ESPANYOL-REAL MADRID
El Madrid ya ha llegado
Los de Ancelotti aprovechan el empate entre Atleti y Bar?a, ganan en Cornell¨¤ gracias a un cabezazo del central portugu¨¦s y dejan una segunda vuelta apasionante.
El Madrid cumpli¨®, como si fuera f¨¢cil, como si no hubiera enemigo, como si los otros no fueran once. Marc¨® un gol, aunque pudieron ser cinco, quiz¨¢ seis. Cristiano concentr¨® en un partido los errores de una temporada entera y el equipo de Ancelotti ya resopla en el cogote de los l¨ªderes. Su desventaja de tres puntos es casi inapreciable con una vuelta por delante. Es imposible elogiar la trayectoria del Bar?a y el Atl¨¦tico sin destacar tambi¨¦n a su perseguidor de blanco, ayer mandarina. La Liga es un tr¨ªo.
El impulso del Espanyol dur¨® 20 minutos, los primeros. S¨®lo en ese inicio se dej¨® ver la melena pelirroja de ?lex. En ese tramo el rumano Torje no cometi¨® ni un solo error. Al contrario. Se manej¨® por la banda derecha con tanto acierto, sentido y desborde que debi¨® colapsarse el tel¨¦fono de su agente, millonario por un rato.
Hasta ese punto, el partido fue de ida y vuelta. A partir de entonces se convirti¨®, pr¨¢cticamente, en un mon¨®logo visitante. El Madrid lo ten¨ªa todo a favor, incluso a Benzema. El franc¨¦s dej¨® una volea con la zurda, un par de controles magn¨ªficos y un pase a Cristiano que le hubieran bastado para la menci¨®n honor¨ªfica. Pero hizo m¨¢s. Tuvo inter¨¦s, u?as, constancia. ?La raz¨®n? Qui¨¦n lo sabe. Luna en fase creciente.
Cristiano acumulaba remates, Casilla parec¨ªa nervioso y el mediocampo del Madrid ten¨ªa raptado al mediocampo rival. Di Mar¨ªa, ubicado como interior por la izquierda, ratific¨® el absurdo de las piernas cambiadas. Entre ¨¦l y Marcelo suministraron un saco de buenos balones a los delanteros. Jugar en la banda natural favorece el pase y evita la tentaci¨®n ego¨ªsta del tiro a puerta. Y no me lo digan que ya lo s¨¦: pedir extremos es un s¨ªntoma inequ¨ªvoco de la vejez, como que te gusten la verdura y los musicales.
El Espanyol, entretanto, reculaba mortalmente. Cada vez ced¨ªa m¨¢s metros y m¨¢s balones. ?nicamente Jhon C¨®rdoba, rep¨²blica independiente de su casa, generaba cierta inquietud a los defensas de Ancelotti, at¨®nitos ante la potencia algo descontrolada del maciste colombiano.
En semejantes condiciones se hac¨ªa dif¨ªcil apostar una moneda por el Espanyol, ni siquiera de chocolate. Result¨® un milagro que mantuviera el empate hasta el descanso. No es frecuente que el Madrid perdone, ni que se le resistan las matem¨¢ticas, ni los porteros nerviosos.
En la segunda mitad, el Espanyol no corrigi¨® nada, por falta de ideas o de fuerzas. Mientras decid¨ªa si encomendarse al bal¨®n o al reloj, marc¨® el Madrid. Modric templ¨® una falta desde la derecha y Pepe cabece¨® solo, como sue?an los centrales. De haber estado Aguirre en el banquillo los t¨ªmpanos de sus jugadores hubieran envidiado a los de Xabi Alonso.
El Madrid prosigui¨® su acoso y, al olor de la Liga, en Cornell¨¤ comenzaron a aflorar los madridistas entusiasmados. Se celebr¨® cualquier acci¨®n, hasta la entrada de Jes¨¦ por un Bale gris oscuro, casi negro. Cristiano se empe?¨® en marcar y Manit¨² se las sac¨® todas: las que no se iban fuera las rechazaba Casilla con una mano dislocada o con un pie prodigioso. Es probable que hoy le compense con un bal¨®n que no se chuta.
Modric pudo ser expulsado, pero Teixeira quiso ser Mateu. Aunque el Espanyol tuvo su ocasi¨®n en el descuento, lleg¨® a ella sin pizca de fe. Hab¨ªa sido derrotado por algo m¨¢s que un gran equipo; por un firme candidato al t¨ªtulo, a todos los t¨ªtulos.