FINAL DE COPA | BARCELONA 1 - REAL MADRID 2
Bale es el rey de la Copa
El gal谷s decidi車 la final tras una galopada de 60 metros que nadie pudo parar. Antes ya hab赤a sido el mejor. Di Mar赤a adelant車 al Madrid y el empate de Bartra no fue suficiente para un Bar?a sin remate. Neymar top車 con el palo en el 90'.Sevilla - Legan谷s: Copa del Rey
El Real Madrid gan車 la Copa del Rey con un gol que ser芍 tan inolvidable como el que consigui車 Cristiano en 2011. La diferencia es que no habr芍 foto que lo recoja. Tendr芍 que ser un v赤deo el que muestre c車mo Bale corri車 desde el centro del campo y c車mo esquiv車 a Bartra, desviando su carrera por delante del banquillo del Barcelona, fuera de los l赤mites del terreno de juego, para luego volver y recuperar la ventaja perdida, para por fin marcar de tiro raso por debajo de las piernas del portero. Por una vez, y durante unos d赤as, no se extra?en si sue?an con centauros.
Sucedi車 en el minuto 84, pero la final se hab赤a engrandecido antes, cuando Bartra logr車 el empate de cabeza (67*), una igualada inesperada, sin relaci車n con lo que estaba ocurriendo. El f迆tbol es indescifrable. El ni?o-central rescataba al Barcelona por pura resistencia a la derrota, la que ning迆n otro veterano compa?ero hab赤a mostrado. Primero quem車 los guantes de Casillas con un disparo dur赤simo. Despu谷s le bati車 con un cabezazo excelente. No tener memoria es no tener complejos. Que nos disculpe si le hemos juzgado por su cara de cr赤o; nunca le volveremos a pedir que se deje bigote (aunque no le sobrar芍).
Bartra salv車 la dignidad de un Barcelona que en el 迆ltimo instante pudo forzar la pr車rroga. Pero Neymar tropez車 con un poste. O permitan que me corrija: tropez車 con Casillas. En esa 迆ltima jugada, el 芍ngel de Iker se manifest車 en todo su esplendor. Hasta el propio portero admiti車 su buena fortuna y, atrapada la pelota, regreso a la madera para agradecer su ayuda.
Ahora es f芍cil decirlo, pero el Madrid siempre tuvo m芍s claro el plan. Por algo es un equipo de ida, ansioso de gloria, con todo por conseguir, el chico nuevo en la ciudad. El Bar?a, en cambio, cabalga de regreso, en plena puesta de sol; digno, pero cansado. Mantiene el talento, eso nunca se marchita del todo, pero ha perdido la alegr赤a. La ventaja de estar juntos tanto tiempo se ha convertido en un inconveniente. Es como si el equipo sufriera la crisis que afecta a los matrimonios a los siete a?os, cuando las parejas ya se saben el final de cada chiste. De tanto verse, los jugadores ya ni se reconocen. Ning迆n ejemplo mejor que Messi, una sombra durante toda la final. Casi un impostor.
El asunto no es tan raro. Con el Bar?a hemos ido m芍s all芍 del final feliz que termina las pel赤culas de amor. Hemos visto lo que ocurre despu谷s del beso, o lo que es lo mismo: despu谷s de los 16 t赤tulos. La realidad es cruda: proseguir es acabarse. Si el protagonista de Titanic no se hubiera congelado en las fr赤as aguas de Terranova hubiera terminado como Homer Simpson, gordo y divorciado de la viejita adorable. No es agradable descorrer la cortina.
A los seis minutos, el Madrid ya se apuntaba dos ocasiones de gol, ambas de Bale. Dos contragolpes, naturalmente. En el primero chut車 cruzado, fuera, con m芍s fuerza que colocaci車n. En el segundo, en posici車n de pivote de balonmano, su tiro fue taponado por Mascherano.
Al rato, marc車 el Madrid, y lo hizo plenamente, porque anot車 el gol y grab車 una muesca en un poste del Bar?a; de ah赤 viene la expresi車n en su origen (※mark§), cuando en los campos de la prehistoria no hab赤a ni m芍quina ni operario que contabilizara los goles. Fue un contraataque espl谷ndido, imposible ganar tantos metros en menos toques: Isco, Benzema, Bale. Di Mar赤a, por fin, bati車 a Pinto con un zurdazo algo mordido y manifiestamente parable.
El Madrid se repleg車 y cultiv車 las contras como quien cultiva bons芍is. Con mimo. A cambio, entreg車 campo y bal車n. Lo que en otro tiempo hubiera sido una temeridad apenas le incomod車 esta vez. Aunque Ancelotti no ejerce, la defensa tiene un reluciente barniz italiano. Lo de Di Mar赤a es conocido. Es un buen futbolista que disfruta corriendo, algo tan extra?o como una vedette que gozara guisando.
El Bar?a, pese a los achaques, no tard車 en reponerse del gol del Madrid. Tom車 el bal車n y domin車 el juego. Lleg車 a la frontera del 芍rea grande, despleg車 el mapa y trat車 de hallar caminos, siempre guiado por Iniesta. Los encontr車 por las bandas. El problema es que jug車 para un nueve que no tiene, porque un d赤a se decidi車 que no era necesario, o porque los delanteros centros estorban a Messi; alguien crey車 que la felicidad durar赤a para siempre. El hecho es que Alba, Neymar y Alves cabecearon a duras penas, y siempre en inferioridad, los centros que volaron desde los extremos. Hubo algo heroico en ese empe?o, pero tambi谷n pat谷tico.
El Madrid siempre estuvo m芍s cerca del gol y el gol siempre estuvo m芍s cerca de Bale. Chut車 al palo, lami車 el larguero y marc車 un tanto anulado por Mateu que, si atendemos a la condici車n de local del Bar?a, estuvo primorosamente casero.
El gol de Bartra ya est芍 contado: lo marcaron el f迆tbol y la juventud, maravillosa combinaci車n. Lo merec赤a la historia del Bar?a. El desenlace atendi車 a los m谷ritos del partido. Hab赤a hecho m芍s el Madrid y nadie hab赤a empujado m芍s que Bale, ese purasangre que a partir de hoy ser芍 todav赤a m芍s r芍pido, porque correr芍 m芍s ligero.