Un d¨ªa con los ojos que buscan a Blanca entre las zarzas
Varios grupos de monta?eros expertos en la zona se adentran en la sierra madrile?a para reforzar el dispositivo de la polic¨ªa y la Guardia Civil.

Mientras varios drones sobrevuelan la sierra de Madrid, Javier S¨¢nchez, fot¨®grafo de 54 a?os y apasionado de la monta?a, recorre a pie el per¨ªmetro trazado por la Guardia Civil entre el arroyo del Infierno y Calle Vieja, en Guadarrama. S¨¢nchez es uno de los m¨¢s de 50 voluntarios que se han sumado este martes al dispositivo de b¨²squeda de la Blanca Fern¨¢ndez Ochoa, desaparecida desde hace m¨¢s de una semana en esta zona. "Caminamos monte arriba y entre la maleza si hace falta", explica el veterano monta?ero mientras repone fuerzas en un merendero despu¨¦s de una batida de tres horas.
All¨ª donde la vegetaci¨®n se espesa o el relieve dificulta la labor de los helic¨®pteros y los drones, los voluntarios se convierten en los ojos del dispositivo sobre el terreno. Citados a las nueve de la ma?ana en Las Dehesas, cerca del aparcamiento donde las fuerzas de seguridad encontraron el coche de Fern¨¢ndez Ochoa, se presentan y son distribuidos seg¨²n su orden de llegada. Una vez organizados, el agente de la Guardia Civil que gu¨ªa al grupo busca a los m¨¢s experimentados: "?Qui¨¦n conoce bien la zona?". Cuatro bastones se alzan en el aire y sus due?os se acercan al agente, que despliega un mapa de la monta?a y explica la ruta a seguir en el ¨¢rea acotada para realizar la batida. Los voluntarios asienten y se ponen en marcha.
No van solos. Los 11 grupos de b¨²squeda, organizados por el Ayuntamiento de Cercedilla, son liderados por un agente de la Guardia Civil y acompa?ados por un perro de la Polic¨ªa Nacional, que olfatea sin descanso las pistas forestales en busca de cualquier indicio que pueda conducirlos a la esquiadora. Cada grupo, de unas 15 personas, lo completan dos agentes de Protecci¨®n Civil y uno de la Polic¨ªa Nacional. El conocimiento del terreno, la experiencia y un equipamiento adecuado son los requisitos para participar en las batidas.
Todos reciben la directriz de no alejarse m¨¢s all¨¢ de entre 10 y 15 metros de un compa?ero y tratar de mantener siempre el contacto visual. Los m¨¢s experimentados, como Alfredo Mart¨ªnez, monta?ero de 63 a?os, se adentran en las zonas que mejor conocen: "Vamos despacio, pero con seguridad, a veces entre las zarzas". Mart¨ªnez, que reside en Los Molinos, una localidad cercana, se ha sumado "por solidaridad" y porque cree que su exhaustivo conocimiento del lugar puede servir de ayuda. El ruido de los helic¨®pteros interrumpe su conversaci¨®n con Iv¨¢n Bermejo, otro voluntario con el que ha compartido grupo. Bermejo, madrile?o de 44 a?os, es un aut¨¦ntico experto de la zona: "Pr¨¢cticamente me he criado aqu¨ª y vengo cada verano desde hace m¨¢s de 20 a?os, sent¨ªa que ten¨ªa que ayudar".
Otros se mueven por motivos m¨¢s personales, como un grupo de cuatro j¨®venes cercanos a la familia de Fern¨¢ndez Ochoa, que descansan en el mismo merendero que el resto de voluntarios, junto al aparcamiento donde se encuentra la base de operaciones del impresionante despliegue de las fuerzas de seguridad. "Es un momento muy dif¨ªcil, tratamos de hacer lo que sea para ayudar", afirma una de las chicas mientras hace estiramientos tras la caminata.
Si bien mantienen el ¨¢nimo, los voluntarios son conscientes de que la b¨²squeda es muy complicada. "Como buscar una aguja en un pajar", explican. "Hemos podido pasar a su lado y no haberla visto", comenta S¨¢nchez. La complicada orograf¨ªa de algunas de las ¨¢reas de b¨²squeda ha impedido que se cubra el 100% del terreno previsto en cada batida. "Hay barrancos, ca?ones... Yo mismo he subido un rato escalando por el r¨ªo", afirma el voluntario. Fuentes de la Guardia Civil ya anunciaban desde primera hora de la ma?ana que iba a ser ¡°imposible¡± reconocer al completo las zonas delimitadas. Los voluntarios que m¨¢s conocen el terreno coinciden en que la zona de Siete Picos es la m¨¢s peligrosa y que por ello las autoridades han evitado enviarlos all¨ª.
Pasadas las tres de la tarde, un senderista llega al merendero, bast¨®n en mano y con el gesto torcido. "?Qu¨¦ tal?", pregunta S¨¢nchez. "Infructuoso", se limita a contestar el reci¨¦n llegado. Mientras, los dem¨¢s voluntarios devoran los bocadillos que han repartido las fuerzas de seguridad y esperan ansiosos a que alg¨²n agente los llame para volver a subir a la sierra. "Y si hace falta tambi¨¦n ma?ana, pasado y al d¨ªa siguiente, estamos para eso", sentencia S¨¢nchez.