D¨ªa 10. Silencio tras los fuegos

En cualquier cumbre, en cualquier final, en cualquier objetivo cumplido, al principio hay fuegos artificiales. Hay gritos y abrazos. Besos y fotos. Botellas de cava. Pero pasados unos minutos aparece el silencio. Cada uno busca su lugar y mira lo m¨¢s lejos o cerca que puede. A la cascada de hielo del Khumbu. A los ojos de alguien. Hacia alg¨²n recuerdo. Es el momento en el que todos sabemos que hacemos ah¨ª. Por que hemos volado 13.000 kilometros y caminado durante siete d¨ªas. Por qu¨¦ hemos escogido ese amor. Por qu¨¦ esa playa. Y el resto importa poco durante esos minutos. Porque no podemos ver un atardecer a trav¨¦s de un smarphone o una monta?a a trav¨¦s de sus fotos. Esos minutos de silencio son los verdaderos e irrepetibles.

Laura mira al infinito serena. Quiz¨¢s pensando que cuando hace dos meses la diagnosticaron diabetes nunca se hubiera imaginado aqu¨ª. ?ngel piensa en su padre del que heredo la pasi¨®n por el atletismo. Vanesa esconde la foto de sus peque?os entre las piedras y la deja all¨ª. Para toda la vida. Iv¨¢n recuerda a sus padres, los que le debieron ense?ar la pasi¨®n por la vida. Y Jos¨¦ abraza fuerte a Mar¨ªa, diab¨¦tica tipo 3 como ella misma se define, los que est¨¢n al lado cuando se nubla la vista.

Edelweis resistiendo a 5360 metros, con estruendos de glaciar desmoron¨¢ndose. El campo base todav¨ªa vac¨ªo, pero que en unas semanas ser¨¢ un babel de tiendas de campa?a. Este campo base que vemos por debajo nuestro y que tantas historias ha visto pasar, volver gloriosos a Tenzing y Hillary, escuchar historias a Messner, llenarse de l¨¢grimas demasiadas veces.

Pero las nubes nos siguen obligando a mirar cerca. Lo que veo es un grupo de gente que no se conoc¨ªa hace quince d¨ªas. Que compart¨ªan enfermedad y barreras. Y ahora les veo felices. Compartiendo destino. Quit¨¢ndose los guantes para medirse el az¨²car. Ri¨¦ndose de los dolores de garganta, las diarreas y los malos sue?os. Nos abrazamos entre nosotros algo enfadados con este mal tiempo. Pero sabemos que gracias a ¨¦l, por culpa de la niebla, estamos obligados a mirar m¨¢s cerca.