Jon Gruden ya se ha comido a Reggie McKenzie en los Raiders
El entrenador s¨®lo ha necesitado cuatro meses para alcanzar el estatus de jefe supremo e incontestable en la franquicia de Oakland.

Cuando a un entrenador de la NFL le das 100 millones de d¨®lares por los pr¨®ximos diez a?os le est¨¢s convirtiendo en, de facto, la franquicia entera. No tanto por el dinero en s¨ª, aunque hacerle el mejor pagado de toda la liga no es balad¨ª en lo que a jerarqu¨ªa se refiere, sino por la seguridad a largo plazo. Con la decisi¨®n le est¨¢s diciendo que puede hacer todo a su antojo ya que ninguna autoridad se interpondr¨¢ entre sus decisiones y los cien millones de d¨®lares. ?Qu¨¦ clase de persona le puede imponer nada cuando es, pr¨¢cticamente, imposible de despedir? No, 100 millones por diez a?os es, en esencia, entregarle las llaves de la franquicia y verle hacer y deshacer sin cortapisas.
Es lo que sucedi¨® con los Oakland Raiders y Jon Gruden el pasado mes de enero. Cuando Mark Davis, due?o de la franquicia, quiso sacar del retiro dorado del Monday Night Football de la ESPN al m¨ªtico entrenador, tuvo que poner toda la carne en el asador para convencerle. Le ofreci¨® el dinero y, sobre todo, el poder. Desde el mismo instante en que le dijo s¨ª la duda era saber si el general manager, Reggie McKenzie, quedaba como un hombre ejecutivo o, en esencia, como un convidado de piedra.
Cuatro meses despu¨¦s parece evidente que estamos mucho m¨¢s cerca de lo segundo. Y, francamente, esperar cualquier otra cosa, conociendo la situaci¨®n, ser¨ªa bastante inocente.
Los movimientos de la plantilla en la agencia libre son un libro abierto sobre las intenciones de Jon Gruden. Lo primero que hizo fue montar un equipo de entrenadores que fueran de su absoluta confianza; se llev¨® con ¨¦l a Paul Guenther como coordiandor defensivo, Rich Bisaccia como encargado de los equipos especiales, y Greg Olson liderando un grupo de ataque en el que tambi¨¦n est¨¢n Tom Cable (OL) y Edgar Bennett (WR).
Con ellos se explican, por ejemplo, los fichajes de Leon Hall, Josh Johnson, Marcus Gilchrist, Jordy Nelson o Breno Giacomini, entre otros, porque han jugado para esos entrenadores en el pasado, en anteriores paradas de sus recorridos profesionales.
De la misma forma, Gruden ha cambiado de filosof¨ªa sobre el correr riesgos con personalidades complicadas. As¨ª lo demuestra el traspaso por Martavis Bryant, suspendido por abuso de sustancias en su estancia en los Pittsburgh Steelers. Podemos notar lo mismo en el fichaje del cornerback Daryl Worley, arrestado por conducir bajo los efectos del alcohol.
No es que Reggie McKenzie fuera completamente averso al riesgo, pero s¨ª que su idea ten¨ªa mucho m¨¢s que ver con la que mostraba el anterior entrenador, Jack Del R¨ªo, que con lanzarse desbocado a por jugadores con alguna que otra se?al roja en su forma de proceder.
Esa misma tendencia la encontramos en el draft. Es dif¨ªcil no pensar que esa mentalidad no ha guiado a Gruden a la hora de gastar una tercera ronda en Arden Key, complejo proyecto de jugador con enorme potencial f¨ªsico pero que tir¨® por la borda la temporada 2017 en LSU por su actitud, o la apuesta por Maurice Hurst, de gran talento pero al que un problema de coraz¨®n dej¨® fuera de la Combine y de la lista de drafteables por parte de muchos equipos.
Los ¨²ltimos dos rumores que implican a los Raiders tambi¨¦n ahondan en esta tendencia. Se habla de que el equipo de ojeadores va a sufrir un cambio dr¨¢stico en breve y de que Bruce Allen, dirigente de los Washington Redskins y gran amigo de Gruden de la etapa de los Tampa Bay Buccanners, podr¨ªa ser llamado a filas en breve por el entrenador, aunque Allen lo ha negado de manera enf¨¢tica.
En tan s¨®lo cuatro meses, Jon Gruden ha hecho desaparecer del mapa a Reggie McKenzie. No es m¨¢s que un apoyo en las oficinas cuya capacidad para decidir est¨¢ muy lejos de su t¨ªtulo de general manager porque, en esencia, el general manager in pectore es Gruden. Tiene carta blanca en los Oakland Raiders y lo est¨¢ demostrando en cada paso.
S¨®lo Bill Belichick tiene tama?o poder en la NFL. El jefe supremo de los New England Patriots se lo ha ganado y nadie puede discutirlo. Jon Gruden no se lo ha ganado a¨²n; el riesgo que est¨¢n asumiendo los Oakland Raiders es grande, pero no hay otra salida cuando a una persona le das 100 millones de d¨®lares por diez a?os. Ha quedado muy claro que el contrapeso de poder en la franquicia, sencillamente, ni existe ni ten¨ªa posibilidad de existir. Se van a ir a Las Vegas en los t¨¦rminos deportivos que Jon Gruden diga.