La moneda, m¨¢s fuerte que la espada

Hace aproximadamente un a?o que Firaxis lanz¨® Warlords, la primera expansi¨®n de Civilization IV, el cuarto t¨ªtulo - si no contamos Alpha Centauri y Call to Power - de una de las mejores sagas que existen en el mundo de los videojuegos. Del legado de Sid Meier nace ahora Beyond the Sword, un segundo a?adido que se propone superar los fallos cometidos en Warlords y contentar a los fieles con un trabajo a la altura del nombre al que acompa?a.

Beyond the Sword se centra en la segunda parte del juego, una vez hayamos superado el descubrimiento de la p¨®lvora. A partir de este punto encontraremos la mayor¨ªa de novedades que se han a?adido al original: tecnolog¨ªas, edificios, unidades, maravillas, etc. Pero es mejor no pensar en lo que aporta esta expansi¨®n como en una simple lista de complementos, porque entonces se podr¨ªa confundir con un parche; y m¨¢s bien, estamos ante una verdadera remodelaci¨®n del Civ IV, una reconstrucci¨®n que se atreve a tocar todos los aspectos de un t¨ªtulo que ya era, para muchos, casi perfecto.

Sin entrar a fondo en la valoraci¨®n de gr¨¢ficos y sonido, que se mantienen en la misma l¨ªnea de 2005, es de agradecer el mimo con el que tratan el avance de la historia. La est¨¦tica, muy cuidada, agradable y preciosista, fue uno de los mayores aciertos en la evoluci¨®n y modernizaci¨®n del cl¨¢sico, aunque se encontr¨® con cr¨ªticas por el bajo nivel de detalle. En cualquier caso, cumple su papel: ofrece una pantalla limpia y descansada, pero no aburrida, para partidas que pueden durar much¨ªsimas horas.

La jugabilidad, si es que se puede usar esta palabra para hablar de un Civilization - ya que la tiene grabada desde hace 16 a?os - es id¨¦ntica a la del Warlords. La mayor¨ªa de lugares por los que nos moveremos son iguales y, aunque nos sorprendan las novedades a medida que juguemos, no se echa en falta nada parecido a un tutorial. La civilopedia y el manual son m¨¢s que suficientes para entender qu¨¦ nos traemos entre manos cuando usamos el espionaje, nos solicitan para una votaci¨®n en el Palacio Apost¨®lico o crean en nuestra ciudad la sede de una corporaci¨®n. Y, con estos tres ejemplos, ya nos hemos metido de lleno en la parte m¨¢s interesante de la expansi¨®n: la amplitud que aportan los conceptos de Beyond the Sword.

Hay m¨¢s oro del que reluce

Si en la entrega anterior lo m¨¢s atractivo resultaba, tan s¨®lo, la inclusi¨®n de los grandes generales y la posibilidad de hacer vasallos, en esta ocasi¨®n Firaxis retoma el nivel de sus productos estrella. Los que est¨¦n familiarizados con el juego, comprobar¨¢n que ahora tienen mucha m¨¢s posibilidades para sacar adelante su civilizaci¨®n. Una econom¨ªa boyante, que antes era muy positiva para tus intereses, ahora resulta crucial, puesto que hay muchas m¨¢s formas de ganar dinero y ¨¦ste, con las nuevas unidades y mejoras de final de partida, se hace mucho m¨¢s importante para producirlas a toda velocidad.

Aqu¨ª es donde entran en juego las corporaciones. Al obtener acceso a una serie de recursos en los albores de nuestra civilizaci¨®n, nos aseguraremos poder exportarlos m¨¢s adelante. A partir del descubrimiento de Persona Jur¨ªdica, convenientemente emplazado en la mitad del ¨¢rbol tecnol¨®gico, los Grandes Personajes tendr¨¢n la opci¨®n de crear la sede corporativa de una empresa de exportaci¨®n.

Dicha empresa, que puede utilizar desde productos marinos (Sid's Sushi), hasta bienes de lujo (Civilized Jewellers Inc.), pasando por ma¨ªz, az¨²car, arroz (Standard Ethanol), o bien minerales y metales pesados (Mining Inc.) funcionar¨¢ de una forma muy parecida a una religi¨®n, haci¨¦ndonos ganar dinero y proporcion¨¢ndonos beneficios en nuestras ciudades, a medida que extendemos su influencia. Controlar un par de corporaciones con vasta presencia en el mapa, puede suponer la diferencia entre la victoria y la derrota en una partida que, desde un principio, tuvi¨¦ramos cuesta arriba.

