D¨ªa 11: Az¨²car con sal

Estamos ya caminando de regreso por los pasos que dimos hace unos d¨ªas. Somos los mismos que fotografiaban los yak y que ahora pasan casi de largo al verlos pastar. En todos queda la sensaci¨®n agridulce de haber estado donde quer¨ªamos, pero no haber visto todo lo que so?¨¢bamos. El Everest, no es s¨®lo una monta?a. Es un nombre gigante que nos acompa?a desde ni?os y del cual todos ten¨ªamos una imagen que quer¨ªamos completar. Sin embargo las nubes no nos han dejado verlo y regresamos confusos. Felices por haber caminado casi hasta sus pues. Tristes por no haberle visto la cabeza.

Hemos llegado donde quer¨ªamos pero quer¨ªamos m¨¢s. Al fin y al cabo el campamento base del Everest era s¨®lo un s¨ªmbolo que se encuentra a una determinada altura. Pudimos quedarnos m¨¢s arriba o bajar hasta el mismo lugar donde se colocan las tiendas. Ninguno de nosotros somos de esos que coleccionan trofeos. Quer¨ªamos vernos peque?os frene a ¨¦l. Nada m¨¢s.

Pero tampoco es la primera decepci¨®n. Ya nos echaron de aquel trabajo que tanto nos gustaba y ya nos negaron los besos en alg¨²n bar. Sin embargo nos seguimos divirtiendo. Hoy descend¨ªamos hacia Pheriche (4.240m) a toda pastilla entre chaparrones de agua y canciones. No se sabe todav¨ªa que empez¨® antes. Y as¨ª continuaremos estos d¨ªas caminando por donde d¨ªas antes vinimos y disfrutando de este lugar tan increible. Despejando los dolores de cabeza y recuperando el sue?o que nos abandon¨® con la altura. Cuando no nos vea nadie, miraremos hacia atr¨¢s por si todav¨ªa hay ocasi¨®n de recibir alg¨²n beso.