Irlanda ofrece el Grand Slam del Seis Naciones a San Patricio
Una Irlanda plet¨®rica consigue el 15? t¨ªtulo y el cuarto pleno de su historia ante una Inglaterra orgullosa, mermada por una roja a Steward.
Un Grand Slam, y por extensi¨®n una Triple Corona, un Millenium Trophy y un Centenary Quaich. Un quintal de plata fue la ofrenda de la Irlanda rugb¨ªstica a San Patricio, su patr¨®n, este s¨¢bado, un d¨ªa despu¨¦s de la gran fiesta nacional, que es en cierto sentido universal porque con el paso de los siglos el pueblo irland¨¦s se ha desparramado por todo el globo. Una di¨¢spora alimentada en parte por el hist¨®rico maltrato de Inglaterra. Precisamente el colaborador necesario (29-16 cay¨® la Rosa) en el cuarto pleno en el Seis Naciones del Tr¨¦bol, 15? t¨ªtulo. Una p¨¢gina especial en sus tomos de historia, porque es el primero que conquista en Dubl¨ªn, ante su parroquia.
El peso de las circunstancias cay¨® como una losa sobre Irlanda en los minutos iniciales, una din¨¢mica err¨¢tica favorecida por la intensidad que exhibi¨® de salida Inglaterra, en l¨ªnea con lo que se esperaba de ella tras la debacle de Le Crunch. El pie de Owen Farrell rentabiliz¨® las dudas irlandesas en un primer cuarto de hora que honr¨® la condici¨®n del rugby como deporte de contacto. Tras malograr Sexton, precipitado, una buena ocasi¨®n de visitar por primera vez la zona de marca inglesa, fue el propio 10 de Leinster quien abri¨® la espita del flujo de anotaci¨®n local, con un golpe a palos que le convirti¨® en el m¨¢ximo anotador de la historia del torneo (566 puntos) que ya nunca volver¨¢ a jugar. De O¡¯Gara a Jonathan. Todo queda en casa.
Se celebr¨® la efem¨¦ride cual ensayo. Como cada placaje ganador de los hombres de verde, como cada quiebre o cada touch conquistada. Entonaban los congregados el dulce Fields of Athenry cuando Irlanda consigui¨® al fin enhebrar la aguja. Touch lanzada por Sheehan y recogida por Van der Flier, que enseguida se la devuelve por el cerrado a su talonador, un purasangre camino al posado. Una jugada de memoria colectiva, de equipo hecho.
No fue ese el zarpazo definitivo para Inglaterra. Ese se lo dio el sudafricano Jaco Peyper, juez del pleito, que expuls¨® a Freddie Steward a tiempo cumplido. Fue una decisi¨®n dr¨¢stica, producto de la interpretaci¨®n a c¨¢mara lenta de algo que ocurri¨® en d¨¦cimas de segundo. Keenan persigui¨® un bal¨®n raso, cabeza gacha, y se encontr¨® con el hombro del zaguero ingl¨¦s, que en su intento de protegerse hizo un ¨²ltimo gesto extra?o. Hace no mucho habr¨ªa salido impune de las pesquisas. Ahora la preocupaci¨®n por determinados contactos favorece este tipo de sentencias.
Conducida por fuerzas ajenas al cansancio, en una rivalidad at¨¢vica, Inglaterra se las apa?¨® para aguantar el tipo hasta cumplida una hora de envite. Fue entonces cuando el Grand Slam empez¨® a oler a Guinness, a pan de patata, a banoffee. La delantera irlandesa trabaj¨® el eje y una Inglaterra desgastada empez¨® a dejar intervalos. En uno de ellos se adentr¨® Henshaw para poner una distancia ya a todas luces insalvable, que menguar¨ªa gracias a Jamie George poco despu¨¦s.
La puntilla la dio Herring, Inglaterra ya hecha del todo jirones por una amarilla a Willis. El pilar de Ulster dio con su zambullida el pistoletazo de salida a lo que ser¨¢ una noche larga en la Isla Esmeralda para honrar a un equipo que ha sido el mejor de cabo a rabo del torneo. Lo ¨²nico que podr¨ªa lamentar el aficionado irland¨¦s en este feliz fin de semana, vista la precisi¨®n con la que funciona ahora mismo el engranaje montado por Andy Farrell (la cara de la moneda, por cierto, en la disputa familiar con su hijo Owen), es que el Mundial a¨²n est¨¦ a medio a?o de distancia.