Brian Hoyer, un Jekyll y Mr Hyde de 300 yardas por partido
El quarterback de los Bears lleva cuatro partidos seguidos de m¨¢s de 300 yardas, pero ni con eso nos ha sacado de la somnolencia que generan los jugadores ins¨ªpidos.
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Brian Hoyer es el novio que muchos querr¨ªamos para nuestra hija. Aunque a estas alturas ser¨¢ complicado, porque est¨¢ casado con su novia desde el instituto, Lauren Scrivens, tiene dos hijos, Garrett y Cameron, y para tranquilidad de todos no tengo constancia de que su relaci¨®n est¨¦ afectando negativamente a su rendimiento como jugador, aunque vi¨¦ndole en el campo a veces pudiera parecer lo contrario.
Pero yo hoy no quer¨ªa hablaros de la mujer de Hoyer, sino del novio que todos querr¨ªamos para nuestras hijas. Un tipo serio, sensato, obediente, que hace lo que le dicen sin rechistar y no corre riesgos. De esos que no levantan la voz por mucho que los chinchen, pero que, lamentablemente, nunca te va a dar una yarda de m¨¢s.
Estoy seguro de que ese Hoyer, el as¨¦ptico, tendr¨ªa un sitio incontestable en la NFL actual. En este mundo de insensatos un tipo aburrido muchas veces es la mejor soluci¨®n. Sin embargo, Hoyer es como el doctor Jekyll y Mister Hyde. A lo largo de su carrera debi¨® haber un momento en que alguien le dio un bebedizo con ojo de sapo y cola de lagarto, que le transforma regularmente, y cuando menos se espera, en un insensato enloquecido con los ojos inyectados en sangre. El tipo timorato, sin ganas de meterse en l¨ªos, lanza entonces cuatro intercepciones en el mismo partido, que adem¨¢s es de Wild Card, para convertir en inevitable que cuando regrese al vestuario le digan que se cambie r¨¢pido, recoja sus cosas y cierre la puerta por fuera para no volver m¨¢s. Y estoy seguro que al llegar a casa, el pobre Hoyer empieza a preguntarse qui¨¦n narices fue el que se meti¨® en su cuerpo, y le retorci¨® las tripas, para obligarle a conducir por encima del l¨ªmite de velocidad a ¨¦l, que nunca pasa de 40 millas por hora ni en una autopista de cinco carriles en Alemania.
Un camino de espinas
Si vemos la trayectoria de Hoyer, esa ha sido su maldici¨®n. Belichick lo sac¨® del triste universo de los no drafteados para tres a?os despu¨¦s arrojarlo al asfalto sin un m¨ªsero trozo de pan, como en las historias Victorianas. Tito Bill le enga?¨® con otro, un tal Ryan Mallett, que ya tiene delito. Desde ah¨ª recorri¨® las calles, mendigando, de Pittsburgh a Arizona hasta recalar en Cleveland, el agujero negro de los quarterbacks irrelevantes.
?Y oye, la cosa no fue tan mal! En 2013 consigui¨® la titularidad de esas maneras extra?as que en Cleveland tienen de darle a un quarterback el volante del ataque, lo hizo muy bien durante dos partidos, se lesion¨® nada m¨¢s empezar el tercero, y se convirti¨® en el chico m¨¢s guapo del barrio. Ese que todos est¨¢n deseando que vuelva, y que en cuanto recuperara la salud, devolver¨ªa a los Browns al mapa de la NFL.
Entonces lleg¨® 2014, el a?o en que todos conocimos a Hoyer. El tipo que detiene la bici para evitar atropellar a un patito. Y mientras fue prudente hasta el sopor la cosa funcion¨®, y hasta pareci¨® que los Browns hab¨ªan encontrado a un quarterback para rato¡ Hasta que lleg¨® Mr Hyde, se encontr¨® con Josh Gordon, decidi¨® pisar el acelerador, meter quinta, los Browns perdieron seis de los ¨²ltimos siete partidos y Hoyer su trabajo.
Esa fue la primera vez que Hoyer debi¨® empezar a sospechar que estaba endemoniado. Porque mientras sus ojos pensaban en no cometer errores, y en las cuatro intercepciones que hab¨ªa sufrido en los primeros nueve partidos, su cuerpo ped¨ªa marcha sin templanza, y lanzaba nueve pases al contrario en sus ¨²ltimas cinco actuaciones.
La historia en Houston no hace falta que os la cuente. Gan¨® a Mallett, s¨ª, el del delito, la batalla por la titularidad, se port¨® como un chico bueno hasta que lleg¨® a postemporada, y se autodestruy¨® desbocado justo el d¨ªa en el que solo le hab¨ªan pedido que dejara a Mr Hyde en casa.
La oportunidad de Chicago
?A qu¨¦ viene todo este rollo? Pues porque Brian Hoyer, el novio sensato que querr¨ªamos casi todos para nuestras hijas, parece haber aprendido la lecci¨®n. Hasta el punto que en los ¨²ltimos cuatro partidos ha conseguido superar las 300 yardas de pase (ante los Colts incluso roz¨® las 400). Pero tambi¨¦n ha conseguido que unos n¨²meros tan sobresalientes resulten ins¨ªpidos e in¨²tiles. Tres derrotas en esas actuaciones, con seis touchdowns y sin intercepci¨®n. Otra vez conduciendo sin salirse de la l¨ªnea, sin superar el l¨ªmite, con el cintur¨®n abrochado y con una tasa de alcohol de 0,0.
En serio, nunca pude imaginar que un jugador pudiera sumar tantos partidos seguidos con tantas yardas sin sacarme de la somnolencia. Sin hacer nada que me erice los pocos pelillos que me quedan. Con porcentajes de pases estratosf¨¦ricos, ratings espeluznantes, pero sin que la sangre le hirviera en ning¨²n momento. Jekyll en estado puro.
Y lo m¨¢s divertido es que en Chicago est¨¢n reclamando a Mr Hyde. Echan en cara a Hoyer la falta de magia, que no corra riesgos, que no se eche el equipo a la espalda y se convierta en salvador. Entre nosotros, creo que en Chicago tienen s¨ªndrome de Estocolmo con Jay Cutler. Han sido demasiados a?os de secuestro, y los dem¨¢s no somos conscientes del da?o psicol¨®gico y los trastornos cr¨®nicos que el hombre triste ha podido dejar como herencia en la ciudad del viento.
Si fueran sensatos, los Bears buscar¨ªan un entrenador que supiera sacar partido del doctor Jekyll y que consiguiera mantener alejado a Mr Hyde; se dispondr¨ªan a hacer un viaje c¨®modo, sin sobresaltos ni adelantamientos innecesarios por la temporada, sin muchas alegr¨ªas pero tambi¨¦n sin taquicardias, y estudiar¨ªan con calma si Hoyer es un quarterback leg¨ªtimo en la NFL, que pueda hacer de puente en Chicago mientras la franquicia busca a su nuevo pasador franquicia.
Pero no le pidan que intente ganar partidos, porque entonces aparecer¨¢ My Hyde para buscar el despido fulminante. Lo que ¨¦l sabe hacer mejor es no confundirse. Y eso no es poco en esta liga. Que cuando se intenta conducir un utilitario como si fuera un deportivo, al ¨²nico lugar al que se llega es el taller mec¨¢nico.