Este es otro de los grandes puntos a favor del Beyond the Sword: aqu¨ª no tendremos el resultado decidido cuando lleguemos a la Edad Media, o cuando el mapa se quede sin espacio para fundar ciudades, ya que una buena gesti¨®n econ¨®mica y tecnol¨®gica puede barrer, literalmente, a nuestros vecinos. Esta idea, que era palpable en el Civilization IV y que le quitaba mucho inter¨¦s, ha sido perfectamente resuelta con la expansi¨®n. Ahora s¨ª estamos ante un juego completo, en el que hay que vivir todas las ¨¦pocas para asegurar la victoria y en el que la fuerza militar ya no resultar¨¢ absolutamente determinante para defender nuestros intereses.

Un futuro a tu gusto

Las interminables horas de juego son el mejor term¨®metro para los aficionados de la saga, y sus cr¨ªticas y opiniones deber¨ªan ser siempre la gu¨ªa en la que los dise?adores se fijaran para pulir aciertos y corregir fallos. En este sentido, los fieles de Civilization, un juego que en su primera versi¨®n vendi¨® casi un mill¨®n de copias - estamos hablando del a?o 1991 -, son verdaderos expertos en analizar qu¨¦ es lo que chirr¨ªa y no termina de encajar en los nuevos productos de la serie. Aunque satisfechos en su inmensa mayor¨ªa, algunos reclamaron un mayor protagonismo de la parte final del juego, ya que en apenas 200 turnos 'estaba todo el pescado vendido'.

La segunda expansi¨®n se hace eco de estas peticiones y, adem¨¢s de los nuevos conceptos, ofrece una interesante opci¨®n de Inicio Avanzado en la que compraremos unidades, mejoras, maravillas? y nos situaremos directamente en una ¨¦poca intermedia desde la que podremos acceder r¨¢pidamente a las armas de fuego, la guerra moderna y la revoluci¨®n industrial. As¨ª se da salida a aquellos que quieran medirse cara a cara con las propuestas de Beyond the Sword.

Con¨®cete a ti mismo y a tu enemigo?

... y no conocer¨¢s la derrota en m¨¢s de cien batallas. Una de las ausencias imperdonables del original de 2005 fue el espionaje. Esta faceta tan interesante para un juego de estrategia, clave en la geopol¨ªtica y las relaciones internacionales, ten¨ªa un papel meramente testimonial en las partidas. Las unidades de esp¨ªa serv¨ªan, b¨¢sicamente, para molestar. Pero esto tambi¨¦n ha cambiado con la expansi¨®n.

El espionaje es ahora tan fundamental como el oro, la cultura o la investigaci¨®n cient¨ªfica. Tanto es as¨ª que, al igual que en las anteriores, podremos asignar un porcentaje de nuestro esfuerzo nacional a conseguir m¨¢s puntos con los que actuar sobre los dem¨¢s jugadores.

El esp¨ªa, adem¨¢s, estar¨¢ presente desde el principio de la partida para cualquier civilizaci¨®n que descubra el alfabeto. Se mover¨¢ por el interior de las fronteras del enemigo invisible para las dem¨¢s unidades y podr¨¢ entrar en las ciudades e informar de la producci¨®n, de los ej¨¦rcitos acantonados y realizar misiones de diversa ¨ªndole. Para estas misiones es para lo que necesitaremos los puntos de espionaje. En un panel al que accederemos de la misma forma que a las estad¨ªsticas o al consejero de relaciones exteriores, encontramos una lista de los jugadores que conocemos y, junto a ellos, la cantidad de puntos acumulados.

En principio, los bonificadores  se distribuir¨¢n equitativamente, pero eso podremos cambiarlo escogiendo el peso que queremos asignar a cada uno de los rivales. La religi¨®n, la distancia, la afinidad cultural, son factores que tambi¨¦n influyen en el coste de dichas misiones. Conseguir que aquellos con los que chocaremos primero se desarrollen m¨¢s tarde que nosotros, sembrar el descontento o la insalubridad en sus ciudades, sabotear su producci¨®n o robarles la tecnolog¨ªa son armas que pueden ahorrar muchas bajas en una guerra.

Sin embargo, los enamorados de Civilization II echar¨¢n en falta la peligrosa opci¨®n de sobornar unidades y conseguirlas para nuestro bando. Desconocemos si en Firaxis tienen la intenci¨®n de a?adirla en un futuro parche pero, con lo crucial que resulta la lucha por la riqueza, podr¨ªa sacarle mucho m¨¢s jugo a los enfrentamientos.

A este nuevo concepto se ha aparejado la posibilidad de convertir a los ciudadanos en especialistas esp¨ªas, del mismo modo que pasa con los cient¨ªficos, los mercaderes, los ingenieros, los artistas y los sacerdotes. Edificios y maravillas, del tipo Scotland Yard, el Kremlin, las delegaciones, c¨¢rceles y agencias de inteligencia y espionaje aumentar¨¢n tanto el ritmo de producci¨®n de los puntos de espionaje, como la posibilidad de que aparezca en uno de nuestros centros un Gran Esp¨ªa, que nos facilitar¨¢ la labor en las acciones contra otra civilizaci¨®n.

