El Espanyol fue campe¨®n de la UEFA durante dos semanas
Un doblete de Losada y un gol de Soler conced¨ªan a los pericos una enorme ventaja, 3-0, tras la ida de la final de la Copa UEFA, el 4 de mayo de 1988.
Borussia M?nchengladbach, Milan, Inter de Mil¨¢n, Vitkovice y Brujas. Arrigo Sacchi, Van Basten, Sciffo, Passarella y una remontada de ¨®rdago a un 2-0 en las semifinales. El camino del Espanyol hasta la final de la Copa UEFA 1987-88, la primera continental de su historia, no pod¨ªa haber sido m¨¢s sinuoso. Y, en consecuencia, m¨¢s glorioso. Y, como quiera que se disputaba a ida y vuelta, recib¨ªa en Sarri¨¤ en la primera manga a un Bayer Leverkusen no menos temible, que ven¨ªa de apear a Austria de Viena, Toulouse, Feyenoord, Barcelona y Werder Bremen.
Alrededor de 42.000 espectadores colmaban unas gradas entregadas, en unos d¨ªas en los que toda Barcelona se hab¨ªa hecho del Espanyol (y no es una hip¨¦rbole, por ejmplo, millares de seguidores azulgrana compraron su entrada para el partido y animaron al conjunto perico como al suyo propio). Pero ya de entrada el entrenador blanquiazul, Javier Clemente, los ¡®premi¨®¡¯ con la suplencia del estilo y la clase de John Lauridsen. No tuvo control el Espanyol en un primer tramo del encuentro que dominaron los Tita, Falkenmayer o Waas. Incluso tuvo la mala suerte de que le anularan a Diego Orejuela un gol de cabeza por un discutible fuera de juego.
Pero la suerte del Espanyol cambiar¨ªa al borde del descanso. Abr¨ªa Orejuela a la banda para Soler, que centraba a la testa de Losada para establecer el 1-0. Euforia en la grada de Sarri¨¤ e inyecci¨®n de autoestima para un conjunto perico que arrollaba en la reanudaci¨®n. De nuevo Orejuela y Losada participaban en una acci¨®n cuyo rechace aprovechaba Valverde para dejar el bal¨®n atr¨¢s y posibilitara que Soler pasase de asistente en el primero a goleador en el segundo.
Entregados los alemanes, una carrera del ¡®Txingurri¡¯ la convirti¨® en un centro para que, otra vez, Losada empujara con la cabeza y con todas sus ganas el esf¨¦rico al fondo de la porter¨ªa de Vollborn. El delirio se hab¨ªa desatado en Sarri¨¤ con el 3-0. Y a¨²n pudo ser mayor, con un remate de Golobart que se estrell¨® en el larguero.
Lo que en aquel momento solo se tomaba como la guinda que podr¨ªa haber coronado el pastel del cetro europeo acab¨® siendo la jugada determinante de la competici¨®n, o al menos inolvidable para muchos, cuando dos semanas m¨¢s tarde se disput¨® la vuelta de la final en Leverkusen¡