BARCELONA 2 - REAL MADRID 1
Mand¨® Neymar, la arm¨® Undiano
El brasile?o tir¨® del Bar?a y marc¨® el primer gol. Obra maestra de Alexis y tanto demasiado tard¨ªo de Jes¨¦. El Madrid reclam¨® dos penaltis. El Bar?a, la segunda amarilla a Ramos.
A la vida le pasa como al caf¨¦, nunca sabe tan bien como huele. La cita, incluida en el tratado sobre el cine negro que Garci ha titulado Noir, excluye de la experiencia vital a los Cl¨¢sicos, esos partidos donde todo es espl¨¦ndido y la nada tambi¨¦n. El Barcelona se apunt¨® el ¨²ltimo episodio de esta disputa eterna (la comenzaron los dinosaurios y la terminar¨¢n los simios con gafas), aunque hay tantas razones para la alegr¨ªa del ganador como para la indignaci¨®n del derrotado. Que nadie se inquiete si se lo perdi¨® porque el presente Cl¨¢sico proseguir¨¢, casi con toda probabilidad, hasta el siguiente.
Pero vayamos por partes y repasemos lo esencial. Despu¨¦s de una primera mitad de absoluta propiedad del Barcelona, premiada con el gol de Neymar, la segunda nos present¨® a un Madrid recompuesto y ambicioso. El globo del Bar?a perd¨ªa aire al tiempo que su enemigo se crec¨ªa al reconocerse, por fin, delante del espejo. Fue entonces cuando Mascherano derrib¨® a Cristiano dentro del ¨¢rea. Hasta aqu¨ª lo evidente y a partir de esta l¨ªnea lo opinable. A juicio de este cronista, lo de Mascherano fue una carga de la brigada ligera y no una carga autorizada por el reglamento, un empuj¨®n hacia el acantilado y en ning¨²n caso un forcejeo por el bal¨®n.
Nunca sabremos lo que hubiera ocurrido de tener ojos el ¨¢rbitro, o de no haber pesta?eado en ese instante, o de haber jugado al f¨²tbol de chaval. Cada penalti en el limbo es una vida no vivida, un matrimonio con la primera novia que nos dej¨®. Lo m¨¢s probable es que Cristiano hubiera empatado y lo posible es que el Madrid se hubiera llevado alg¨²n punto del Camp Nou. Pero eso es ciencia ficci¨®n, androides so?ando con ovejas el¨¦ctricas.
El experimento sirvi¨® para comprobar que Ramos puede jugar de modo solvente en cualquier posici¨®n, pero el movimiento ayud¨® muy poco al Madrid. Con Sergio concentrado en defensa, ni Khedira ni el evanescente Modric se las arreglaron para sacar el bal¨®n jugado. Ah¨ª obtuvo el Barcelona su ventaja en la primera parte. Resucit¨® Iniesta, se sum¨® Xavi, particip¨® Cesc y la pelota comenz¨® a desplazarse con la velocidad de los mejores tiempos. Ante ese torbellino, el Madrid s¨®lo pudo poner una reclamaci¨®n: manos de Adriano dentro del ¨¢rea que Undiano pas¨® por alto. S¨®lo hay algo peor que un ¨¢rbitro que busca problemas; uno que los reh¨²ye.
Arriba, el equipo de Ancelotti tambi¨¦n hab¨ªa cambiado su fisonom¨ªa. Cristiano, Bale y Di Mar¨ªa formaban la l¨ªnea m¨¢s adelantada y, aunque la foto de los tres velocistas era digna de Carros de Fuego, ninguno se sinti¨® c¨®modo. Bale, disfrazado de nueve, dispar¨® dos veces desde posiciones lejanas, sin mediar preparaci¨®n; Di Mar¨ªa y Cristiano no se activaron hasta que el equipo recuper¨® el dibujo tradicional.
Tantas novedades nos recordaron los a?os en que el Barcelona improvisaba un peinado en cada Cl¨¢sico, el s¨ªndrome Romerito y otras extravagancias. La experiencia dicta que las invenciones de ¨²ltima hora aportan poco al inventor y animan mucho al rival, que detecta miedo.
Jes¨¦ redujo distancias en el minuto 90 para que levant¨¢ramos los dedos del teclado, pero no cambi¨® nada, salvo su cach¨¦. El Barcelona se aleja seis puntos del Madrid en la Liga y aminora la diferencia en el hist¨®rico de Cl¨¢sicos: 90-88. Dentro de mil a?os, los simios con gafas ver¨¢n la continuaci¨®n de esta batalla e incluir¨¢n el gol de Alexis entre los mejores jam¨¢s marcados. Este simio, servidor de ustedes, ya lo ha hecho.
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