CELTA 2 - REAL MADRID 0
El Madrid se despide de la Liga con una derrota en Vigo
Un doblete de Charles dio la victoria al Celta de Luis Enrique y dej¨® al Real Madrid sin opciones matem¨¢ticas de ganar el t¨ªtulo de Liga.
Era la tarde perfecta para jugar al f¨²tbol. Veinte grados, la luz anaranjada de los atardeceres en Galicia. La brisa del mar mec¨ªa los flequillos y los balones altos divisaban las Islas C¨ªes en el horizonte. As¨ª dispuesto, el encuentro ten¨ªa el encanto de los partidos que se organizan en la playa cuando se han marchado los ba?istas. La realidad, sin embargo, era m¨¢s prosaica. El Celta festejaba su 90 aniversario y el Real Madrid no celebraba absolutamente nada. El Celta ten¨ªa sus motivos m¨¢s las razones de su entrenador. El Madrid, entretanto, no encontraba ning¨²n est¨ªmulo en el m¨ªnimo porcentaje que le favorec¨ªa, el 2,8%. Jam¨¢s sinti¨® el partido como una oportunidad. M¨¢s bien como un tr¨¢mite, engorroso a ratos.
Era la tarde perfecta para cultivar el estrabismo: la Liga se jugaba en tres televisiones. Pronto entendimos que no hac¨ªa falta tanto. El Madrid se descartaba desde la alineaci¨®n, en la que formaban de inicio Khedira, que no jugaba desde hace seis meses, y Casemiro, que estrenaba titularidad en el campeonato. Morata era el delantero centro en sustituci¨®n de Benzema, que ni siquiera viaj¨®. Bale ocupaba plaza en el banquillo.
No es disculpa, naturalmente. Cualquier jugador madridista tiene talento suficiente como para plantar cara al equipo m¨¢s cuajado. El problema no era el talento, sino la convicci¨®n, la contagiosa sensaci¨®n de que la carambola era imposible. Al final no fall¨® la carambola, o casi, fall¨® el Madrid.
La prueba del des¨¢nimo es que los errores que condenaron a los de Ancelotti fueron obra y gracia (poca) de Sergio Ramos y Xabi Alonso, el futbolista m¨¢s en forma del equipo y el m¨¢s templado de la plantilla. A Sergio le traicion¨® su superioridad f¨ªsica. A Xabi le pudo la confianza. Ambos ten¨ªan la cabeza en otro lugar. Ambos perdieron balones imperdonables. Charles no tendr¨¢ palabras de agradecimiento, todo regalo ser¨¢ poco.
Las intenciones de Luis Enrique quedaron claras desde el principio. Rafinha, reci¨¦n recuperado de una artritis traum¨¢tica en el pie izquierdo, era titular. El resto del equipo compart¨ªa el inter¨¦s de su entrenador y el de una parte de la afici¨®n viguesa; hay muchos cul¨¦s en Galicia.
No es novedad que el Celta jugara bien. Lo hace desde que Michu vest¨ªa de celeste, desde Paco Herrera, desde hace a?os. Lo llamativo era su contundencia, su dureza, en algunos casos. El Madrid, que no estaba preparado para casi nada, tampoco lo estuvo para eso.
En la segunda mitad, el visitante sali¨® espoleado por el grito de Ancelotti, que debi¨® levantar algo m¨¢s que la ceja. Entonces falt¨® el f¨²tbol. Y la fortuna. Y sobr¨® el portero. Sergio record¨® a Yashin, Banks y Maier. O ellos recordaron a Sergio.
Entr¨® Willian Jos¨¦ por Casemiro y el Madrid se enred¨® en su propia ansiedad antes de tropezar en Sergio, natural de Villagarc¨ªa, aunque parezca de Muros. El Celta pudo completar la goleada, pero tampoco hab¨ªa que ser tan cruel. Bastaba con perder y decir adi¨®s. Nos vemos en Lisboa.