. En su d¨ªa tuvimos el placer de hacernos con una copia japonesa del original de GBA, una obra envidiada por el p¨²blico de estos lares que jam¨¢s lleg¨® a traspasar las fronteras niponas, probablemente por tratarse de una ¨¦poca que se considera el ocaso de la anterior port¨¢til de Nintendo.


No obstante la experiencia en esta industria nos hac¨ªa prever que a la gran N no se le iba a escapar la oportunidad de recuperar el t¨ªtulo y utilizar sus prestaciones en Nintendo DS. Motivos sobran para elogiar la decisi¨®n de la compa?¨ªa de Kyoto, que anunciaba este Rhythm Paradise hace poco menos de un a?o, ante la expectante mirada de un centenar de periodistas que en su gran mayor¨ªa no ten¨ªan ni idea de la existencia del t¨ªtulo. De algo sirve esa extra?a pasi¨®n por los juegos musicales, por seguir el ritmo de una producci¨®n que en su d¨ªa nos invitaba a machacar los botones de una port¨¢til diminuta, y que en esta ocasi¨®n ha querido premiar a los usuarios de Nintendo DS con un empleo del stylus que pocos cartuchos han alcanzado, o siquiera tratado de emular.

Precisamente por su propuesta es dif¨ªcil encontrar un videojuego similar a este ?Paradise'. La colaboraci¨®n de Mitsuo Terada, m¨¢s conocido como Tsunku, fue la encargada de dar a conocer el t¨ªtulo en occidente, tambi¨¦n gracias a una espectacular Beyonc¨¦ que claramente destinada a captar la atenci¨®n del p¨²blico casual saltaba al escenario consola en mano. Parece que Nintendo quiso amenizar invitando a los presentes a mantener un ambiente distendido, informal; lo que com¨²nmente solemos llamar ?de buen rollo'. Despu¨¦s de la sorpresa -los rumores apuntaban a un nuevo Tengoku, pero no en qu¨¦ momento saldr¨ªa a la luz-, en apenas unas semanas el juego ve¨ªa la luz en el mercado japon¨¦s. Un mill¨®n quinientas mil copias vendidas despu¨¦s, este Rhythm Paradise se ha convertido por m¨¦ritos propios en uno de los principales baluartes de la consola que representa. No es para menos.


Dale ritmo, no te olvides de humor
Los medios japoneses se han rendido ante las bondades del cartucho. Exactamente igual que los estadounidenses, algunos incluso situando el juego entre los m¨¢s destacados de la port¨¢til desde que ¨¦sta viese la luz hace ya varios a?os. A muchos les sorprender¨¢ que estemos hablando de un t¨ªtulo que en esencia apuesta por el ritmo y el sentido del humor de forma sencilla, abriendo las puertas de su jugabilidad para toda clase de p¨²blicos, no en vano pertenece a la denominada Touch! Generations. Es el aval con el que Nintendo firma sus productos de calidad, algo que generalmente se suele traducir en unas ventas rid¨ªculamente elevadas en el mercado. La propuesta de Rhythm Paradise es tan simple como sencilla, no quiere grandes dotas narrativas para ser explicada, y tampoco para ser disfrutada en todo su esplendor.

De hecho a poco de introducir nuestra copia norteamericana en la consola comienza nos damos de bruces con un entretenido tutorial que demuestra a grandes rasgos lo pragm¨¢tico del sistema de juego. Ser¨¢ menester arrastrar el stylus en la pantalla t¨¢ctil justo cuando un peque?o coche de juguete aparece por la pantalla, tantas veces como sea necesario y atendiendo, como no podr¨ªa ser de otra manera, al casi inaudible ritmo que se emana desde los altavoces de la consola. Esta primera prueba es tan absurda como pr¨¢ctica para entender qu¨¦ clase de producto tenemos en nuestras manos, uno que ha sido espec¨ªficamente concebido para que a trav¨¦s de cuatro estilos de juego diferentes podamos llevar a cabo una ilimitado elenco de ritmos e interesantes melod¨ªas a cada cual m¨¢s atrevida e irrisoria.


Del tutorial saltamos directamente a un men¨² con varias hileras de ventanas. Cada una de ellas esconde un minijuego musical donde hemos de encajar el ritmo de la melod¨ªa con la cadencia del stylus. El primero de ellos es tan estramb¨®tico que desde el cartucho ni siquiera se molestan por explicarlo; 'es mejor que lo veas por ti mismo, luego le pones un nombre', sentencia la peque?a introducci¨®n que aparece en la pantalla izquierda. Por las im¨¢genes se puede deducir que estamos ante un t¨ªtulo que requiere ser jugado en posici¨®n vertical, al estilo Brain Training, en el que no necesitamos absolutamente en ning¨²n momento dar uso de los botones, si acaso de ?start' cuando deseemos salir de alguna prueba concreta.
El primer minijuego nos obliga a deslizar el stylus de atr¨¢s hacia delante en el momento justo, una de las cuatro modalidades -slide- de la que habl¨¢bamos anteriormente. La hilera que nos da la bienvenida se ajusta a un nivel de dificultad bastante asequible para todos los p¨²blicos, aunque queda patente que no ser¨¢ f¨¢cil alzarnos con el ansiado ?perfect' con el que desbloqueamos algunos de los minijuegos extras que ofrece el cartucho. En el siguiente paso asistimos a otra modalidad igualmente c¨®mica, con tres tenores entonando una divertida melod¨ªa. En todas las pruebas multitudinarias en las que hacen acto de aparici¨®n varios personajes s¨®lo tenemos el control de uno de ellos. En este caso hemos de mantener el stylus pulsado en la pantalla t¨¢ctil -hold-, solt¨¢ndolo en el momento justo, tal y como se indica previamente en el tutorial al que asistimos antes de cada minijuego.


