Scottie Scheffler: un Masters en el nombre del Se?or
El texano, de fuertes convicciones cristianas, convirti¨® la ¨²ltima jornada del Masters en un acto de fe. Su victoria le coloca en el cielo del golf profesional.
Hace cuatro a?os Scottie Scheffler consegu¨ªa la tarjeta para el Korn Ferry Tour, segunda divisi¨®n del golf estadounidense, embocando dos putts milagrosos en los dos ¨²ltimos hoyos del torneo de clasificaci¨®n. Una temporada con dos victorias y los premios a mejor jugador y novato del a?o le dieron un puesto en el PGA. Hace dos meses consum¨® su primer triunfo, en su 71? aparici¨®n en la ¨¦lite. Tres semanas despu¨¦s lleg¨® el segundo. Hace dos,el tercero, todo un Mundial Match Play, que le propuls¨® a la primera plaza del ranking mundial. Este domingo, ya madrugada del lunes en Espa?a, abri¨® la lata de los majors: chaqueta verde en Augusta.
Un racha 'tigeriana', celestial, que transporta a este texano (naci¨® en Nueva Jersey pero se cri¨® en Dallas) de 25 a?os a la inmortalidad golf¨ªstica. Su triunfo es el de un temeroso de Dios, un hombre de fuertes creencias cristianas que, relat¨® ¨¦l mismo en sala de prensa, llor¨® "como un beb¨¦" la ma?ana del domingo antes de enfrentarse al G¨®lgota de su profesi¨®n: salir l¨ªder a una ¨²ltima ronda en el Masters. "No sab¨ªa qu¨¦ hacer. Le dije a mi mujer que no cre¨ªa estar preparado para algo as¨ª", explic¨®. Meredith Scudder, su compa?era de viaje, le se?al¨® los caminos del Se?or: "Me dijo que Dios tiene el control y que me guiar¨ªa, que si ten¨ªa que ser mi momento lo ser¨ªa".
Scheffler convirti¨® su ¨²ltima vuelta al Augusta National en un acto de fe y por momentos pareci¨® que su destino existencial era enfundarse una de las prendas m¨¢s codiciadas de todo el mundo del deporte. Especialmente en el tercer hoyo, cuando Cameron Smith, el otro 'potro' en la carrera por el primer major de la temporada, hab¨ªa reducido el margen a un golpe con dos birdies de salida. Ambos fallaron la calle por la izquierda y ejecutaron golpes de recuperaci¨®n id¨¦nticos (de hecho sus bolas no se tocaron por cent¨ªmetros). Pero Scheffler emboc¨® su chip para birdie y el australiano se pas¨® la bandera por cuatro metros. Fue como una epifan¨ªa.
Hay una poderosa reafirmaci¨®n de las leyes del golf en el triunfo del estadounidense. En primer lugar, queda de nuevo patente que este deporte puede llevarte muy r¨¢pidamente del ostracismo a la m¨¢s absoluta gloria. A una velocidad directamente proporcional a la que puede devolverte a la mundanidad (que le pregunten a Tiger). Su Masters no es necesariamente el anuncio de una nueva era. Puede que que no vuelva a ganar un torneo en su vida.
Pero s¨ª es la reconfirmaci¨®n de otra verdad de este negociado: que cualquiera puede ganar. Scheffler no tiene el swing m¨¢s ortodoxo, ni es el jugador m¨¢s carism¨¢tico del circuito. Si el golf se dividiera en 'Tigers' y 'Langers', ¨¦l estar¨ªa en el equipo del sobrio alem¨¢n, otro devoto cristiano. Se acerca m¨¢s al prototipo de estadounidense de clase media con un chalet a las afueras de una gran ciudad que al de estrella del deporte.
Y a¨²n as¨ª es un magn¨ªfico golfista, un tipo con una facilidad pasmosa para encontrar las banderas y que explica el golf con una simpleza asombrosa. "Pegu¨¦ un gran drive al centro de la calle, chipe¨¦ a green y met¨ª el putt", narraba uno de sus 21 birdies estos d¨ªas, siete de ellos un viernes en el que Augusta zarande¨® a la mayor¨ªa de contendientes. Ese d¨ªa tom¨® el mando y ya no lo solt¨®. Si Dios existe desde luego tiene grandes planes para ¨¦l.