Usain Bolt tambi¨¦n gobierna en la derrota
Nunca un tercer clasificado ha parecido m¨¢s ganador que Usain Bolt. Justin Gatlin, el vencedor, fue abucheado de nuevo en Londres.
La ¨²ltima carrera de Usain Bolt manifest¨® su impacto en los aficionados al deporte, que cambiaron su perspectiva en la final de 100 metros. A estos niveles -finales ol¨ªmpicas o Campeonatos del Mundo-, la prueba anima a pensar en el hombre y sus l¨ªmites. No hay distancia que alimente m¨¢s la imaginaci¨®n. Por supuesto que interesa el ganador, m¨¢s a¨²n cuando existe una rivalidad extrema, como ocurr¨ªa en los duelos entre Carl Lewis y Ben Johnson, pero en los 100 metros prevalece la marca. Convoca m¨¢s un registro excepcional que la victoria de un gran sprinter con un tiempo discreto. Este segundo caso presidi¨® la final de Londres.
Gan¨® Justin Gatlin y escuch¨® los mismos silbidos que hace cinco a?os, cuando ocup¨® el tercer puesto en los Juegos Ol¨ªmpicos de Londres. Entre todos los atletas con sanciones anteriores por dopaje, Gatlin ha sido especialmente reprobado p¨²blicamente, y en ning¨²n lugar m¨¢s que en la capital brit¨¢nica. A los ojos de los aficionados, ha sido el principal villano en los duelos con Usain Bolt. Sin el jamaicano, un atleta con un tir¨®n popular incomparable, Gatlin habr¨ªa soportado una presi¨®n ambiental mucho m¨¢s tenue.
Por ah¨ª se explica el impacto de Bolt. Desde su irrupci¨®n en los Juegos de Pek¨ªn 2008, la velocidad ha gravitado totalmente sobre el jamaicano. Ni tan siquiera la victoria sobre el triple campe¨®n ol¨ªmpico y recordman del mundo de 100 y 200 metros, ha colocado a Gatlin en el centro del escenario. Lejos de recibir el elogio que significa derrotar al coloso -Bolt no hab¨ªa perdido ninguna de las 11 grandes finales ol¨ªmpicas y mundiales que hab¨ªa disputado desde Pek¨ªn 2008-, el veterano atleta estadounidense interpret¨® el s¨¢bado el papel de aguafiestas. No ha sido f¨¢cil ser Gatlin en el imperio de Bolt.
La carrera trataba de Bolt antes de comenzar y trat¨® de Bolt cuando termin¨®. No hay recuerdo de una despedida tan calurosa en la historia del atletismo. El homenaje se prolong¨® un d¨ªa m¨¢s, en la entrega de medallas. Nunca un tercero ha parecido m¨¢s ganador que Bolt, que adem¨¢s ejerci¨® un amable protectorado sobre Justin Gatlin. Su afectuoso gesto con el estadounidense sirvi¨® para rebajar los abucheos en el estadio.
Bolt tambi¨¦n es incomparable como director de orquesta. Mandaba en la pista y en la grada. Nunca un atleta ha manejado mejor las emociones de los espectadores. A la gente le gust¨® Bolt desde el principio. En los Juegos de Pek¨ªn, el envarado Jacques Rogge, presidente del Comit¨¦ Ol¨ªmpico Internacional, critic¨® al jamaicano por su festiva actitud en la pista. Casi le exigi¨® perd¨®n por su alegr¨ªa. Rogge, como tantos otros dirigentes del deporte, no se hab¨ªa enterado del fil¨®n que supon¨ªa el campe¨®n caribe?o, due?o de una conexi¨®n m¨¢gica con los espectadores. Por supuesto, Bolt no le hizo el menor caso al directivo belga.
El amparo a Justin Gatlin permiti¨® el cambio de gesto del estadounidense. Pocas veces se ha visto a un hombre con el rostro tan triste en el momento de recoger la medalla de oro. Los aplausos de Bolt tuvieron un efecto terap¨¦utico. Gatlin pudo dibujar una sonrisa por fin. Luego el foco regres¨® al jamaicano. Parec¨ªa ayer cuando irrumpi¨® en los Juegos de Pek¨ªn con dos r¨¦cords fabulosos o cuando venci¨® a los pron¨®sticos m¨¢s imaginativos un a?o despu¨¦s, en los Mundiales de Berl¨ªn 2009 (9.58 segundos en los 100 metros, 19.19 en los 200).
Abandon¨® el estadio del East End londinense entre el clamor de la gente, que ahora teme la herencia que suelen dejar los campeones grandiosos: una ¨¦poca de tierra quemada. En Londres, se vio al ¨²ltimo Bolt, pero tambi¨¦n se vio a un ganador de 35 a?os, con una marca (9.92 segundos) de los a?os 80. Quiz¨¢ el joven Christian Coleman, segundo en la final y procedente de la Universidad de Tennesee -la misma de Gatlin- despierte alguna expectativa. No lo tendr¨¢ f¨¢cil, porque el efecto de Bolt ha sido disuasorio para las sucesivas camadas de j¨®venes sprinters estadounidenses. Antes se rend¨ªan ante el jamaicano en la pista. Ahora tendr¨¢n que luchar contra su recuerdo.