Espa?a, la campeona impecable

Espa?a, campeona de Europa. Suena raro, pero es as¨ª. Por una vez, un torneo de m¨¢ximo nivel premi¨® a la selecci¨®n que mejor f¨²tbol hizo durante tres semanas. Se habl¨® de Holanda y despu¨¦s de Rusia, se incidi¨® en la maldici¨®n de los cuartos de final, se objet¨® la competitividad de Italia y, ya al final, la eterna suerte de Alemania. Nada de eso. Ni hablar. Un gol de Fernando Torres en el viejo Prater de Viena en el minuto 33 de la primera parte dio a Espa?a su segunda Eurocopa. Al fin, una bella historia que contar a los nietos.

Deb¨ªan ser los nervios. O la responsabilidad, qui¨¦n sabe. Quiz¨¢ fue el saberse, aun a tantos kil¨®metros de distancia, representantes de un pa¨ªs paralizado, de una Espa?a entera pendiente de unas im¨¢genes, de unas pantallas, de un televisor. El caso es que la Selecci¨®n no se pareci¨® en el arranque a nada de lo que ven¨ªamos viendo en las ¨²ltimas tres semanas. Por primera vez, Casillas rif¨® balones, por primera vez no se busc¨® el centro del campo, por primera vez ve¨ªamos balones volando por encima de las cabezas de nuestros peque?itos.

Fueron diez minutos, pero parecieron diez siglos. Tan raros nos ve¨ªamos que hasta Alemania nos parec¨ªa un equipo. Resuelta la pantomima de si Ballack iba o no a estar (?alguien se crey¨® que no iba a jugar?), la eterna Germania se sinti¨® due?a del partido. Fueron minutos de sudor fr¨ªo, con Lahm, Ballack y Hitzlsperger apurando a Casillas, a le defensa roja y a Espa?a entera.

Papeles cambiados, s¨ª, pero por poco tiempo. El suficiente hasta recomponerse, hasta recuperar viejos h¨¢bitos, hasta saberse, como siempre, due?os del f¨²tbol y del bal¨®n. La batuta, otra vez, la tom¨® Xavi, secundado por Cesc y por Iniesta. Los tres jugones para encontrar la tecla. Combinando hasta la extenuaci¨®n, Alemania empez¨® a correr detr¨¢s de Espa?a y encontr¨® ah¨ª su perdici¨®n, justo donde empezaba la bendici¨®n de Espa?a. Toque y pausa en espera de la jugada, en busca del pase bueno, de la carrera de Torres, del momento de gloria, del grito en el cielo.

Un alarido de gol y fiesta que se intuy¨® con un remate de Torres al palo, de cabeza, imponi¨¦ndose a los tallos del Norte, cuando ya Espa?a se impon¨ªa a su rival de cabo a rabo. Minutos intensos, con el uy siempre a punto hasta que Cesc pide el bal¨®n entre l¨ªneas, hipnotiza a todo lo blanco que por ah¨ª pasa y la pone larga para Torres, como a ¨¦l le gustan, con especio para su velocidad. Por el medio Lahm, desastroso en la cobertura, y por encima, muy por encima, el Ni?o, lo suficientemente listo, lo suficientemente bueno para humillar a Lehman y firmar el gol de la Eurocopa, el 1-0 de la final, el tanto que siempre marcan los grandes.

Demasiado bonito para ser verdad y demasiado tiempo por delante. Peso era antes, cuando Espa?a se sum¨ªa siempre en las maldiciones y en la mala suerte, en el gol de rebote que siempre la hund¨ªa. Historias viejas y ya rancias. Lejos de contemporizar, el equipo de Luis mantuvo su ley y su juego, algo terrible para Alemania, impotente, y para Ballack, la estrella desquiciada y perdedora.

El buen camino

Fue por ah¨ª por donde Espa?a encontr¨® el definitivo camino de la victoria. Tuvo a¨²n que sufrir en la segunda parte, en otros diez minutos de miedo con la apisonadora alemana buscando el milagro eterno que habitualmente salvaba los muebles de su desastroso juego. Pero no hubo caso. Espa?a no pod¨ªa perder, era imposible y, sobre todo, era mejor.

La ¨²ltima media hora result¨® un recital espa?ol. Torres, Xavi, Iniesta, Ramos? Oportunidades fastuosas que no encontraron la red por mucho que lo merecieran. Pero estaba el esp¨ªritu del juego de Espa?a. En un ¨²ltimo detalle de grandeza, Luis quit¨® a Torres y, lejos de cualquier amago conservador, situ¨® a G¨¹iza en punta. