Todo el mundo ama al 'underdog'
Del Maracanazo al Leicester... A veces la historia deportiva no la escriben los campeones habituales, sino sorprendentes ganadores.

Dec¨ªan en la pel¨ªcula Amores perros que ¡°tambi¨¦n somos lo que hemos perdido¡±, pero hay perdedores recurrentes que se niegan a perder. Aunque ¨²nicamente sea por un instante, tal vez quince minutos de fama warholianos, con un poco de suerte toda una temporada deportiva entera. Son, en un t¨¦rmino sacado de la cultura anglosajona, aut¨¦nticos underdog, perros de pelea que est¨¢n debajo de su contrincante, con el peso del destino en su contra, las babas del contrario cayendo sobre su fr¨ªo sudor, colmillos de presa a punto de atrapar su cuello, pero que al final ganan para convertir su ¨¦xito en una entra?able sorpresa inesperada (siguiendo con t¨¦rminos angloparlantes, upset llaman los brit¨¢nicos a esa victoria sorprendente). En un estallido de empat¨ªa comunal, en un regocijo de todos, en una aparente vida plena de justicia para aquellos que nunca tienen suerte. En un mundo mejor, habr¨¢ que decir, aunque sea impostado, moment¨¢neo y ficticio. De ilusi¨®n tambi¨¦n se vive.
Con su triunfo en la Premier League del curso pasado, el Leicester se convirti¨® en la ¨²ltima cinderella (Cenicienta) hasta ahora de una lista que un escribano comenz¨® a escribir con caligraf¨ªa a mano alzada el 16 de julio de 1950. Ese d¨ªa 200.000 brasile?os llenaron el Estadio de Maracan¨¢ para ver a su selecci¨®n nacional proclamarse campeona del mundo (de hecho, tal era el favoritismo local que ya se hab¨ªan vendido 500.000 camisetas con la inscripci¨®n ¡°Brasil Campe?o 1950¡± y el estadio estaba decorado con pancartas que dec¨ªan ¡°Homenaje a los Campeones del Mundo¡±), pero se les olvid¨® un factor: Uruguay, que con goles de Schiaffino y Ghiggia remont¨® el tanto inicial de Fria?a y se adjudic¨® el t¨ªtulo para establecer para siempre el archiconocido Maracanazo. ¡°Fue despu¨¦s de la carrera, al ver a la gente petrificada, desesperada, cuando me di cuenta: nadie fue nunca tan lejos como nosotros ese d¨ªa¡±, asegur¨® a?os despu¨¦s, en 2009, el autor del gol de la victoria uruguaya. Ese ¡°tan lejos¡± expresado por Ghiggia explica perfectamente otras gestas de underdogs en el balompi¨¦ mundial, como es el caso la selecci¨®n danesa en la Euro de 1992 (la Guerra de los Balcanes provoc¨® la expulsi¨®n de Yugoslavia y la entrada de Dinamarca, que se adjudic¨®, sin su m¨¢xima estrella, Michael Laudrup, el campeonato en Suecia con ¨²nicamente diez d¨ªas de entrenamiento y tras recopilar a ¨²ltima hora un equipo cuando todos sus integrantes estaban ya de vacaciones en la playa) o de la selecci¨®n de Grecia en la Euro de 2004 (lejos de cualquier favoritismo, el combinado griego se hizo con el t¨ªtulo en Lisboa ante la Portugal de Cristiano Ronaldo tras vencer todos sus partidos de eliminatoria directa por 1-0); pero sobre todo explica dos incre¨ªbles historias. La primera, la del Nottingham Forest entrenado por el m¨ªtico Brian Clough, que pas¨® de jugar en la Second Division en la temporada 1976/1977 a proclamarse campe¨®n de la First Division (antigua Premier) en el curso 1977/1978 y de la Copa de Europa en las campa?as 1978/1979 y 1979/1980. La segunda, la victoria de la aficionada Corea del Norte, formada por soldados, electricistas o impresores, ante Italia en el Mundial de 1966. Doo Ik Pak, un dentista, marc¨® el gol del triunfo para eliminar a una Italia democristiana en la que su seleccionador Fabbri dej¨® sin alinear a su jugador m¨¢s talentoso, Gigi Meroni, aquella mariposa que volaba en el Torino, llevaba el pelo largo, viv¨ªa en pecado con una mujer casada, le¨ªa poes¨ªa, fumaba porros y muri¨® atropellada un a?o despu¨¦s por el coche de un aficionado del Toro que se acababa de sacar el carn¨¦ de conducir (Attilio Romero, que m¨¢s tarde fue presidente del club y le llev¨® a la quiebra en 2005) a la salida del estadio tras ganar un partido a la Sampdoria. ¡°Roma no fue construida en un d¨ªa, pero yo no estaba a cargo de esa tarea¡±, que dir¨ªa el genial Clough para intentar razonar tantos acontecimientos sorprendentes. Si es que acaso eso fuera posible.
