REAL MADRID 1 - BARCELONA 1
Varane da vida al Madrid
El central franc¨¦s, impecable, empat¨® un partido en manos del Barcelona que se adelant¨® con un gol de Cesc en el segundo tiempo. El Madrid hizo da?o a la contra.Sevilla - Legan¨¦s: Copa del Rey
El Madrid sali¨® vivo del Cl¨¢sico y el Barcelona se march¨® con la sensaci¨®n de oportunidad perdida, tantas fueron las ocasiones que tuvo para sentenciar el pase a la final, oportunidades de la que pesan y se recuerdan chasqueando mil veces la lengua. El gol de Cesc tiene el valor de una bala de plata, pero el de Varane sirve para reconstruir la autoestima de un equipo que gozar¨¢ de los espacios infinitos del Camp Nou. Si algo qued¨® demostrado es que no hay factor campo, ni posibilidad alguna de que este duelo no sea maravilloso, formidable y apasionante.
Podr¨ªamos afirmar que el partido repiti¨® la emoci¨®n de tantos Cl¨¢sicos, pero no ser¨ªa del todo cierto. Adem¨¢s, descubri¨® una estrella: Raphael Varane. Despu¨¦s de barrer las calles de la ciudad, el exquisito central franc¨¦s de 19 a?os se puso el traje de superh¨¦roe y empat¨® un partido que estaba en manos del Bar?a. En plena angustia madridista y con el rival encadenando oportunidades, Varane apareci¨® en la frontal del ¨¢rea contraria para cabecear un pase de ?zil, pero no de modo accidental o arrebatado, sino con una perfecta combinaci¨®n de t¨¦cnica y fuerza, poderoso y picadito, imparable en definitiva. No lo necesitaba porque ya se hab¨ªa ganado el cielo. Sin embargo, quiso ir m¨¢s all¨¢, arriesgar, multiplicar la haza?a, salir a hombros, destaparse para siempre. Ya no habr¨¢ quien lo siente sin sentirse culpable. Cuantas veces oiremos a partir de ahora esa historia de Sevilla y las sillas que desaparecen.
Todo result¨® excepcional porque cada pedazo escond¨ªa un tesoro. El milagro de la primera parte es que terminara con empate a cero. Xavi estrell¨® un bal¨®n al larguero y luego vio c¨®mo el susodicho Varane le sacaba un tiro bajo palos. El Madrid se aproxim¨® hasta tres veces con verdadero peligro, en cada caso a medio metro del gol. En dos de esas oportunidades, se aprovech¨® de robos a Xavi Hern¨¢ndez, extra?amente mortal y ligeramente lento. Tal y como estaba previsto, el Bar?a jugaba sobre el filo de la navaja, como si el rival fuera otro cualquiera y su presi¨®n una m¨¢s.
La realidad era (es) otra bien distinta: no hay toro como el Madrid. Y se comprob¨® muy pronto. A los ocho minutos, Puyol perdi¨® por empe?arse en jugar all¨ª donde desaconsejan los manuales y se infartan los entrenadores. El Bernab¨¦u lo celebr¨® con una algarab¨ªa, pues en ese trance se sabe superior.
Lo asombroso es que al Barcelona no le importan los sustos, o ser¨¢ que le fascinan las pel¨ªculas de terror. Hasta en las situaciones m¨¢s comprometidas, le domina ese empe?o por comerse las gambas con cuchillo y tenedor, esa obsesi¨®n por hablar en verso, por no guarecerse cuando jarrea. En cierto modo es una forma de dandismo. Asumir que est¨¢n haciendo algo incomparable y creer que todo lo podr¨ªa arruinar un patad¨®n. La sensaci¨®n, llegado el Cl¨¢sico, es que el Bar?a lo pasa peor de lo que podr¨ªa. En su af¨¢n por convertir su juego en una de las bellas artes, hace del f¨²tbol un deporte de riesgo que deber¨ªa patrocinar Red Bull.
El Barcelona tard¨® diez minutos en que el Madrid le soltara las solapas. Acicalado de nuevo se cepill¨® el frac y comenz¨® a tocar el bal¨®n como le gusta, como si la pelota fuera un beb¨¦ al que hay que dar palmaditas para que libere los gases. Es dif¨ªcil calcular las secuelas en quien persigue el bal¨®n y chupa el escaparate de la pasteler¨ªa, pero tiene que haberlas, y deben estar calculadas por el Barcelona para arriesgarse tanto. Sin embargo, el control del Barcelona, en esos largos minutos, apenas le aproximaba al gol. Es curioso. Mientras el Madrid ha perfeccionado el contragolpe hasta el extremo, el Barcelona tiende a despreciarlo. Lo suyo, de hecho, es el anticontraataque. La idea es no enviar embajadores, sino desplazar al pueblo entero, colonizar al equipo contrario. Esa es la raz¨®n por la que, en bastantes ocasiones, Messi debe esperar refuerzos comi¨¦ndose un helado en la frontal del ¨¢rea. Sucedi¨® varias veces en la primera mitad.
No hubo reproches a los porteros en esa primera toma de contacto, y tampoco en los siguientes. Casi no hab¨ªa transcurrido un minuto cuando Pinto ya hab¨ªa repelido un dur¨ªsimo disparo de falta de Cristiano, uno de esos cometas que vuelan haciendo eses. De inicio, Diego L¨®pez gast¨® m¨¢s vidas que guantes. El larguero le salv¨® del gol tras tiro de Xavi y Varane acudi¨® a su rescate para enmendar bajo palos el estropicio de Carvalho. Varane nos demostr¨® despu¨¦s, y a lo largo del partido, que en esa acci¨®n no tuvo una pizca de suerte. Insisto: cuesta recordar un mejor central en un Cl¨¢sico, uno m¨¢s r¨¢pido, m¨¢s sereno, m¨¢s inteligente en la colocaci¨®n, superviviente ante tantos peligros. Quiz¨¢ s¨®lo se le acerque Piqu¨¦, ayer mismo. De no ser por Varane, y de no existir Piqu¨¦, el resultado habr¨ªa incluido m¨¢s goles y los delanteros hubieran terminado mucho m¨¢s felices.
Entretanto, Messi y Cristiano libraban una batalla pareja, pero escasamente brillante. Y no empez¨® as¨ª la historia. La salida del portugu¨¦s fue ol¨ªmpica: rond¨® el gol, forz¨® la amarilla de Piqu¨¦ y sembr¨® una plantaci¨®n de p¨¢nico. El desarrollo del partido no le ayud¨® en nada, porque el Bar?a se asent¨® y los espacios se fueron borrando. Pese a todo, pudo marcar en el 60¡¯, solo en el segundo palo y confundido por un error de los centrales, tambi¨¦n burlado por un bal¨®n que volaba rasante. El camino de Messi fue el inverso, aunque id¨¦ntico el resultado. Su participaci¨®n fue de menos a m¨¢s y su cuchillo vivi¨® junto al cuello del Madrid en la segunda parte, aunque nunca lleg¨® a recortarle la barba. Se obcec¨® en regates improbables y, ya enredado, se mir¨® demasiadas veces en el espejo.
El Cl¨¢sico no se vio afectado, sin embargo. Este duelo es demasiado grande, demasiado rico y demasiado intenso como para depender de dos jugadores, aunque sean los mejores del mundo. Ellos volver¨¢n y el Cl¨¢sico seguir¨¢ siendo lo mismo: el mayor espect¨¢culo del mundo y el m¨¢s incierto de cuantos existen.