Honor s¨ª, pero con Fuerza?

Ha pasado alg¨²n tiempo desde que no ten¨ªa la posibilidad de realizar un an¨¢lisis sobre un juego de estrategia basado por turnos, tal vez demasiado. Es por ello que acept¨¦ el encargo de este t¨ªtulo de Magitech Corporation y, tras dedicarle unas cuantas horas, creo que he salido bastante escarmentado de la experiencia. De hecho me resulta m¨¢s gratificante volver a mi viejo y amado Panzer General.

La verdad es que cog¨ª con ilusi¨®n Strength & Honour (SNH en adelante). Una mezcla entre estrategia por turnos y batalla en tiempo real, ambientado en la ¨¦poca de las grandes civilizaciones, con las posibilidades de micromanejar ciudad por ciudad, perpetuar a nuestra propia dinast¨ªa, utilizar personajes especiales, gestionar los recursos o incluso mandar diplom¨¢ticos o asesinos para conseguir nuestros prop¨®sitos, al estilo de lo que vimos en 'SW: Rebellion' hace algunos a?os.

Sin embargo, una vez enfrascados en lo que es puramente el juego, nos damos cuenta de que a pesar de las innumerables posibilidades te¨®ricas que ofrece el juego, la realidad es que cuesta mucho encontrar la diversi¨®n escondida entre el amasijo de men¨²s, gr¨¢ficos, ciudades e imperios. Por lo menos en mi caso el soberano aburrimiento me hizo, en mis numerosos alt-tabs para tomar notas, maldecir el icono de acceso directo de Half-life 2 que, al igual que un diablillo en mi cabeza, me llamaba cont¨ªnuamente.

Pero aguant¨¦ al pie del ca?¨®n. Curiosamente, ninguno de mis amigos hab¨ªa o¨ªdo hablar de este juego cuando les comentaba de qu¨¦ estaba haciendo el an¨¢lisis; significativo es que al intentar ejercer una partida multijugador no hubiese absolutamente nadie para poder concretar una batalla y desgraciadamente no pude medir mis escasas habilidades de estratega porque honestamente no s¨¦ de nadie que posea el juego, ni tan siquiera otros colegas de prensa especializada con los que suelo jugar.

El argumento del juego es bien simple: conseguir la victoria mediante cualquier medio a nuestro alcance. En nuestras manos estar¨¢ el poder conseguirlo de un modo u otro, ya sea por la v¨ªa diplom¨¢tica o por la militar, estableciendo tratados o rompi¨¦ndolos, sobornando a nuestros generales o sublevando rebeliones internas. Lo inherentemente bueno de SNH es que hay muchos caminos para llegar a un fin, por mucho que inevitablemente la via militar sea la que mejor funcione en la mayor¨ªa de los casos.

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Por ello las posibilidades que disponemos al inicio del juego son las de empezar una batalla hist¨®rica escogiendo personajes reales de confrontaciones reales, mientras que en una campa?a (el verdadero objetivo del juego) podemos escoger determinadas ¨¦pocas y pelear con personajes hist¨®ricos o bien con otros creados especialmente para la ocasi¨®n. Dado que no hay tutorial, la pr¨¢ctica y la lectura del manual es altamente recomendada.

Ya desde el punto de vista principal, que consiste en una visi¨®n m¨¢s o menos cercana del mapa global, observamos que el detalle brilla por su ausencia. Las texturas son bastante simples y mon¨®tonas y a pesar de que hay algunos modelos de ciudades, por regla general son bastante escasos. Todos llevan una bandera de tama?o acorde a su poblaci¨®n y eso facilita su identificaci¨®n, eso s¨ª, pero es bastante triste.

Es posible entrar en vistas detalladas de la ciudad en las que se aprecia algo mejor, pero ninguna de ellas est¨¢ animada y parece que estemos viviendo una sucesi¨®n de im¨¢genes como si fuesen men¨²s desplegables en lugar de encontrar un cierto dinamismo, algo que nos invite a cliquear aqu¨ª y all¨ª. Incluso los listados aparecen de forma muy sosa y aunque todo est¨¢ situado de forma bastante funcional pienso que hay mucho trabajo por hacer en este aspecto.

Las batallas no escapan a la mediocridad. Aunque es cierto que puedes llevar hasta un m¨¢ximo de mil unidades con tu ej¨¦rcito y cuatro de ellos pueden combatir simult¨¢neamente, se ha primado la simpleza de dise?o antes que el lucimiento y, por qu¨¦ no, la sobriedad antes que la espectacularidad. Las pantallas de selecci¨®n de divisi¨®n o generales, as¨ª como los momentos en que se producen reagrupamientos o cargas parecen m¨¢s una batalla de hormigas que una confrontaci¨®n entre dos ej¨¦rcitos de verdad.

Las animaciones brillan por su ausencia e incluso el traslado de tropas de una ciudad a otra est¨¢ resuelto de forma muy simplista. No es que eso incida exageradamente sobre la jugabilidad pero ya que es un juego que para disfrutarlo m¨ªnimamente se requiere pasar determinado tiempo pegado a la pantalla, hay algunos detalles que ser¨ªan de agradecer. En t¨¦rminos generales podemos decir que gr¨¢ficamente es muy soso.

Y el sonido no se libra de ello. La m¨²sica aparece como fondo, como queriendo no sonar y los efectos de sonido son claramente escasos de todas, todas. Es cierto que en la batalla la cosa mejora un poco, pero de nuevo ni de lejos consigue el nivel inmersivo que desear¨ªamos. Eso s¨ª, el juego est¨¢ completamente traducido al castellano. No detect¨¦ voces durante el transcurso de mis campa?as.

