REAL MADRID 2-RAYO VALLECANO 0
El Real Madrid se entrega a los puntos y renuncia al bal車n
Sali車 en tromba y se puso 2-0 con los goles de Morata y de Sergio Ramos, pero se dedic車 a especular cuando Ramos fue expulsado. El Rayo, dominio sin picante.
Lo que empez車 con un fogonazo, termin車 con un bostezo. Los once primeros minutos fueron una promesa incumplida. Nadie volvi車 a agitarse en sus asientos. En cuanto el Madrid se qued車 con un jugador menos, Mourinho entreg車 la pelota y orden車 un f迆tbol de economato que salvaguardara los puntos, aunque fuera en sacrificio del f迆tbol y del espect芍culo, de los espectadores que se empapaban bajo la lluvia. Fueron 73 largu赤simos minutos de in迆til dominio del Rayo y de asombrosa renuncia de su adversario; feliz al final, aunque sin tantos motivos para estarlo.
En esa extra?a obra, la primera parte fue planteamiento y desenlace. De inicio, una noticia refrescante: Morata, titular. El chico, con su sola presencia, rellenaba la motivaci車n que le pod赤a faltar al Madrid. Para eso sirve la cantera, entre otras muchas cosas. Para generar ilusi車n, para convertir en especial el partido que no lo parece. Para devolver el inter谷s a la Liga perdida. Vean, si no. A los dos minutos, Kak芍 condujo un contragolpe y Morata lo culmin車 a pase de ?zil. Un gol a cero y el chaval desliz芍ndose de rodillas por la hierba del Bernab谷u, los pu?os cerrados y el flequillo al viento.
A los cinco minutos, la oportunidad fue de Kak芍, versi車n renacido, galgo corredor y cuchillo entre los dientes. A los once, volvi車 a marcar el Madrid. ?zil bot車 una falta y Sergio Ramos cabece車 con Fuego en su espalda. En ese instante pensamos que el Rayo planteaba el partido a muchos goles, todos en contra. Su anunciada valent赤a era plenamente temeraria. Obsesionado con lucir su juego, no tomaba una sola precauci車n. Las oportunidades del Madrid se contaban por sus robos y sus contras, media docena aproximadamente.
De pronto surgi車 el factor imprevisible: el 芍rbitro. Paradas Romero es un juez que se siente constantemente amenazado y pita en defensa propia. Para complicar m芍s las cosas, el miedo se le confunde con la vanidad. Consciente de que cada vez que ense?a una cartulina le enfocan las c芍maras, Paradas tiene tendencia a posar con el brazo en alto, como si fuera una estatua ecuestre, pero sin caballo. La primera cartulina que vio Sergio Ramos s車lo se puede explicar desde esa imperial inclinaci車n. Nada hizo el defensa, salvo disputar una pelota. Un minuto despu谷s, en el 17, Sergio Ramos intercept車 con los brazos un centro de Casado y al instante se supo reo de muerte. Apenas discuti車 y enfil車 para el vestuario. Alguien deber赤a aclarar a los 芍rbitros la diferencia entre interceptar voluntariamente el bal車n y ser golpeado por 谷l.
Para el Madrid, la expulsi車n no parec赤a un inconveniente insalvable. Sin embargo, aquel incidente modific車 radicalmente la actitud del equipo, que pas車 de jugar con la pelota, a jugar con el marcador, de divertirse a calcular. Mourinho, m芍ximo responsable, orden車 a sus jugadores que se replegaran y el Rayo pas車 a dominar el partido, primero de forma asombrosa y luego de manera ruborizante. Y todav赤a fue peor. En el minuto 26, el entrenador portugu谷s retir車 a Morata y dio entrada a Albiol.
Semejante falta de sensibilidad hacia el joven canterano, impecable en sus minutos, no tiene justificaci車n t芍ctica. Si el Madrid no est芍 en condiciones de pelear un partido al Rayo con un jugador menos es que algo falla. La diferencia de millones deber赤a compensar la diferencia de efectivos. Al menos, hasta el descanso, hasta un punto en que la sustituci車n no fuera humillante.
Nada mejor車, por cierto. El Rayo sigui車 dominando y nos demostr車 c車mo ha cambiado el Bernab谷u de un tiempo a esta parte. Seg迆n se aprecia, gran parte del p迆blico comparte los postulados del entrenador: el resultado lo justifica todo, hasta entregar la pelota al Rayo (63% de posesi車n), hasta matar el partido. Para los vallecanos, sin embargo, debi車 ser un grand赤simo honor; el Madrid los trataba como si fueran el Bayern.
Despu谷s de minutos y minutos de juego excesivamente ret車rico, Trashorras dispuso de una magn赤fica oportunidad para reducir distancias en el final de la primera parte, pero chut車 alto, aplastado por al responsabilidad. Pensamos entonces que el Rayo necesitar赤a diez ocasiones para transformar una y nos quedamos considerablemente cortos.
En la segunda parte pocas cosas fueron m芍s relevantes que el tic-tac del reloj. El Rayo acumul車 acercamientos que en lugar de animar su juego, alimentaron su frustraci車n. Coentrao hizo el penalti que el Rayo hubiera necesitado para marcar, pero el 芍rbitro vengador lo pas車 por alto. Cuando el bal車n no volaba con demasiada fuerza era el delantero quien lo atacaba sin suficiente energ赤a. En el colmo de las desgracias, el tiro mejor orientado se estrell車 contra Leo, perdido entre los defensas. La facilidad de hacer gol en el Bernabe迆 es un infalible medidor de la categor赤a de los jugadores y de la talla de los equipos.
El resto del tiempo transcurri車 reclamando tarjetas al 芍rbitro, como si la victoria no estuviera en la porter赤a contraria, sino en la siguiente expulsi車n. As赤 acab車 el partido. Sin un 芍pice de gloria. Sin Morata, sin bal車n y sin apenas f迆tbol. Con tres puntos, eso s赤. Tres tristes puntos.