El futuro de los Chargers en San Diego se complica¡ un poquito
La votaci¨®n popular en contra de la subida de impuestos hosteleros para construir un nuevo estadio no cierra del todo la puerta a que los Chargers sigan en San Diego.
El pasado martes los estadounidenses no solo decidieron que Donald Trump sea su pr¨®ximo presidente. El d¨ªa de la elecci¨®n presidencial tambi¨¦n se aprovecha para hacer consultas sobre muchos otros asuntos.
En concreto, los ciudadanos de San Diego ten¨ªan que votar si se sub¨ªan los impuestos en el sector hostelero para recaudar fondos que invertir en la construcci¨®n de un nuevo estadio para los Chargers. En este tipo de iniciativas, para que la propuesta salga adelante hace falta el s¨ª del 66,7 por ciento de los votos emitidos (aunque como la cifra es pr¨¢cticamente inalcanzable, cuando se supera el 50% se suele ganar despu¨¦s en los tribunales) pero el drama de esta historia es que s¨®lo el 39% de los votantes de San Diego estuvieron de acuerdo con la moci¨®n.
Eso significa que no habr¨¢ m¨¢s dinero p¨²blico para la construcci¨®n del nuevo estadio de los Chargers.
La NFL decidi¨® dar a Alex Spanos un a?o de margen para decidir qu¨¦ hacer con su franquicia. Si mantenerla en San Diego o trasladarla a Los Angeles. Y, en teor¨ªa, el propietario es totalmente soberano en el asunto. Lo que ¨¦l decida, se har¨¢.
En principio deber¨ªamos saberlo en enero, porque es el momento en que la NFL emplaz¨® a Spanos para que comunicara d¨®nde jugar¨ªan los Chargers en el futuro.
Sin embargo, el asunto sigue teniendo demasiadas aristas, y no est¨¢ tan claro que la decisi¨®n popular de no incrementar los impuestos haya sido un golpe tan duro para el proyecto de los Chargers en San Diego.
Para empezar, el equipo tiene alquilado el estadio de Qualcomm hasta 2020 y si decidieran marcharse antes, tendr¨ªan que pagar 15 millones de d¨®lares para romper el contrato. Es verdad que con las mareantes cifras que mueve un equipo de la NFL esa cantidad quiz¨¢ no deber¨ªa ser un problema insalvable, pero a nadie le gusta regalar dinero.
El segundo problema es la relaci¨®n de los Chargers con Los Angeles.?Aunque nacieron all¨ª en 1959, se trasladaron a San Diego en 1961 (porque en LA no iba a verlos nadie) y desde hace demasiado tiempo han sido el equipo de la ciudad de al lado, lo que, como todos sabemos, conlleva bastantes antipat¨ªas por mucho que en la ciudad propia no haya habido equipo durante a?os. A eso hay que a?adirle que los Rams han vuelto a su casa, est¨¢n llenando el estadio y aparentemente est¨¢n teniendo un buen seguimiento televisivo en Los Angeles. Los Chargers empezar¨ªan con retraso y entre abucheos la carrera con los Rams por ganarse a la afici¨®n. Y m¨¢s sabiendo que se convertir¨ªan en inquilinos de un estadio construido por el propietario de la competencia. En definitiva, mucho tendr¨ªan que cambiar las cosas para que no se convirtieran en un plato de segunda mesa.
El tercer dato importante es que la NFL quiere que los Chargers sigan en San Diego. De hecho, la liga ya ha destinado dinero a la construcci¨®n del nuevo estadio de la ciudad fronteriza. Tambi¨¦n Spanos est¨¢ dispuesto a poner dinero, y Jerry Jones y Robert Kraft, dos de los propietarios con m¨¢s peso, quieren que el equipo no se mueva.
Como suele pasar en todos estos casos, los intereses empresariales son la clave para estas decisiones. En los ¨²ltimos meses se ha hablado de que el nuevo estadio se construir¨ªa en el centro de la cuidad, pero la realidad es que Spanos quer¨ªa construir el nuevo estadio de los Chargers en la misma zona en la que se encuentra el actual Qualcomm Stadium. La propuesta de la familia Spanos, cuyo principal negocio est¨¢ en la construcci¨®n, era gestionar el nuevo estadio y los terrenos colindantes durante los pr¨®ximos 25 a?os, llev¨¢ndose el 100% de los beneficios de explotaci¨®n, pero esa propuesta pareci¨® descabellada a la administraci¨®n de San Diego, que la rechaz¨® de inmediato. Si ced¨ªan terrenos, quer¨ªan parte del pastel. Ah¨ª hay un margen de negociaci¨®n que puede inclinar la balanza hacia la permanencia.
Por tanto, el problema puede no tener nada que ver con una votaci¨®n popular, sino con un regateo pol¨ªtico a tres bandas entre Spanos, el estamento pol¨ªtico de San Diego y la NFL. Habiendo de por medio una inversi¨®n tan importante, y una inyecci¨®n de millones que la zona no se puede permitir perder, no ser¨ªa raro que de aqu¨ª a enero se sucedieran las reuniones para encontrar una soluci¨®n que mantuviera al equipo en la ciudad.
Y por mucho que hoy todos los mensajes sean negativos, todos sabemos que un refer¨¦ndum nunca ha detenido un proyecto si los implicados tienen poder y dinero para llevarlo a cabo.
En el peor de los casos, la NFL volver¨¢ a poner en pr¨¢ctica el formato que tanto ¨¦xito tiene en Nueva York, con 16 semanas seguidas de football americano profesional en Los Angeles, y en el nuevo estadio de Kroenke, pero es demasiado pronto para pensar que Spanos y la NFL vayan a desistir de seguir en San Diego, que es la opci¨®n que prefieren.