Vencer sin usar las armas

Es, sin duda, uno de los objetivos de esta expansi¨®n. Entre las novedades que se presentan, quiz¨¢ las m¨¢s interesantes sean las destinadas a este fin, aunque no son las ¨²nicas. Diez civilizaciones (Sacro Imperio, Et¨ªopes, Portugueses, Holandeses, Mayas, Babilonios?), 16 nuevos l¨ªderes, 26 unidades (la gran mayor¨ªa para el desenlace de la partida), 14 maravillas (los Moai, el Cristo Redentor, las sedes de cada una de las corporaciones, el Parque Nacional, la Estatua de Zeus?), 16 edificios (uno por cada civilizaci¨®n m¨¢s la aduana, el dique, el pol¨ªgono industrial, el servicio de contraespionaje y el transporte p¨²blico), m¨¢s ascensos para los ej¨¦rcitos y mejoras en el combate con armas de asedio dan, adem¨¢s de m¨¢s horas de diversi¨®n, mayor profundidad al juego.

Sin embargo, si hubiera que destacar las m¨¢s llamativas, probablemente elegir¨ªamos dos que nada, o muy poco, tienen que ver con el campo b¨¦lico. Estamos hablando del Palacio Apost¨®lico y de los corsarios.

Una vez descubierta la teolog¨ªa, tendremos la posibilidad de construir el Palacio Apost¨®lico. En s¨ªntesis, es un espejo de las Naciones Unidas, pero en la Edad Media. El que lo construya pasar¨¢ a controlar el tema de las votaciones a las que someter¨¢ al resto de los jugadores.

Los miembros tendr¨¢n capacidad de voto dependiendo de si su religi¨®n oficial coincide con el que lo haya edificado y podr¨¢n oponerse o apoyar cada una de las propuestas que salgan adelante. ?stas pueden ir desde forzar una paz o devolver una ciudad conquistada a declarar una guerra o un embargo comercial. Rechazar una resoluci¨®n crear¨¢ descontento en las ciudades que profesen la fe del Palacio y pondr¨¢ en contra del que lo haya hecho a los dem¨¢s jugadores.

El corsario es una unidad naval sin demasiada fuerza, pero con varias caracter¨ªsticas especiales. La primera de ellas es que no lleva pabell¨®n, con lo cual permite atacar a otras unidades sin declarar la guerra ni revelar la identidad. Adem¨¢s, puede bloquear puertos para impedir el comercio y obtener dinero de las ciudades atacadas, con lo que su utilidad va mucho m¨¢s all¨¢ de la simple destrucci¨®n b¨¦lica.

Tambi¨¦n ser¨ªa l¨®gico destacar las armas nucleares t¨¢cticas, por su poder de devastaci¨®n, o el dirigible, la primera unidad a¨¦rea de la que dispondremos, que sirve tanto para explorar por territorio de otras naciones como para localizar y destruir submarinos de forma muy efectiva.

Y si los vasallos fueron la principal aportaci¨®n diplom¨¢tica de Warlords, en Beyond the Sword la diplomacia se ensancha con las colonias. Las ciudades de ultramar, aquellas que se encuentren muy alejadas de nuestra capital o en otros continentes, exigir¨¢n un mantenimiento mucho m¨¢s alto de lo habitual; as¨ª que la estrategia inicial de r¨¢pida expansi¨®n, tendr¨¢ que verse moderada si no queremos dejar la partida por una huelga general con un a?o a.C. grabado en la memoria.

A medida que avancen los a?os el coste aumentar¨¢ progresivamente, con lo que conceder la libertad a una, o varias ciudades, convirti¨¦ndolas en colonias puede ser una opci¨®n a tener muy en cuenta. Con ellas seguiremos compartiendo recursos, aunque es cierto que gozar¨¢n de libertad diplom¨¢tica y militar para hacer lo que deseen. No es nada probable tener que iniciar una guerra contra las colonias que hayamos creado, pero una mala gesti¨®n puede convertir lo improbable en seguro.

Es comprensible, ya que en un producto donde todo es complejidad, ver dos unidades a las que les baja la barra de salud hasta que una muere no aporta ning¨²n aliciente. Sin embargo, el que suscribe, piensa que todo esto, aunque f¨¢cil y antiguo, hace que el juego conserve su sabor a cl¨¢sico, que los '?Fire!' de los ca?ones del Civilization II son dif¨ªciles de olvidar y que, como marca, est¨¢ bien dejar apartado de la evoluci¨®n aquello que ser¨ªa motivo de nostalgia. Y es que, y todav¨ªa dentro de esa opini¨®n personal, no todas las modernizaciones de los videojuegos hacen que estos vayan a mejor, y hay ejemplos para aburrir en nuestra base de datos.