Aunque Richard Ford escribe en su novela El periodista deportivo que el deporte nos ense?a que ¡°en la vida no hay nada trascendental¡±, ya que ¡°las cosas siempre vienen y se van, y eso es ley de vida¡±, lo cierto es que algunos underdogs s¨ª que han logrado trascender en el imaginario colectivo. El triunfo de Sud¨¢frica ante la Nueva Zelanda de Lomu en el Mundial de rugby de 1995 dio para varios libros y hasta para una pel¨ªcula de Hollywood dirigida por Clint Eastwood y protagonizada por Matt Damon y Morgan Freeman (quiz¨¢ el cine japon¨¦s deber¨ªa hacer tambi¨¦n una pel¨ªcula con la hist¨®rica victoria de su selecci¨®n ante la citada Sud¨¢frica, doble campeona del mundo, en el Mundial de 2015); y, en cierto modo, S?derling, la selecci¨®n argentina de baloncesto, los New York Giants y Rulon Gardner tambi¨¦n podr¨ªan tener su hueco en una cinta de celuloide. El sueco, por infringir la primera derrota en Roland Garros al por entonces tetracampe¨®n Rafa Nadal, que acumulaba 31 partidos ganados consecutivos sobre la arcilla parisina y luego vencer¨ªa el torneo otras cinco veces m¨¢s. Los argentinos, por acabar en septiembre de 2002 en el Mundial de Estados Unidos con una d¨¦cada de imbatibilidad (58 partidos ganados) de la selecci¨®n estadounidense, plagada de profesionales de la NBA. El conjunto neoyorquino, porque un pase de touchdown de Eli Manning a Plaxico Burress a falta de 35 segundos para el final le dio el triunfo en la 42? edici¨®n de la Superbowl ante el mejor equipo de f¨²tbol americano del siglo XXI, unos Patriots de Tom Brady que llegaron invictos a la cita. Y el luchador estadounidense porque consigui¨® una gesta pr¨¢cticamente irrepetible: vencer en la final de la categor¨ªa de 130 kilogramos de lucha grecorromana de los Juegos Ol¨ªmpicos de S¨ªdney 2000 a un luchador invencible, Alexandr Karelin, que hasta ese momento acumulaba quince a?os sin perder ning¨²n combate en ninguna competici¨®n, tres medallas de oro ol¨ªmpicas y nueve t¨ªtulos de campeonatos mundiales mediante. ¡°Siendo realista, no pensaba que pod¨ªa ganarle¡±, reconoci¨® el luchador estadounidense tras vencer al ruso.
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Precisamente, en esta historia de underdogs tambi¨¦n hay espacio para las dos grandes potencias mundiales que gobernaron el mundo mientras un muro en Berl¨ªn lo divid¨ªa en dos. Estados Unidos y la Uni¨®n Sovi¨¦tica, capitalismo versus comunismo, cuentan con dos episodios inolvidables y sorprendentes en el mundo del deporte. El primero de ellos se sit¨²a en M¨²nich en 1972 en la final masculina ol¨ªmpica de baloncesto: una pol¨¦mica canasta sobre la bocina de Sergei Belov (la jugada se repiti¨® tres veces por problemas con el cron¨®metro) dio el triunfo por 51-50 a la Uni¨®n Sovi¨¦tica para acabar con una racha de siete oros consecutivos y todos sus encuentros saldados con victorias para los estadounidenses, que nunca han reconocido esta derrota y se niegan a recoger su medalla de plata. La venganza americana, en cualquier caso, lleg¨® ocho a?os despu¨¦s en los Juegos Ol¨ªmpicos de Invierno de Lake Placid 1980. Con la Guerra Fr¨ªa y el anunciado boicot del presidente estadounidense Jimmy Carter a los Juegos Ol¨ªmpicos de Mosc¨² 1980 por la participaci¨®n sovi¨¦tica en la Guerra de Afganist¨¢n como tel¨®n de fondo, la selecci¨®n estadounidense de hockey hielo masculino, formada por universitarios, derrot¨® en semifinales por 4-3 a la potente Uni¨®n Sovi¨¦tica, que se hab¨ªa alzado con la medalla de oro en los anteriores cuatro Juegos Ol¨ªmpicos disputados. El encuentro, considerado por la Federaci¨®n Internacional de Hockey sobre Hielo como el mejor del siglo XX, fue denominado el ¡°Milagro sobre el hielo¡± (¡°Miracle on ice¡±) e incluso Disney hizo una pel¨ªcula sobre ese partido (tambi¨¦n hay un documental, Red Army, que se adentra en la historia de selecci¨®n sovi¨¦tica imbatible). El triunfo estadounidense fue una sorpresa de un tama?o tan gigantesco que para poder entenderlo lo mejor es leer este texto que escribi¨® Dave Anderson, excolumnista de The New York Times premiado con el Pulitzer, un d¨ªa antes del choque: ¡°Salvo que el hielo se derrita o salvo que Estados Unidos o cualquier otro equipo haga un milagro como hizo Estados Unidos en 1960, los rusos ganar¨¢n f¨¢cilmente su sexta medalla de oro en los ¨²ltimos siete Juegos Ol¨ªmpicos disputados¡±, escribi¨® categ¨®ricamente.