La pantalla principal es la del mapa del mundo. Desde all¨ª tenemos acceso directo a las partes m¨¢s importantes del control de nuestra civilizaci¨®n: el palacio, los ej¨¦rcitos, la capital, las estad¨ªsticas y algo muy importante: los mapas. Los mapas trazan las estructuras de los tratados diplom¨¢ticos que incluyen alianzas militares, comerciales o pol¨ªticas. As¨ª de un vistazo podremos tener controlados a todos, aliados y rivales.

Cada ciudad puede gestionarse de modo individual; a simple vista esto parece algo l¨®gico, pero cuando tenemos 30 ciudades o m¨¢s bajo nuestro mando, exige una gran dosis de tiempo modificar a distintos niveles los impuestos pertinentes y otras opciones. En la ciudad tenemos varios edificios clave que, excepto en la capital, no todos estar¨¢n construidos. De esta forma podemos edificar cuarteles, un anfiteatro, un mercado, un establo o una biblioteca.

El ayuntamiento controla los impuestos que pagar¨¢n los ciudadanos a la vez que nos informa de muchos datos econ¨®micos: balances, porcentaje de aprovisionamiento de construcciones, etc. Desde la biblioteca manejamos las creencias y religiones de nuestra poblaci¨®n, con lo que podemos modificar su fe y as¨ª influir en la vida diaria: el mercantilismo mejora la capacidad de comercio y el tao¨ªsmo la cultura.

El anfiteatro se utiliza para comprobar el estado de contento / descontento popular, as¨ª como organizar eventos para mejorarlo. Los cuarteles y los establos sirven para administrar el reclutamiento de tropas, con barras deslizantes para decidir qu¨¦ tipo de soldado queremos favorecer exactamente para que pase a ingresar en las filas de nuestro ej¨¦rcito. A medida que dispongamos de unidades, se le asignar¨¢n a un general que formar¨¢ su propia divisi¨®n: arqueros, infanter¨ªa ligera y pesada y caballer¨ªa.

Si tenemos acceso al mar nos ser¨¢ posible construir embarcaciones de guerra para patrullar la zona e impedir desembarcos enemigos en nuestras tierras con naves de transporte. Destacamos que si bien por tierra podemos organizar moderadamente nuestros combates, una vez en el mar el resultado de la batalla ser¨¢ absolutamente aleatorio, sin que podamos tener ning¨²n control sobre ¨¦l.

Una vez poseamos un ej¨¦rcito, podemos moverlo a nuestro antojo por todo el mapa. En todas aquellas ciudades neutrales o aliadas con las que tengamos un tratado militar, circular por ellas no significar¨¢ declararles la guerra. De este modo podremos entrar en combate cuando se encuentren dos ej¨¦rcitos o bien mandar tropas a sofocar rebeliones en nuestras propias filas, generalmente propagadas por generales renegados o por el descontento de los ciudadanos (una presi¨®n fiscal aceptable redunda en nuestro beneficio a largo plazo).

Para evitar sublevaciones en ciudades es preferible tener muy contentos a sus dirigentes. Hay varias formas de hacerlo pero el amasar poder y dinero es una constante que a¨²n perdura en nuestros d¨ªas, desafortunadamente. Otorgar a una ciudad la capacidad de autogobierno, segreg¨¢ndola del n¨²cleo principal y dejar que autom¨¢ticamente gestione su ej¨¦rcito y sus impuestos tambi¨¦n es una t¨¢ctica que suele funcionar.

En palacio tambi¨¦n pueden solucionarse estos menesteres de forma 'alternativa'. Es frecuente la visita de asesinos profesionales, recaudadores de impuestos y corruptores de popularidad que ofrecen sus servicios por un m¨®dico precio. Claro que tambi¨¦n hay fil¨®sofos, alquimistas y negociadores que intentar¨¢n que la v¨ªa diplom¨¢tica sea m¨¢s exitosa. Y a las malas contrataremos se?uelos de nosotros mismos para que den discursos, despistando al enemigo.

Una vez en combate, la estrategia hasta el momento por turnos (el turno finaliza en el momento en que pulsamos el correspondiente bot¨®n) se convierte en tiempo real. Eso significa que podremos medianamente 'dirigir' nuestros batallones, exigi¨¦ndoles ataque y defensa, formaciones, cargas y reagrupamientos, retirada o incluso usar el 'tambor de moral' (m¨¢s de dos veces por combate resulta en su ineficacia) para aumentar el ¨ªmpetu de las tropas cuando encaren al enemigo. Tened en cuenta que la orograf¨ªa del terreno tambi¨¦n influye en el resultado final.

Cada general posee su divisi¨®n correspondiente y podemos acceder a ellas mediante un simple click en su retrato. Dependiendo de la configuraci¨®n de cada ej¨¦rcito, su comportamiento en combate ser¨¢ distinto. La organizaci¨®n de destacamentos (imprescindible uno de emboscada tras nuestro cuartel general) es muy importante, as¨ª como averiguar r¨¢pidamente d¨®nde est¨¢ el mariscal enemigo e intentar acabar con ¨¦l de inmediato. Si adem¨¢s contamos con dos ej¨¦rcitos, ser¨¢ posible semi-dirigir al aliado, pero es ya complicar mucho las cosas.