366 HISTORIAS DEL F?TBOL MUNDIAL | 15 DE SEPTIEMBRE
Rivera pone presidente a su gusto en el Mil¨¢n (1975)
Si hay un jugador que de verdad haya mandado en un club, ese es Gianni Rivera, en el Mil¨¢n. ?Il Bambino d¡¯Oro?, le llamaron desde su aparici¨®n. Figura mundial desde antes de los veinte, demostr¨® fuerte car¨¢cter y personalidad al atacar nada menos que al catenaccio, dogma de fe en el f¨²tbol italiano. ?Contra los equipos extranjeros jugamos con uno menos?, se quej¨® en su debut en la selecci¨®n, refiri¨¦ndose a que al tener un l¨ªbero por detr¨¢s de los defensas quedaban en inferioridad. Picchi, el l¨ªbero (era del Inter, rival del Mil¨¢n), se sinti¨® ofendido. Tambi¨¦n polemiz¨® con el seleccionador de M¨¦xico-70, Ferruccio Valcareggi, que les consideraba incompatibles a ¨¦l y a Mazzola, y arm¨® un tremendo revuelo m¨¢s tarde al acusar a los ¨¢rbitros de ?sometimiento psicol¨®gico ante la Juventus?, opini¨®n, por cierto, muy extendida en Italia. Por ser la Juve el equipo de la FIAT, la gran empresa de Italia, muchos piensan que tiene una gran influencia sobre los ¨¢rbitros.
Para 1975 su estrella empezaba a declinar, y el 19 de abril, el que entonces era presidente del Mil¨¢n, Albino Buticchi, tuvo la mala ocurrencia de comentar que ser¨ªa una buena idea cambiarlo por Sala, una estrella emergente en el Torino. Rivera se sinti¨® ofendido. Y m¨¢s cuando el presidente del Torino, Orfeo Pianelli, rehus¨®: ?No tengo vocaci¨®n de anticuario?. Rivera replic¨® que hac¨ªa bien, porque ?para ser anticuario se necesitan conocimiento, sensibilidad y buen gusto, y Pianelli carece de todo eso?. Pero el incidente indign¨® a Rivera, que estuvo un mes sin ir a entrenarse. Cuando volvi¨®, el entrenador, Gustavo Giagnoni, le excluy¨® del equipo. Rivera utiliz¨® sus influencias y lo hizo saltar, lo que fue la primera oportunidad de Trapattoni para entrenar. Luego busc¨® amigos con capital que compraran el club, y los encontr¨®.
La guerra que desat¨® hizo que cayera el propio presidente Buticchi, a los seis meses de sus inoportunas declaraciones. Acaudalados admiradores suyos pusieron el dinero para hacerse con la mayor¨ªa del club, en el que ¨¦l qued¨® como due?o absoluto, tomando las decisiones desde el mismo c¨¦sped, cuando a¨²n era jugador. No era extra?a tal devoci¨®n por un jugador que, aparte de ser un verdadero superclase, mantuvo siempre en alto la bandera del arte y del f¨²tbol bello en un pa¨ªs dominado por el cerrojo y la especulaci¨®n. Cuando se retir¨® por fin, pas¨® a ser vicepresidente del club, hasta la aparici¨®n de Berlusconi (v¨¦ase el d¨ªa 20 de febrero), a cuya llegada se opuso, lo que en definitiva le costar¨ªa la salida de ?su? Mil¨¢n, para el que gan¨® dos copas de Europa, una Intercontinental, dos recopas, tres ligas y cuatro copas de Italia. Adem¨¢s de eso, gan¨® el Bal¨®n de Oro de 1969 y tom¨® parte en cuatro mundiales.
Pero quiz¨¢ nada le produjo m¨¢s satisfacci¨®n que hacer saltar del club al impertinente Albino Buticchi, el presidente que le hab¨ªa despreciado de tal forma. Que era, en el fondo, despreciar al Mil¨¢n, del que fue bandera durante tantos a?os.