El d¨ªa de San Valent¨ªn que el Espanyol jug¨® a puerta cerrada
A punto de estrenarse sin p¨²blico en el RCDE Stadium, esta es la cronolog¨ªa de un 14 de febrero de 2007, Livorno-Espanyol, extra¨ªda del libro 'Hist¨°ries en blanc-i-blau 2'.

Hubo un d¨ªa en que el Espanyol tuvo 183 directivos. El de San Valent¨ªn, para ser exactos. Y no fue un invento de unos grandes almacenes para fomentar el consumismo, ni un flechazo de Cupido que provocara un s¨²bito y sincronizado ¡®baby boom¡¯ perico. Por unas horas, la delegaci¨®n oficial del club se multiplic¨® como los panes y los peces, en una estrategia que rompi¨® el silencio e impuls¨® las ilusiones.
El motivo que origin¨® esta cifra hist¨®rica, sin embargo, no pudo ser menos agradable y m¨¢s luctuoso. La muerte de un polic¨ªa durante un enfrentamiento entre hinchas del Catania y del Palermo, un par de semanas antes en aquel 2007, hab¨ªa acelerado la entrada en vigor en Italia de la Ley Pisanu, con una serie de medidas dr¨¢sticas que pretend¨ªan garantizar la seguridad en los estadios de f¨²tbol: tornos en las puertas, sistema cerrado de v¨ªdeo-vigilancia, billetes nominales, que no hubiera ni una sola localidad sin asiento¡
En ¨¦stas, que el primer partido internacional que deb¨ªa disputarse en Italia no era otro que el Livorno-Espanyol, la ida de los dieciseisavos de la Copa UEFA, fijado para el 14 de febrero. Y, c¨®mo no, el Armando Picchi no cumpl¨ªa ni de lejos con los requisitos de la nueva ley. Bastaba con pasearse por los aleda?os un d¨ªa antes del partido.
Los tornos brillaban por su ausencia, y unas vallas tan altas como encorvadas por el paso del tiempo y espinadas eran toda la seguridad que ofrec¨ªa un recinto vetusto, inaugurado en 1933, y repleto de pintadas, la mayor¨ªa dirigidas a Silvio Berlusconi (encarnaci¨®n de poder del Mil¨¢n y del propio pa¨ªs) y a la Lazio, antagonista en ideolog¨ªa de un Livorno s¨ªmbolo del comunismo, en una ciudad portuaria obrera, repleta de f¨¢bricas y de calles al estilo de la colindante con el estadio, dedicada a Salvador Allende.

Y con iconos a la altura, el caso de Cristiano Lucarelli, delantero que luc¨ªa el dorsal ¡®99¡¯ como tributo al a?o de fundaci¨®n de las BAL (Brigate Autonome Livornesi), un grupo de ¡®tifosi¡¯ antifascista. Tan comprometido estaba el jugador con la lucha marxista que hasta hab¨ªa celebrado un gol mostrando una camiseta del Che Guevara. ¡°El Tamudo del Livorno¡±, como lo defini¨® su entrenador, Daniele Arrigoni, en la previa del encuentro.
El caso es que se plantearon varias opciones. Por ejemplo, que el partido se disputara en otra instalaci¨®n que s¨ª reuniera las m¨ªnimas condiciones de seguridad: propusieron el Artemio Franchi de Siena y el Luigi Ferraris de G¨¦nova. Pero no prosperaron.
Tampoco lo hizo la treta a la desesperada del presidente ¡®amaranto¡¯, Aldo Spinelli, quien trat¨® de reducir el aforo exclusivamente para ese d¨ªa, hasta los 9.999 espectadores, ya que la Ley Pisanu s¨ª contemplaba que se pudiera jugar, relajando algunas medidas, en estadios con aforo inferior a los 10.000 asientos. No col¨®. La UEFA, en connivencia con el gobierno italiano y su federaci¨®n, tom¨® una decisi¨®n irrevocable: el partido se disputar¨ªa a puerta cerrada.
La resoluci¨®n no pill¨® en fuera de juego al Espanyol. Ni a los pericos que ya hab¨ªan contratado (y pagado) el ¡®pack¡¯ de viaje, hotel y entrada por 585 ¨® 645 euros, dependiendo del r¨¦gimen de alojamiento.
El ch¨¢rter del equipo ya estaba lleno: una cincuentena de aficionados acompa?ar¨ªan a la plantilla, directiva (la de verdad) y a la prensa; todos ellos vivieron los bandazos por el viento que el avi¨®n dio muy cerca del aeropuerto Galileo Galilei ¨Csobrevolando ya a escasos metros las casas de las afueras de Pisa¨C que, c¨®mo no, tanto hicieron padecer a ¡®Tint¨ªn¡¯ M¨¢rquez y a alg¨²n pasajero m¨¢s v¨ªctima de la mortificante aerofobia. Otro centenar largo se trasladar¨ªa por su cuenta. Pero, ?c¨®mo entrar¨ªan, si el partido se iba a jugar a puerta cerrada?

