El fichaje de Suh por Miami fue la tumba de Joe Philbin
El defensive tackle lleg¨® a la NFL como la guinda que necesitaba el equipo para ser aspirante al anillo pero solo ha precipitado el despido del entrenador.

El verano pasado los Dolphins tiraron la casa por la ventana. Ficharon a Ndamukong Suh. 113.375.000 d¨®lares por seis temporadas. 25,5 millones solo por firmar. Suh estamp¨® su r¨²brica y autom¨¢ticamente se convirti¨® en salvajemente multimillonario. Tambi¨¦n autom¨¢ticamente se convirti¨® en un pasota.
El plan no parec¨ªa malo de entrada. ¡°Tenemos una plantilla que parece un velatorio y tal vez la resucitemos si traemos a un tipo que no solo es una estrella, sino que adem¨¢s tiene una personalidad arrolladora¡±, debieron pensar. Aunque quiz¨¢ el t¨¦rmino arrollador no sea el que describa m¨¢s correctamente la personalidad de Suh.
El problema es que la tristeza que inundaba el vestuario de los Dolphins ten¨ªa su origen en un entrenador que sin duda tiene un profundo talento ofensivo, pero que tambi¨¦n tiene una grave ausencia de carisma. Solo hizo falta que ¡®Hard Knocks¡¯ siguiera en verano de 2012 la pretemporada de Miami, para descubrir dos cosas: la primera, que Lauren Tannehill, la mujer del quarterback del equipo, es una se?ora de toma pan y moja. La segunda, que Joe Philbin tiene una ausencia absoluta de gracia. Cero por ciento. El vac¨ªo m¨¢s absoluto. El tipo no puede ser m¨¢s soso. As¨ª que no resultaba sencillo imaginar qu¨¦ ser¨ªa capaz de inventar para arrastrar a sus jugadores y conducirlos a la batalla con ardor guerrero y la sangre inflamada.
La consecuencia era inevitable. La plantilla de los Dolphins ha sido durante la etapa de Philbin una procesi¨®n de almas en pena. La Santa Compa?a pero a lo bestia. Daba la impresi¨®n de que los jugadores pod¨ªan echarse a llorar en cualquier momento. Y las ganas de esforzarse brillaban por su ausencia.
Y ah¨ª entraba el factor Suh. ¡°Si tenemos un buen estratega (Philbin) y un tipo que exalte los ¨¢nimos de la plantilla (Suh), la m¨¢quina puede funcionar¡±. Lo cierto es que era una idea insensata, pero la desesperaci¨®n es el mejor incentivo para tomar decisiones temerarias.
Lo curioso es que Suh nunca ha sido un l¨ªder, ni ha querido serlo. M¨¢s bien al contrario: ha sido un jeta. Un fresco que ha hecho siempre lo que le ha salido de los mism¨ªsimos, y que ha marcado territorio siempre buscando enfrentamientos con la autoridad. No es fruto de un esp¨ªritu rebelde, sino de una caradura como el cemento. La facha de un mat¨®n. ¡°Yo soy el m¨¢s grande de la clase y a m¨ª nadie me dice lo que tengo que hacer porque le sacudo¡±.
Y fue lo que hizo en los Lions, desacreditando a Jim Schwartz hasta conseguir que perdiera su autoridad (se ha llegado a decir que le hizo llorar de desesperaci¨®n en el vestuario) y dej¨¢ndole siempre a los pies de los caballos. ?Qu¨¦ con Jim Caldwell fue diferente y pareci¨® reformado? Tal vez haya que pensar que Suh estaba en su ¨²ltimo a?o de contrato y ten¨ªa la obligaci¨®n de jugar como sabe de verdad. Haciendo creer a los ingenuos que estaba reformado. Que el problema no era ¨¦l, sino Schwartz. Es m¨¢s, yo creo, sinceramente, que Suh solo ha jugado bien al football americano en 2014, y que jam¨¢s lo ha hecho al nivel estratosf¨¦rico para el que est¨¢ dotado.
Durante sus primeros cuatro a?os en la NFL, Suh alternaba jugadas grandiosas con penalizaciones rid¨ªculas de ni?o caprichoso. De tipo ego¨ªsta que solo piensa en si mismo. Infinidad de veces vimos a la defensa de Detroit hacer una serie perfecta que se perd¨ªa miserablemente cuando Suh daba un golpe tard¨ªo, se encaraba con un atacante o, simplemente, hac¨ªa una tonter¨ªa para provocar un pa?uelo amarillo y llamar la atenci¨®n. Sus compa?eros le miraban incr¨¦dulos y Schwartz se desesperaba en la banda, pero a ¨¦l le daba lo mismo si una serie en la que el rival era frenado terminaba en touchdown por culpa de sus desplantes. Y lo malo es que lo que estoy contando no era algo que sucediera puntualmente. Se repet¨ªa con una regularidad germ¨¢nica. En ocasiones varias veces por partido.
Y no olvidemos que el a?o pasado la defensa de los Dolphins fue de lujo. Y que Suh no lleg¨® para resucitarla, sino como la guinda. Menuda guinda.
Suh no es un vago como lo era Albert Haynesworth. Es un ni?o consentido. Un est¨²pido. Un golfo que adem¨¢s tiene en el banco tanto dinero que nadie podr¨¢ evitar que haga lo que le de la gana. Ya ha encendido la mecha que se ha llevado por delante a un entrenador que nunca debi¨® llegar a Miami y eso puede parecer bueno, pero es posible que no haya estallado toda la dinamita. Me temo que los Dolphins no habr¨¢n terminado con su pesadilla de tristeza hasta que Suh salga por la puerta. Y a estas alturas no parece que haya ning¨²n ingenuo dispuesto a quedarse el problema.
Pagar 113.375.000 d¨®lares por un mat¨®n para que se cargue a tu entrenador no es un buen negocio. Y menos si el mat¨®n se queda a vivir en tu casa.