No hay par車n para Haaland
El noruego pretendido por el Real Madrid marc車 el primer gol y estuvo en los otros tres en el regreso de la Bundesliga con las gradas desiertas.
Volvi車 el f迆tbol, pero no el f迆tbol que conocemos. Volvi車 un f迆tbol gris, est谷ril y de cemento. As赤 fue como Alemania y el mundo entero vivieron el regreso de la Bundesliga a los terrenos de juego. No hubo ni c芍nticos en las gradas ni gritos de gol, solo voces aisladas. La de los jugadores al pasarse el cuero, la de los entrenadores mandando desde la zona t谷cnica, siempre manteniendo la distancia de seguridad con los enmascarillados en el banquillo. Si hubo un sonido que result車 familiar, 谷se fue el del bal車n. El bendito tok en cada pase, algo m芍s sonoro en los disparos y tan bello y, a la vez, elegante cuando choca contra la red. M迆sica celestial para nuestros o赤dos.
Y para los aficionados del Dortmund, que vieron c車mo los suyos celebraron una victoria por 4-0 a los pies de un muro amarillo que fue gris piedra en una fecha tan marcada en la cuenca del Ruhr como la de ayer. Era el d赤a de la visita de los vecinos de Gelsenkirchen, los mineros del Schalke. Rivalidad pura. El Signal Iduna Park parec赤a un gigantesco p芍rking con 82.000 plazas libres. Se confi車 el Schalke ante la supuesta neutralidad del escenario, pero se olvid車 de que su peor pesadilla estaba sobre el terreno de juego y con el 17 a la espalda.
Necesit車 tan solo dos oportunidades Haaland para espantar los fantasmas del coliseo borusser. La primera se le fue larga, la segunda entr車. Fue a la media de hora de partido, despu谷s de un inicio dominador por parte del Borussia, pero sin chispa tras el largo par車n. A diferencia de Haaland, que era el de siempre. Brandt, imperial, vio a Hazard en el costado derecho y el belga ni mir車. Directamente la colg車 en el coraz車n del 芍rea, consciente de que ah赤 estaba Haaland. Y ah赤 andaba. Por d谷cima vez en su noveno partido liguero con el BVB.
El rev谷s del nene le sent車 como un jarro de agua fr赤a a los pupilos de Wagner, que se fueron diluyendo poco a poco. Se gustaba el Borussia a pesar de la suplencia de Sancho, que solo jug車 los diez minutos finales por problemas en el gemelo. No importaba. Estaba Brandt. Todo lo que generaba el Dortmund nac赤a en sus botas. El segundo de Guerreiro, al que vio aparecer por el costado izquierdo. Tambi谷n el tercero, obra de Hazard, al que le filtr車 el cuero en una de esas contras con denominaci車n de origen. La jugada del cuarto, otro de Guerreiro, la volvi車 a iniciar Brandt. Choc車 el codo con sus compa?eros para celebrarlo. Habr芍 que acostumbrarse.