Las diferentes 'muertes' de Kobe, Duncan, Manning y A-Rod
Cuatro de los grandes referentes de la historia del deporte norteamericano se han retirado el mismo a?o, pero cada cual a su manera
![Kobe Bryant, la estrella.](https://img.asmedia.epimg.net/resizer/v2/ZXZDXCXVCZNWFCQ2RNEVZSSD6U.jpg?auth=5b3387f746d015c1887a838e4f3613c528af6ffec04409be2169f1e26e1904e9&width=360&height=203&smart=true)
Cada ser humano es ¨²nico. Pese al empe?o de uniformarnos los unos a los otros bajo etiquetas simples, f¨¢ciles de manejar, la realidad de nuestra diversidad emerge en cada instante de nuestra vida. No s¨®lo desde un punto de vista f¨ªsico, algo f¨¢cil de comprobar en aspecto, gestos y ademanes, sino tambi¨¦n en cuanto a nuestra personalidad, que por m¨¢s que se pueda encuadrar en alg¨²n grupo gen¨¦rico acabar¨¢ por mostrar sus rarezas y peculiaridades. Si esto es verdad para todos m¨¢s a¨²n lo es para aquellos de nuestra especie que son rara avis per se, cima f¨ªsica y social de nuestra era, como son los deportistas de ¨¦lite. Y nos vamos al extremo si, encima, son leyendas en lo suyo.
Hemos tenido un ejemplo perfecto de lo descrito en el anterior p¨¢rrafo este a?o. Casi sin darnos cuenta hemos visto a cuatro deportistas extremos, superiores, ¨²nicos, legendarios, decir adi¨®s a la vez. Estamos hablando de cuatro dioses, sin asteriscos, del deporte norteamericano: Kobe Bryant, Tim Duncan, Peyton Manning y ?lex Rodr¨ªguez. Pues bien, cada uno de ellos ha afrontado su adi¨®s con la personalidad y la imagen que, probablemente de forma inconsciente, han cultivado a lo largo de su carrera. Han muerto (deportivamente) como se podr¨ªa esperar de ellos y s¨®lo de ellos, de nadie m¨¢s, con su ¡°yo¡± imponi¨¦ndose por ¨²ltima vez a la normalidad homog¨¦nea.
Kobe Bryant ha sido m¨¢s grande que s¨ª mismo en la NBA, si eso es posible. Ha sido un personaje de la Marvel hollywoodiense, un archivillano convertido en h¨¦roe socarr¨®n cuando el gui¨®n le torn¨® en vencible. Odiado y amado. Chulo. Provocador. Tierno. Mal compa?ero y carism¨¢tico l¨ªder. Cinco anillos y una cantidad de canastas asombrosas que, en este aspecto al menos, s¨®lo rivalizan con otro jugador de baloncesto en la historia: ?l. Refund¨® los Lakers, la imagen de los Lakers intratables al menos, y la hundi¨® por los suelos en sus ¨²ltimos a?os. Su contrato fue un exceso que les llev¨® a los peores registros de victorias en temporada regular que se recordaban en el lugar. Todo a la vez.
Para la estocada final escogi¨®, porque fue escogido, meter sesenta puntos y acompa?arlos de fuegos artificiales lanzados a mano por el mismo en un partido intrascendente contra los Utah Jazz en el Staples Center. No hubo programa resumen, telediario, web deportiva del planeta que no se hiciera eco.
Nadie no especializado, sin embargo, se hizo eco del ¨²ltimo partido como profesional de Tim Duncan. Fue el 12 de mayo en el Chesapeake Energy Arena de Oklahoma City. Los Spurs perd¨ªan la serie de semifinales de conferencia ante los Thunder. 19 puntos y 5 rebotes en 34 minutos quedaron escritos en el ¡°boxscore¡± para Timmy. Fue la ¨²ltima vez que le vimos competir en la NBA. Porque de eso se trataba, s¨®lo de eso: de competir.
Tim Duncan. El tipo clave que ha fundamentado los ¨²ltimos casi veinte a?os de los Spurs, la franquicia con m¨¢s victorias de la liga en ese periodo y que acompa?a con otros cinco anillos. Ese tit¨¢n que naveg¨® las oscuridades generacionales de individuos que cre¨ªan que todo se resolv¨ªa en el uno contra uno, con mates estratosf¨¦ricos sobre gigantes franceses, sin hacer mucha ¡°practice¡± o sonriendo igual que el resto de jugones. Construy¨® el baloncesto esencial del siglo XXI en la NBA, el imponente y aplastante que nos ha llegado hasta hoy; de la defensa al movimiento de bal¨®n, de un entrenamiento al siguiente.