Pero como descubri¨® un d¨ªa despu¨¦s Anderson, no hay nada categ¨®rico para los underdogs, ni siquiera en un deporte como el boxeo, plagado de mitos y leyendas. Con apenas 24 a?os y siete peleas disputadas, Leon Spinks derrot¨® el 15 de febrero de 1978 tras quince asaltos al considerado por muchos como el mejor deportista de la historia (dentro del deporte y fuera tambi¨¦n, por lo que represent¨®), Muhammad Ali, que lleg¨® a la cita como doble campe¨®n mundial (de la Asociaci¨®n Mundial de Boxeo y del Consejo Mundial de Boxeo) y con un salvoconducto de 55 victorias en 57 combates. La sorpresa fue gigantesca, pero la historia del noble arte todav¨ªa guarda en su memoria una sorpresa mayor, ¡°la mayor sorpresa de la historia del boxeo¡±, tambi¨¦n en un lejano mes de febrero, si bien de 1990: el KO de Buster Douglas a Mike Tyson en el d¨¦cimo asalto de su combate en Tokio. ¡°?Mike Tyson ha sido noqueado! ?Incre¨ªble!¡±, acert¨® a decir, casi sin palabras, el narrador de la cadena de televisi¨®n HBO cuando el boxeador neoyorquino cay¨® en la lona. Motivos no le faltaban: Tyson lleg¨® en el mejor momento de su carrera a la cita, que estaba considerada como un ¡®entrenamiento¡¯ antes de que se enfrentara a Evander Holyfield, con 37 victorias (33 por KO, 17 de ellos en el primer asalto) y cero derrotas; y las casas de apuestas le daban como favorito por 42 a 1. Pero Douglas, que declar¨® despu¨¦s del combate que hab¨ªa ganado gracias al apoyo de su madre, la ¨²nica persona que crey¨® en ¨¦l, gan¨®; aunque no le sirviera de mucho: hundido psicol¨®gicamente pese a su triunfo por el fallecimiento de su citada madre (¡°No quer¨ªa pelear m¨¢s¡±, lleg¨® a reconocer), el p¨²gil de Ohio perdi¨® ocho meses despu¨¦s de forma rotunda ante Holyfield y bebi¨® y comi¨® hasta que en 1994 estuvo tres d¨ªas en coma v¨ªctima de sus excesos de todo tipo. Al menos, Douglas ahora es un feliz padre de familia, escritor de libros de cocina para diab¨¦ticos, que vive en un rancho.
Y es que despu¨¦s, de hecho, el underdog, como ocurri¨® con Douglas, casi nunca vuelve a ganar. Pero es algo que ya no tiene importancia. No hacen falta explicaciones, nadie lo ha descrito mejor que Claudio Ranieri, entrenador del citado Leicester campe¨®n: ¡°He entrenado en Pozzuoli, cerca de N¨¢poles, con mafiosos detr¨¢s del banquillo gritando. Ahora los periodistas brit¨¢nicos me preguntan: ¡®?Sientes la presi¨®n, se?or Ranieri?¡¯. ?Presi¨®n? ?Qu¨¦ saben sobre la presi¨®n?¡±, le dijo el t¨¦cnico italiano el pasado mes de agosto al periodista Beppe Severgnini en un reportaje en The New York Times. Y a?adi¨®: ¡°Soy el underdog. Siempre lo ser¨¦. Y me encanta¡±. Es as¨ª de simple. A todo el mundo le encanta el underdog porque todo el mundo ha so?ado con serlo alguna vez. En el deporte y en la vida. Y por eso siempre le encantar¨¢. Porque, no en vano, de ilusi¨®n tambi¨¦n se vive. O, al menos, de algunas ilusiones, claro.