Ayer se cumplieron 54 a?os de la Quinta
¡°La Saeta era como un fantasma, estaba en todos los sitios¡±
Lutz y Stein (Eintracht de Frankfurt) recuerdan la final del 7-3 de 1960. Fue denominada ¡°la mejor de todos los tiempos¡± por la revista World Soccer. Lo fue por goles y espect¨¢culo.
Friedel Lutz (75 a?os) y Erwin Stein (78) desvelan medio siglo despu¨¦s la versi¨®n alemana de aquella final hist¨®rica del 7-3. Con los ojos brillantes, iluminados por los recuerdos, se atropellan al hablar, gesticulan y escudri?an pulgada a pulgada los cap¨ªtulos de la enciclopedia de AS que les mostramos, reconoci¨¦ndose a s¨ª mismos y a sus compa?eros en algunas fotograf¨ªas in¨¦ditas para ellos. ¡°La liga en Alemania estaba cargada de grandes jugadores pero a¨²n no era profesional. Gan¨¢bamos 120 marcos al mes¡±, explica Lutz. ¡°A partir del 63 se cre¨® la Bundesliga. El caso es que el d¨ªa antes de viajar a Glasgow todos trabajamos. Yo era mec¨¢nico en una f¨¢brica y ¨¦l (se?ala con el ¨ªndice a Stein), funcionario. En Glasgow hicimos un entrenamiento de prueba y ya est¨¢. Nos entren¨¢bamos los martes y los jueves. El club nos daba un par de botas y nos ten¨ªan que durar toda la temporada. Y si se romp¨ªan las arregl¨¢bamos nosotros. S¨®lo hab¨ªa una equipaci¨®n del 1 al 11. Estaba prohibido regalar camisetas...¡±.
Stein, al que tras jugar ante el Madrid apodaron ¡®Erwin dos goles¡¯ (tantos como marc¨®), tiene grabado el camino a la final: ¡°Cedimos s¨®lo dos empates ante Young Boys y Viena, en octavos y cuartos. No tuvimos que jugar dieciseisavos. Los finlandeses estaban fuera de temporada y con el campo fatal por la meteorolog¨ªa. Y renunciaron a jugar. En las semifinales dimos el gran salto...¡±. Lutz le interrumpe: ¡°?Ganamos 6-1 al Rangers de Glasgow en Frankfurt y 3-6 en Escocia tras un largo viaje por carretera y barco! Fue tal la repercusi¨®n que nos invitaron a jugar un amistoso all¨ª justo antes de la final. Fueron 104.000 espectadores a vernos. ?A nosotros, los amateurs! (insisten en esa idea dando mayor rango de heroicidad a su haza?a). Nos pagaron el viaje en avi¨®n, era la primera vez que vol¨¢bamos. La segunda fue para la final...¡±.
Entramos por tanto en harina... Stein retoma la palabra: ¡°Nunca hab¨ªamos visto jugar al Madrid. No era com¨²n ver televisores a¨²n en Alemania. Los conoc¨ªamos por la prensa. Hab¨ªamos idealizado la imagen de Di St¨¦fano y Puskas. Yo los imaginaba como tipos grandes y apuestos. Vimos a los jugadores directamente en el vestuario, vestidos de blanco... Nos dieron ganas de desmayarnos. Me temblaban las piernas. Si un jugador de aquellos nos hubiera dicho ¡®ve al autocar y tr¨¢eme la bolsa¡¯, habr¨ªamos ido corriendo, sin pensar. Les ten¨ªamos un gran respeto¡±. Prosigue Lutz: ¡°Recuerdo que tras el pitido final el m¨ªster nos dijo: ¡®Volved al campo, formad y aplaudid a estos artistas del bal¨®n...¡¯. ?Pero el cuerpo nos ped¨ªa darles de coscorrones despu¨¦s de aquella paliza! Eran fant¨¢sticos...¡±.
Stein vuelve a su relato: ¡°Hab¨ªa 135.000 espectadores. Muchos nos ten¨ªan coraje por la eliminatoria anterior. Iban el 70% con el Madrid y el 30% con nosotros. Pero a cada gol, el p¨²blico iba m¨¢s con ellos. Nos pasaron como un rodillo por encima. Marcamos primero, y tuvimos una oportunidad muy grande de marcar el 2-0. Pero Maier fall¨®. O lo par¨® Dom¨ªnguez, que hizo un gran primer tiempo... Luego el Madrid empez¨® a jugar y ya ¨ªbamos s¨®lo detr¨¢s de ellos, no sab¨ªamos ni d¨®nde est¨¢bamos. Despu¨¦s ca¨ª en la cuenta: aunque nos hubi¨¦ramos puesto 3-0 era imposible ganar ese partido. Se lo dije a los periodistas: ¡®De hacerles alg¨²n gol m¨¢s nos habr¨ªan marcado m¨¢s de siete¡±.