Nos dijo adi¨®s con un p¨¢rrafo en una nota de word en mitad del verano, sin m¨¢s. No cab¨ªa la posibilidad de que se fuera de otra manera.
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Peyton Manning, por su parte, siempre fue un perfeccionista. Un estudioso del football que no dejaba nada a la improvisaci¨®n. Por no dejar, ni siquiera se qued¨® en el tintero una rivalidad de las que forjan libros y documentales: ¨¦l contra Tom Brady. ?C¨®mo deber¨ªa acabar la carrera de un se?or que ya hab¨ªa perdido el f¨ªsico pero no el olfato, las piernas y el brazo pero no el cerebro? Pues con un anillo, claro, con un t¨ªtulo de la Super Bowl en el que, adem¨¢s, por el camino quedase eliminado su rival, que no enemigo.
Manning ha hecho todo seg¨²n el manual. ?dolo universitario en Tennessee, primera elecci¨®n del draft, Super Bowl ganada con esos mismos Indianapolis Colts que apostaron por ¨¦l, r¨¦cords de cualquier categor¨ªa de pase imaginable, buen esposo, buen padre, buen republicano, buen americano. Incluso su marcha a los Denver Broncos fue un dechado de virtudes cl¨¢sicas: honradez, respeto, l¨¢grimas, empat¨ªa con la decisi¨®n de los Colts, apostarlo todo por John Elway, otra leyenda como ¨¦l...
As¨ª que, de forma eficiente y dejando el estrellato a la defensa, mut¨® en una pieza m¨¢s del engranaje, un buen y leal soldado de un ejercito mayor, para quedarse con su segundo anillo y, dos meses despu¨¦s, en traje y corbata, con un discurso que, seguro, le llev¨® tiempo escribir y corregir, dijo adi¨®s a la NFL.
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?Y ?lex Rodr¨ªguez? Despedido, echado, expulsado, cortado, mandado al carajo por los New York Yankees, equipo que ya hace mucho tiempo que no le soportaba.
A-Rod ha sido una cima como jugador, con n¨²meros de meterle entre los mejores de todos los tiempos de un deporte, una liga, que lleva disput¨¢ndose, ojo, desde la ¨¦poca de los indios y los vaqueros, cuando las franquicias de la MLB eran un acontecimiento ambulante de ciudad en ciudad.
Pero, ay, tambi¨¦n es una de las caras de la era de los esteroides y los anabolizantes. Un mentiroso compulsivo. Un engre¨ªdo que se cre¨ªa por encima del bien y del mal, al que acusaron de ego¨ªsta y mal compa?ero demasiadas veces, el que ten¨ªa tanta presencia en las p¨¢ginas rosas como en las deportivas de la prensa de Nueva York.
Alguien as¨ª se va obligado por su equipo, cuando ya no tiene valor como jugador y puede ser despreciado como no se atrever¨ªan a hacerle en su cima f¨ªsica. Incluso su entrenador, Joe Girardi, se toma el lujo de dejarle en el banquillo, como un miserable reserva, en su semana de despedida. La grada de Fenway Park, en Boston, que tanto le detest¨®, pidiendo verle una vez m¨¢s y el entrenador de los Yankees diciendo que nones, que quer¨ªa ganar el partido, como si hubiese alguien en el mundo que no fuese capaz de ver que lo que hac¨ªa era devolverle alguna de las afrentas recibidas en muchos a?os de infeliz matrimonio.
No se puede acabar de forma m¨¢s diferente. Kobe en medio de una pel¨ªcula de enorme presupuesto, Duncan en el silencio y la competici¨®n pura, Manning sirviendo a su deporte y a su equipo hasta el ¨²ltimo anillo y A-Rod humillado por su entrenador y su franquicia. Tal y como vivieron encontraron su final. Ni m¨¢s ni menos.
![Alex Rodr¨ªguez.](https://img.asmedia.epimg.net/resizer/v2/M2XM2JUGQNNUTHA5MCCX7OJ3QY.jpg?auth=476f473536984fd0cc0169298aebd841973a4a28fd85f207447cc6887b659045&width=360)