En ocasiones, la soluci¨®n m¨¢s eficaz no es la m¨¢s retorcida, ni siquiera la m¨¢s imaginativa, sino la m¨¢s sencilla y recta. De modo que el club remiti¨® a la UEFA y al Livorno el listado con los nombres y apellidos de todos los aficionados que hab¨ªan reservado su desplazamiento a Italia, incluy¨¦ndolos en la delegaci¨®n oficial.
En total, sumaban 183 los ¡®directivos¡¯, cuando en realidad solo viajar¨ªan cuatro: Anna Maria Fust¨¦, Dani S¨¢nchez Llibre, Josep Rami¨® y Jos¨¦ Luis Perell¨®, cuyo t¨ªo-abuelo por parte de padre (el ¡®presi¡¯ Francesc Perell¨® Picchi) daba nombre al estadio ¡®amaranto¡¯.
Para que surtiera efecto, el Espanyol recomend¨® a los hinchas que se presentaran en el Armando Picchi ataviados con una vestimenta lo m¨¢s formal posible. Muchos se metieron en el papel y acudieron directamente en traje, como un jovenc¨ªsimo Xavi Salvatella, posteriormente director de comunicaci¨®n del club y aquel d¨ªa, reportero de ¡®PericosOnline¡¯.
Otros lo hicieron como si fuera el ¡®casual day¡¯ de la oficina. El inefable Masamichi Wada, por ejemplo, iba acreditado como fot¨®grafo, a¨²n con las secuelas de su atrac¨®n la noche anterior: pizza familiar, platazo de pasta, dos postres... ?Todo para ¨¦l solito! Y no fueron pocos los que directamente vest¨ªan ropa deportiva y la bufanda al cuello.
As¨ª que, para dar el pego, unos cuantos se colaron en el autocar de la prensa, escoltados por la polic¨ªa hasta el mism¨ªsimo estadio. Y la mayor¨ªa se plantaron en la puerta del Armando Picchi horas antes, no les fueran a cerrar los accesos.
Estos ¨²ltimos se perdieron al mediod¨ªa la visita de la plantilla a la cercana Pisa, a media hora de trayecto, en que ning¨²n jugador pudo evitar hacerse la cl¨¢sica foto en que figuradamente uno intenta erguir la torre: prodigios de la perspectiva, horrores de la originalidad. El caso es que, al final, todos entraron sin problemas. No hay nada como estar apuntado en la lista, y en el ep¨ªgrafe de directivos.

Y empez¨® el partido. Al principio, t¨ªmidamente, se guard¨® la compostura. En el silencio de un estadio a puerta cerrada, se escuchaba todo: las ¨®rdenes de Valverde desde el banquillo, los gritos y tacos de los futbolistas, y hasta su respiraci¨®n. Imponente. Como un entrenamiento, pero en un encuentro oficial de competici¨®n europea. Sin embargo, poco a poco e inevitablemente, los pericos se fueron animando y haciendo suyo el Armando Picchi.
Se activaron los gritos de ¨¢nimos, c¨¢nticos y, por supuesto, la celebraci¨®n de los goles, primero de penalti de Pandiani (que se convert¨ªa en el m¨¢ximo goleador del Espanyol en Europa, superando a Antonio Camps) y, despu¨¦s, de Moha mediante un tiro cruzado. Y de nuevo el silencio con el definitivo 1-2, Galante de cabeza. ¡°La sensaci¨®n, por el ambiente, era la de estar en un partido de Preferente¡±, condensar¨ªa Dani tras el choque.
"La sensaci¨®n, por el ambiente, era de estar en un partido de Preferente"
Mientras tanto, cerca de medio millar de ¡®tifosi¡¯ del Livorno, que obviamente no hab¨ªan podido acceder al estadio, organizaban en los aleda?os una barbacoa, a modo de protesta. Ellos no entraron, pero el aroma a carne a la brasa s¨ª se fue propagando por el interior.
No fue la ¨²nica paradoja, puesto que, pese a las medidas de seguridad extraordinarias, a los 183 ¡®directivos¡¯ pericos les despacharon cervezas, y en botellas de vidrio, en la misma grada. Lucarelli, combativo como siempre e indignado como nunca, no se mordi¨® la lengua: ¡°Todo ha sido una aut¨¦ntica farsa¡±.
"Todo ha sido una farsa"
¡°Pandiani y Moha abren la puerta de los octavos¡±, titulamos en As la cr¨®nica de aquel ins¨®lito encuentro. ¡°?Go, go, go, nos vamos a Glasgow!¡±, cantaron de modo premonitorio (faltaban a¨²n la vuelta y otras tres eliminatorias hasta la final), en el ch¨¢rter de vuelta una cincuentena de los improvisados directivos, que una vez fuera del Armando Picchi ya volv¨ªan a ser aficionados del Espanyol.
Como si vinieran de exprimir una de esas cajas de experiencias que se regalan precisamente para San Valent¨ªn: ¡°Disfruta de un estadio abierto solo para ti, con una victoria ¨²nica de tu equipo en la competici¨®n que te debe una (o dos), la Copa UEFA¡±.