Inglaterra se qued¨® sin el Grand Slam . Inglaterra se qued¨® sin el Seis Naciones . Inglaterra se qued¨® sin rugby y con el orgullo abollado. En el Millennium de Cardiff , a techo cerrado contra los nubarrones que barr¨ªan el cielo de la capital galesa, en una enfervorecida caja de resonancia roja, Gales atropell¨® al equipo de Stuart Lancaster con una mezcla de deseo, rugby e inteligencia que les permiti¨® revalidar el t¨ªtulo del Seis Naciones de forma brillante. El partido tuvo fases aut¨¦nticamente feroces, culminadas hacia el intermedio, cuando los dos equipos percut¨ªan con todo y con todos sin ceder un metro y exponiendo el cuerpo y m¨¢s en cada contacto. Hasta entonces Halfpenny hab¨ªa mantenido delante a los suyos con tres golpes de castigo por uno solo de los ingleses. Despu¨¦s, Gales explot¨® con una segunda parte monumental de sus terceras y acab¨® derribando con dos ensayos del ala Cuthbert la enorme defensa inglesa. No fue rugby. Fue un rugido. Una paliza en todos los sentidos del t¨¦rmino. A Gales le bastaba una victoria por siete puntos , siempre que Inglaterra no le hiciera dos ensayos m¨¢s, lo que voltear¨ªa el goal-average. Siete puntos significan un ensayo transformado: Inglaterra sab¨ªa que era una distancia de seguridad m¨ªnima. Gales tambi¨¦n lo sab¨ªa. Que el equipo de Robert Howley saldr¨ªa a merendarse cada metro del campo y cada bal¨®n estaba escrito. Y fue as¨ª. A los 16 minutos de partido, Inglaterra (un equipo dominador en los contactos, basado en la potencia de su delantera en fases cerradas y abiertas) hab¨ªa concedido ya cinco golpes de castigo, uno m¨¢s de los que sum¨® frente a Italia. Eso le permiti¨® a Halfpenny, el jugador m¨¢s decisivo del torneo, anotar tres patadas sin fallo . Farrell meti¨® una y fall¨® otra. La din¨¢mica del partido era la consecuencia de la demoledora presi¨®n galesa. Se puede explicar en t¨¦rminos de epopeya: los chicos de rojo hab¨ªan desayunado napalm. O tambi¨¦n, ce?irnos al rugby: el trabajo de su tercera l¨ªnea ha sido excepcional durante todo el Seis Naciones. Nadie ha retenido mejor la pelota en los encuentros que Gales ; nadie ha ganado tantos balones como ellos en el break-down; ning¨²n otro equipo ha visto a esa tropa de ¨¦lite que son el n¨²mero 8 y sus flankers rendir al nivel que, consecutivamente, han ofrecido Ryan Jones, Warburton, Tipuric y Faletau. Visto en perspectiva, el resultado no ofrece dudas . Fue Gales y todo Gales. Pero hasta el descanso, incluso hasta casi la hora de partido, Inglaterra hab¨ªa contenido el entusiasmo de los locales con su enorme aplicaci¨®n defensiva. George North ya hab¨ªa amenazado hacia el final del primer tiempo con un par de escapadas que frenaron Ben Youngs primero y Farrell despu¨¦s, ambos con placajes monumentales, de los que salvan un ensayo. Era rugby desatado y enfurecido. La primera parte termin¨® plena de ferocidad por los dos lados , como cuando Rocky Balboa y Apollo Creed segu¨ªan tir¨¢ndose pu?etazos despu¨¦s de la campana. Ese mismo esp¨ªritu es el que presidi¨® el largu¨ªsimo ataque que, visto en perspectiva, iba a acabar con la resistencia inglesa. Hacia el minuto 55, Gales se meti¨® en la 22 rival y larg¨® una cadena de embestidas fren¨¦ticas en los alrededores de la zona de marca inglesa. F¨¢cilmente acumular¨ªa una quincena de fases con relanzamientos, reciclajes, pick and go de sus delanteros y percusiones sobre los bordes de cada ruck. En ese tipo de jugadas lo m¨¢s f¨¢cil es ver a la defensa desesperada conceder golpes o a los atacantes perder la pelota en el fragor de cada empuje. Pero no ocurri¨®. Enorme disciplina la inglesa y fant¨¢stico trabajo de Gales en la retenci¨®n del bal¨®n. Era cuesti¨®n de tiempo que entrasen a anotar o hubiera un golpe de castigo. Y as¨ª fue. Halfpenny estir¨® a 12-3 y, a esa hora, Gales ya era campeona del Seis Naciones. Los 25 minutos finales vieron lo mejor de Gales en mucho tiempo . Desde los d¨ªas del Mundial en Nueva Zelanda. El equipo poderoso f¨ªsicamente, volador con la pelota, compuesto en todos los ¨®rdenes. Frente a esa crecida, Inglaterra se volatiliz¨® . Nunca tuvo bal¨®n suficiente que usar o con el que amenazar. Los que tuvo, los perdi¨® por el camino. Plac¨® m¨¢s del doble que Gales, lo que da idea de la din¨¢mica del juego. Lancaster est¨¢ obligado a desarrollar la otra mitad del rugby de su equipo, el que se ocupa de la construcci¨®n ofensiva. Inglaterra es un equipo magn¨ªfico de f¨ªsico y defensa. Pero necesita juego si quiere aspirar, como pretende, a la Copa del Mundo de 2015 en suelo ingl¨¦s. El primero de los dos ensayos de Cuthbert vino de un robo en un ruck , arte preferida de los terceras y, en el caso de Gales, de sus dos centros, los poderos¨ªsimos Roberts y Davies. Su recuperaci¨®n permiti¨® una carrera ventajosa del grandote Cuthbert por afuera, para posar en la esquina. Con Inglaterra de ca¨ªda, Biggar alarg¨® la ventaja con un drop. Y, despu¨¦s, una jugada memorable de toda la tercera galesa , acabada con la segunda marca de Cuthbert. En el avance de Faletau, la transmisi¨®n a Warburton, la mayest¨¢tica carga del capit¨¢n por el pasillo central del campo, su pase a Tipuric, el galope incontenible del tercera y la dejada final a Cuthbert, plena de suficiencia, qued¨® resumido todo el fant¨¢stico valor del juego gal¨¦s en este encuentro. El estadio vivi¨® tal explosi¨®n que pudo saltar por los aires el techo del Millennium. Gales hab¨ªa destrozado a Inglaterra. Es, para qu¨¦ negarlo, su forma favorita de hacer historia en el rugby.