Si eres aficionado de los Bengals preparate para sufrir
La temporada bengal¨ª transcurri¨® entre ilusionante y descorazonadora para sus seguidores, acostumbrados a disfrutar cada victoria como si fuera la ¨²ltima.
¡°Creo que ella no te conviene¡±, te recomend¨® tu mejor amigo, a quien obviamente no hiciste caso, ?qu¨¦ sabr¨¢ ¨¦l! ¡°Que sepas que ni a tu padre ni a mi nos gusta ¨¦sa con la que vas¡± te advirti¨® tu madre, pero en el fondo todas las madres son as¨ª y no le diste m¨¢s importancia. ¡°Te har¨¢ sufrir¡±, te confes¨® una vez uno que estuvo con ella, aunque intuyes que lo dijo por despecho. ¡°Por mi haz lo que quieras, pero me parece una fresca y una choni¡±, te espet¨® tu ex, como siempre, sin que nadie le hubiera pedido su opini¨®n. ?Qu¨¦ me importa lo que piense los dem¨¢s! Puedo ver sus caras cuando voy con ella. Muertas de envidia por su gracia ellas. De lascivia, ellos. Sus besos son dulces y picantes a la vez. Cada cita, una aventura. Vuelves a casa en ¨¦xtasis, o decidido a no querer saber m¨¢s de ella. Pero conforme se acerca el fin de semana, no puedes pensar en otra cosa que en verla otra vez. Tras cada desenga?o, una dolorosa ruptura, y la convicci¨®n de que ¨¦sta es la definitiva. Quieres olvidarte de ella. Te alejas cuanto puedes en verano, tratando de olvidarla. Pero cuando parece que por fin lo has conseguido, llega Septiembre, te pone ojitos, y vuelves a caer como el perfecto est¨²pido que eres. ?Qu¨¦ le vas a hacer, si est¨¢s enamorado hasta las trancas de la franquicia de los Cincinnati Bengals!
El amor, cuando es as¨ª de irracional, nunca es bien correspondido. Te calienta como una moto, te lleva a playoffs, pero no pasa de ah¨ª, sin consumar el final. La ducha fr¨ªa no te baja la decepci¨®n. Lo intentas con la bebida. ¡°?ste era nuestro a?o¡±, cuentas deprimido al camarero, improvisado psic¨®logo, quien impasible seca un vaso mientras piensa, ¡°esto no est¨¢ pagado con la miseria de sueldo que me dan¡±. Era nuestro a?o, repites melanc¨®lico, mientras en el fondo de la copa se te aparecen, difusas, no sabes si por el alcohol ingerido o por lo desgastado del vidrio, im¨¢genes de la temporada pasada. Mezclados, los buenos recuerdos (las ingeniosas formaciones ofensivas, las remontadas impensables contra Seahawks, Ravens y Steelers, la racha de 8 partidos invictos¡) se confunden con los malos (las pifias contra Texans y Cardinals, la lesi¨®n de Dalton, el estramb¨®tico final del wildcard¡). Pides otro whisky. A ser posible, en un vaso limpio.
Por mucho que intentes olvidar, perdonar traiciones, sabes que hay cosas que nunca volver¨¢n a ser igual. Cada vez que me siente delante de un plato de macarrones recordar¨¦ lo que pudo haber sido y no fue. La ambici¨®n pelirroja. Un quarterback denostado por toda la liga renacido como leg¨ªtimo candidato a MVP. Cenicienta transformada en princesa, hasta que una bruja malvada convirti¨® su dedo pulgar en calabaza. Impotente, contemplando desde la banda c¨®mo la gloria se le escapaba entre sus dedos escayolados, mientras un impostor, con nombre de chiste y parienta espectacular, hac¨ªa lo que pod¨ªa por sobrevivir al papel¨®n sobrevenido.
¡°No eres t¨², soy yo¡±, se excusa, pero no puedes evitar pensar que quiz¨¢ hubieras podido hacer algo m¨¢s. Si Green no pierde el bal¨®n contra Houston, si la defensa hubiera aguantado aquel ¨²ltimo drive de Palmer, si Eifert no hubiese estado lesionado contra Pittsburgh y Denver, si McCarron no se despista en el snap y fumble de la pr¨®rroga en Denver,¡ Qu¨¦ vida tan injusta, acabar con id¨¦ntico balance que el l¨ªder de conferencia, y no pasar directamente a la ronda divisional donde seguramente hubiera vuelto a jugar Dalton. Pero tampoco puedes olvidar que fue sacar su lado macarra lo que te llev¨® a este estado desgarrador. Elevar la intensidad del partido liguero contra Pittsburgh a un nivel de donde ellos se mueven mejor, la falta personal de Burfict que puso a Denver en field-goal range en la pr¨®rroga, y sobre todo, la imperdonable p¨¦rdida de papeles del propio Burfict y Pacman Jones en el final del partido de wildcard.
Te promete que cambiar¨¢, pero nunca lo hace. Lewis seguir¨¢ de entrenador principal, y la marcha del coordinador ofensivo Hue Jackson ha sido cubierta por otro hombre de la casa, Ken Zampese. Las conductas antideportivas se resolver¨¢n apenas con alguna amonestaci¨®n interna y la agencia libre pasar¨¢ sin pena ni gloria. Te despreciar¨¢ los regalos que le hagas el d¨ªa del draft, al igual que hizo con los vestidos que le regalaste el a?o anterior, que apenas ha usado.
Quieres convencerte de que despu¨¦s de tanto frenes¨ª y discusiones apasionadas, de tanto intentarlo una y otra vez, en alg¨²n momento llegar¨¢ vuestra hora. Nuestra hora. ¡°Es la hora¡±, dice el camarero sac¨¢ndote a empujones a la calle mientras de milagro evitas que te d¨¦ con la persiana en la cabeza. Deambulando por la fr¨ªa noche, no puedes evitar recordar las voluptuosas curvas de las espirales lanzadas por Dalton, los movimientos insinuantes de Bernard, la asombrosa flexibilidad de Green o la imparable fogosidad de Atkins. Sonr¨ªes, y con la desinhibici¨®n propia del alcoh¨®lico, o del enamorado, gritas ¡°?qu¨¦ carajo, mi equipo es el mejor del mundo!¡±