Por qu¨¦ soy de Brett. El 4. Dios Favre.
Me enamor¨¦ de Brett Favre el primer d¨ªa que le vi jugar. Porque descubr¨ª la pasi¨®n absoluta reencarnada en jugador de football americano.


Durante muchos a?os me han hecho la misma pregunta cientos de veces:
-¡°?Mariano, t¨² de qu¨¦ equipo eres?¡±
-¡°?Yo? Yo soy de Favre¡±.
-¡°Pero ese no es ning¨²n equipo¡±
- ¡°Ni falta que hace¡±.
La gente suele buscar un equipo al que entregar su coraz¨®n. Tenemos una necesidad imperiosa de amar, de identificarnos, de sentir unos colores. Pero esa entrega es irracional, absurda, rid¨ªcula.
Cuando uno se casa, normalmente no tiene muy claro a qu¨¦ atenerse por mucho que intente convencerse de lo contrario. El bosque no se ve completo hasta que pasa alg¨²n tiempo. Y es entonces cuando uno tiene muy claro que la ha cagado (con perd¨®n), o que le ha tocado la loter¨ªa. Y durante el resto de su vida, salvo por acontecimientos inesperados que puedan romper la armon¨ªa, uno ya sabe lo que le espera cada d¨ªa cuando vuelve a casa.
Pero cuando se entrega el coraz¨®n a un equipo, se crea la relaci¨®n m¨¢s injusta posible. Uno se vuelca por entero, con toda el alma, d¨ªa tras d¨ªa, partido tras partido. Sin embargo, el equipo no corresponde de la misma manera. Lo mismo se tira un a?o dispuesto a hacer marranadas gordas contigo todas la noches, de esas que te molan a lo bestia aunque nunca te atrever¨ªas a confesarlo, e invit¨¢ndote a comer en restaurantes caros cada velada mientras hace manitas por debajo del mantel, que te tiene a palo seco, durmiendo en el sof¨¢ y a base de s¨¢ndwich rancios, durante a?os sin t¨¦rmino. De hecho, salvo los aficionados de los Patriots, que se saben el Kamasutra de memoria, la mayor¨ªa lleva abonado al onanismo desde que tiene uso de raz¨®n. Y no s¨¦ c¨®mo lo llev¨¢is la mayor¨ªa, pero a m¨ª me cuesta digerir esa esquizofrenia.
Por eso, y porque de ni?o entregu¨¦ mi alma al Pucela y siempre he sido mon¨®gamo, un d¨ªa, a principios de los a?os ¡¯90, descubr¨ª a un jugador que cambi¨® mi percepci¨®n del deporte. Ese d¨ªa decid¨ª que mi amor incondicional no ser¨ªa por unos colores, sino por un n¨²mero, el 4, que me ha proporcionado una vida sexual plena y satisfactoria cada domingo, durante muchos a?os, en una relaci¨®n con el deporte que jam¨¢s habr¨ªa cre¨ªdo posible.
Me enamor¨¦ locamente de Brett Favre el primer d¨ªa que le vi. Porque no descubr¨ª a un jugador de football americano, sino a la pasi¨®n absoluta reencarnada en jugador de football americano. Y desde aquel momento, durante 20 a?os, me acost¨¦ cada domingo ah¨ªto de placer, saciado de lujuria, y pas¨¦ toda la semana con una sonrisa idiota, esa que tienen todos los enamorados, esperando que llegara el siguiente domingo, o esos lunes de madrugada que solo Favre supo elevar hasta niveles orgi¨¢sticos, cuando el Monday Night era el gran partido de cada semana y no un bodrio en forma de ep¨ªlogo peri¨®dico.

Fueron 20 a?os insuperables. Y se dice pronto. Desde 1991 hasta 2010. Y en ellos hice votos de amor que solo se le ocurren a un loco. Como cuando dije, all¨¢ por 2007, que si Favre y sus Packers se enfrentaban a Brady y sus Patriots en la Super Bowl, juraba que dejar¨ªa de ver football americano tras la finalizaci¨®n del partido, para siempre, ganara quien ganara. Porque en ese choque gal¨¢ctico se alcanzar¨ªa la perfecci¨®n absoluta del football americano como deporte. El s¨²mmum. Y desde entonces solo podr¨ªa llegar una decadencia que no estaba dispuesto a soportar. Por suerte para m¨ª, o por desgracia, porque nunca he conseguido superar aquel disgusto, Eli Manning trunc¨® mi sue?o h¨²medo en una final de conferencia indecente.
Yo he visto a Favre multiplicar los panes y los peces, resucitar a su padre reci¨¦n fallecido en un partido de lunes que me s¨¦ de memoria y pas¨® a la historia del mundo, ganar una Super Bowl a los Patriots, y celebrarlo con el pu?o en alto sujetando el casco, mientras cabalgaba en la representaci¨®n exacta de la felicidad absoluta. Y tambi¨¦n le vi perder la mejor Super Bowl de la historia contra John Elway, en un partido que tuvimos que contemplar con gafas de sol para no deslumbrarnos y quedar irremediablemente ciegos para siempre.
Y he visto a Favre lanzar pases completos, perfectos, al contrario; y dislocarse el hombro en cada lanzamiento porque el bal¨®n volaba con una tonelada de pasi¨®n; y romper los dedos a sus receptores cuando los ca?onazos se pegaban a sus manos, como lapas. Y le he visto saltar enloquecido por encima de todo su equipo, para celebrar con algarab¨ªa sincera un touchdown irrelevante en un partido decidido.
Favre era todo coraz¨®n, todo football. Favre era jugar a este deporte simplemente porque lo amaba. Y encontrarse con la victoria de sopet¨®n, domingo tras domingo, porque ¨¦l, en su t¨²nel de satisfacci¨®n, ni siquiera miraba el marcador; simplemente era feliz inventando football americano. En cada jugada. En cada gesto. En cada instante.
Favre se retir¨® mil veces. Y me dej¨® desolado durante meses, como quien hace las maletas y dice que te deja. Y yo miraba por la ventana, destruido, esperando que al final regresara. Y siempre lo hac¨ªa. Y yo volv¨ªa a ser feliz. Sin importarme si su casco era amarillo, verde o morado. Porque su aut¨¦ntica retirada lleg¨® en aquella noche en que los santos, siempre envidiosos de que ¨¦l estuviera m¨¢s cerca de Dios, le llevaron con inquina al infierno dentro de un emparrillado. Y sus Vikings salieron derrotados, pero ¨¦l alcanz¨®, sin no lo hab¨ªa hecho ya, el l¨ªmite absoluto de entrega por un deporte, de sacrificio por una pasi¨®n. Cojo, destruido, atropellado, sigui¨® jugando como solo lo ha hecho un jugador en la historia del football americano: Brett Favre.

Brett Favre bate el record de pases de ''touchdown''

Los Green Bay Packers retiran el n¨²mero 4 de Brett Favre
Y me parece poco que los Packers retiren su n¨²mero. No es homenaje suficiente. Ning¨²n otro jugador deber¨ªa volver a vestir un n¨²mero 4 que deber¨ªa presidir, con orgullo, el cielo de cada uno de los estadios de football americano del mundo. Para recordar a todos los que pueblan un emparrillado que El Amor, llevado a los l¨ªmites de la locura, es el camino a seguir para convertirse en el jugador m¨¢s apasionado, m¨¢s emocionante, que ha pisado un campo de football americano.
Por eso no soy de ning¨²n equipo. Simplemente soy de Brett. El 4. Dios Favre.