Preguntamos qu¨¦ ten¨ªa aquel Madrid que lo hac¨ªa tan especial. Lutz no se lo piensa: ¡°?Puskas y Di St¨¦fano! Di St¨¦fano era como un fantasma, estaba en el ¨¢rea y atr¨¢s, nunca sab¨ªas d¨®nde, y nadie le pod¨ªa marcar. ?l creaba y Puskas te daba la puntilla. Ten¨ªa un disparo impresionante. Nos hicieron polvo entre los dos. Wellbachec, que defend¨ªa a Di St¨¦fano en la primera parte, estaba reventado a los 20 minutos. En el descanso el t¨¦cnico dio orden de marcaje doble a Puskas y Di St¨¦fano. ?As¨ª que hab¨ªa cuatro que casi dejaron de jugar! Fue un error...¡±.
Gran generaci¨®n. Es justo preguntar tambi¨¦n por qu¨¦ aquel Eintracht era tan especial. Habla Lutz, que fue internacional y mundialista en 1966 y que sufri¨® el gol fantasma de Hurst en la final ante Inglaterra en Wembley (¡°yo la vi dentro, todos lo dimos por bueno¡±): ¡°El mejor era Pfaff, nuestro Di St¨¦fano. Un zurdo de oro. Jug¨® y marc¨® en 1954 en la derrota 8-3 de Alemania ante la Hungr¨ªa de Puskas¡±. ?Y qui¨¦n era el Puskas de aquel Eintracht? ¡°Aqu¨ª lo tiene¡±, dice Lutz, ¡°era Stein (tambi¨¦n internacional)¡±. Y ¨¦ste recoge el guante con gesto orgulloso: ¡°Era delantero centro. Di la asistencia a Kress para el 0-1. Mi primer gol fue el 5-2. Recib¨ª en la frontal. Yo la izquierda la ten¨ªa para no caerme. Pues me fui de tres y la cruc¨¦ a la escuadra. ?Me saldr¨ªa una cada 20 a?os! En mi segundo gol, Santamar¨ªa quiso dar un pase atr¨¢s, recuper¨¦ el bal¨®n, me met¨ª entre medias y marqu¨¦. ?Le rob¨¦ la cartera al muro Santamar¨ªa! Era m¨¢s r¨¢pido que ¨¦l. No olvidar¨¦ aquel marcaje tan duro que me hizo. No paraba de agarrarme, de darme pellizcos¡±.
Lutz defend¨ªa a Gento: ¡°Era el 11 y yo el 2. La pelea fue equilibrada. A Gento le lanzaban el bal¨®n al espacio... ?Pero yo, que hac¨ªa los 100 metros en 10,9 segundos, era m¨¢s r¨¢pido que ¨¦l sin el esf¨¦rico!¡±. Eso s¨ª, reconoce una gran diferencia: ¡°?ramos muy c¨¢ndidos para jugar ese partido. Habr¨ªa que haberlo encarado de otra manera. Llev¨¢bamos el bal¨®n, ven¨ªa uno y... ?boom! Al suelo. Y dec¨ªamos, ?qu¨¦ ha pasado aqu¨ª?¡±.
Resta saber qu¨¦ sucedi¨® tras la final. Stein hace memoria: ¡°En la cena, tras el partido, cada jugador del Madrid nos regal¨® un reloj de oro. A m¨ª me lo dio Gento. Con lo que gan¨¢bamos nunca podr¨ªamos haber comprado eso. Nosotros le dimos a ellos un bander¨ªn con un valor de 20 marcos y aquellos relojes val¨ªan 600. Pues bien. Hace cuatro a?os hubo un partido amistoso del Madrid en Frankfurt. Le dije a alguien del club blanco que el mismo d¨ªa de la final, en Glasgow, me hab¨ªan robado el reloj. Quer¨ªa que me dieran otro pag¨¢ndolo. Se fueron para Madrid, y a los tres d¨ªas ten¨ªa otro reloj en la puerta de mi casa¡±. Lutz tambi¨¦n recuerda aquella cena: ¡°No nos atrev¨ªamos casi ni a mirar a Bernab¨¦u. Era como un Dios. Se sent¨® con nuestro presidente. Hablamos lo que pudimos entre ingl¨¦s y alem¨¢n con los del Madrid. Y a las 11 el entrenador nos mand¨® a la cama. A las siete, despiertos y al aeropuerto. Los del Madrid creo que salieron hasta tarde...¡±. Los dos vuelven su mirada a la enciclopedia de AS, donde hay una gran foto del espectacular recibimiento a los Pentacampeones por las calles de Madrid. Se miran y exclaman: ¡°?C¨®mo es posible, no se cansaban de salir a la calle todos los a?os...!¡±.