Por otro lado, las quejas sobre la IA s¨ª que suscitan la unanimidad entre los jugadores. Previsible, ser¨ªa el adjetivo m¨¢s adecuado para describirla, ya que desde la primera partida es muy sencillo suponer qu¨¦ camino van a seguir nuestros rivales. Resulta lamentable, adem¨¢s, que la ¨²nica forma que exista de dar complejidad a las partidas sea a trav¨¦s de bonus positivos para las dem¨¢s civilizaciones y negativos para la propia.

Pero, ?qu¨¦ podemos esperar de una Inteligencia Artificial en un videojuego de estrategia, si desde los sectores m¨¢s avanzados de la industria se dedican a resolver problemas por fuerza bruta y capacidad de c¨¢lculo de las nuevas m¨¢quinas antes que investigar nuevos modelos de IA? S¨®lo basta remitirse a las hemerotecas para comprobar c¨®mo se ha solucionado, hace escasos meses, el juego de las damas.

Es cierto que el modo multijugador elimina estos problemas al enfrentarnos contra otras personas - a no ser que uno tenga amigos de silicio -, pero no es menos cierto que, a ojos del usuario experto, no se aprecia ninguna evoluci¨®n favorable desde, pr¨¢cticamente, las primeras carretas del Civilization de 1991.

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Cambios de ¨²ltima hora

Casi para concluir, habr¨ªa que se?alar los cambios en las reglas respecto al Civ IV. Para comenzar, los fuertes podr¨¢n ser construidos fuera de nuestras fronteras y actuar¨¢n como si de peque?as ciudades se tratase. En ellos se podr¨¢n recuperar los barcos, e incluso los podr¨¢n usar como paso dos casillas hacia el interior de la tierra.

Existen muchas bonificaciones al espionaje en edificios antiguos como el Palacio, la Delegaci¨®n o el Castillo; los aeropuertos dan m¨¢s experiencia a las unidades a¨¦reas; los principios de gobierno inciden sobre el mantenimiento de las corporaciones y sobre el ya mencionado espionaje; s¨®lo se necesita un Gran Personaje para iniciar la primera Edad de Oro; y el comercio fuera de nuestras fronteras, a trav¨¦s de r¨ªos, requiere la Navegaci¨®n a Vela.

La reserva forestal, como mejora de los trabajadores, servir¨¢ para repoblar el mapa con selvas y bosques. Especialmente ¨²til para los territorios invadidos, donde absolutamente todo est¨¢ modificado, combina muy bien con el ecologismo al final del juego, para obtener higiene y felicidad en nuestros centros urbanos.

Respecto a la duraci¨®n, ahora las partidas en velocidad normal van hasta los 500 turnos, aunque el final sigue estando fechado para 2050 d.C. Hay mucho m¨¢s cambios pero, en cualquier caso, para consultar todas las novedades, la civilopedia es un instrumento espl¨¦ndido, que pormenoriza casi todo con detalle, y que a trav¨¦s de un ep¨ªgrafe llamado 'Conceptos en Beyond the Sword' nos explicar¨¢ todo lo que queramos saber sobre la expansi¨®n.

Mods y escenarios

Nada que ver con The Who. Civilization se ha caracterizado por su impresionante editor y la comunidad de seguidores ha contribuido a ampliar la experiencia de juego a trav¨¦s de mapas que recrearan sucesos hist¨®ricos. En Beyond the Sword, Firaxis disfruta con su propio v¨¢stago para ofrecer desde escenarios hist¨®ricos (como la Europa de Carlomagno o el Oriente Medio del siglo XIII), hasta algunos plagados de zombis, otros m¨¢s cerca de un arcade, futuristas con mechs o, incluso, de conquista espacial. Los l¨ªmites para la ambientaci¨®n son infinitos y se encuentran, tan s¨®lo, en el esp¨ªritu de trabajo y la imaginaci¨®n. En el juego tambi¨¦n se incluyen tres de los mejores escenarios dise?ados por los fans.

Beyond the Sword tiene todo lo que una expansi¨®n deber¨ªa poseer. Redise?a el original sin variar su esp¨ªritu, incluye aquello que se echaba clamorosamente en falta, alarga las horas de juego y de diversi¨®n como si de un nuevo Civ se tratase y quita el mal sabor de boca a aquellos que comenzaron a desconfiar de la firma de Sid Meier despu¨¦s de Warlords. Esta vez el esfuerzo s¨ª vale la pena.

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