Una f¨®rmula de ¨¦xito asegurado
Podemos, no obstante, saltar el susodicho tutorial y pasar a completar paso a paso las cuatro primeras pruebas, para luego descubrir que la quinta y ¨²ltima de cada hilera es un interesante remix de las pruebas anteriores con un estilo gr¨¢fico que var¨ªa respecto a los originales. S¨®lo se puede catalogar como impresionante la combinaci¨®n r¨ªtmica que se elabora en este remix para introducir de forma pegadiza los variopintos sonidos que hemos de reproducir. De un modo similar a lo que suced¨ªa con Elite Beat Agents, las pruebas nos retan a volver a encararlas una y otra vez con la m¨¢xima concentraci¨®n, tratando de obtener la m¨¢xima puntuaci¨®n posible en cada una de ellas -si lo logramos, pasamos a un modo extra de dificultad en el que nos vemos obligados a realizar todas las pruebas en ?perfect' para obtener suculentas recompensas-.

Terminamos la primera hilera e inmediatamente aparece otra a su vera, con cuatro nuevos minijuegos. La secuencia se repite, s¨®lo que esta vez disfrutamos de una curiosa prueba con el ping-pong como tel¨®n de fondo, o incluso una nava al estilo matamarcianos donde debemos disparar al ritmo que nos indica la melod¨ªa -flick-. Es inevitable terminar tarareando las canciones, como tambi¨¦n evadir la est¨¦tica eminentemente japonesa de algunas pruebas -l¨¦ase el caso de la cantante de J-Pop dando un concierto ante un simiesco grupo de fans, que no son otra cosa que monos-, aunque la variedad de minijuegos no se ha de relacionar con una de esos cl¨¢sicos productos de corte oriental que parecen desarrollados exclusivamente para el p¨²blico japon¨¦s. El caso es que al igual que en el Tengoku original, la edici¨®n de Nintendo DS puede ser disfrutada hasta por los m¨¢s peque?os de la casa.


Hay que tener en cuenta el nivel de dificultad del t¨ªtulo, ¨²nico aspecto que ha criticado la prensa especializada. No es un t¨ªtulo sencillo de completar, exige un nivel de concentraci¨®n bastante elevado, lo que pone de relieve una vez m¨¢s el hecho de tratarse de un t¨ªtulo serio, maduro, por mucho que su aspecto infantil pueda dar a entender lo contrario. En un videojuego donde prima la m¨²sica hemos dado por evidente que gr¨¢ficamente mantiene un tono jocoso, divertido, mucho m¨¢s elaborado en cualquier caso que el original de GameBoy Advance. El color, las figuras divertidas y las animaciones de todo tipo de fusionan con pruebas en las que se pone en liza un aspecto t¨¦cnico bastante logrado (el caso de la competici¨®n automovil¨ªstica, donde se pone a prueba los reflejos del jugador), pero generalmente nos encontramos ante un apartado que aboga por la originalidad antes que por la espectacularidad.

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El para¨ªso del ritmo
A lo largo de los ¨²ltimos a?os hemos tenido acceso a toda clase de productos que han tratado de innovar el g¨¦nero. Pr¨¢cticamente todo jugador moderno ha probado alguna vez la magia de tocar la guitarra en Guitar Hero, o de cantar con varios amigos -o en solitario- en Singstar. Rhythm Paradise nos ofrece la posibilidad de centrarnos en el ritmo en una consola port¨¢til que exprima al m¨¢ximo sus virtudes sonoras para llevar a la pr¨¢ctica una cantidad ingente de minijuegos musicales de diversa ¨ªndole. S¨®lo por el aspecto de las im¨¢genes que adjuntamos con el texto el lector podr¨¢ hacerse una idea de que aqu¨ª no prima precisamente el aspecto t¨¦cnico, aunque de igual modo que en WarioWare y en similares no es en absoluto necesario. Tampoco se puede hablar de un motor gr¨¢fico descuidado; sencillamente se ajusta a las necesidades del videojuego que representa, y como tal lo hace de maravilla.


La pantalla t¨¢ctil se emplea en todo momento, dejando un oscuro aspecto en la misma cuando estamos participando en un minijuego, sea cual sea. Por su variedad y exigencia no tenemos tiempo a apreciar todos los detalles que se dan cita durante las pruebas a las que tenemos acceso, aunque tras repetirlas una docena de veces cambia por completo la perspectiva. Nos pica, queremos m¨¢s; este Rhythm Paradise tiene una capacidad inaudita para enganchar a su sencilla mec¨¢nica de juego, lo que parece ser el objetivo principal del juego. No deslumbrar por sus gr¨¢ficos, sino quedarse grabado a fuego en la memoria a base de melod¨ªas pegadizas, minijuegos rid¨ªculamente divertidos, etc¨¦tera.


En apenas un mes tendremos ocasi¨®n de probar la edici¨®n espa?ola del t¨ªtulo, ya que esta vez no se queda en las fronteras japonesas (hace pocos meses ve¨ªa la luz en Estados Unidos obteniendo una repercusi¨®n considerable trat¨¢ndose de un t¨ªtulo de estas caracter¨ªsticas), que puede que llegue con alguna que otra sorpresa inesperada en forma de contenido extra. En el tintero se quedan los jueguitos ?infinitos', las pruebas musicales y otros aspectos secundarios que completan el panorama de un cartucho que promete convertirse en uno de los abanderados de la consola. Parece que en mayo vamos a tener un motivo para darle uso a Nintendo DS, por lo que es recomendable ir calentando motores. Qui¨¦n sabe, quiz¨¢s en Europa se logre superar la barrera del mill¨®n y medio de copias que se ha vendido en Jap¨®n.


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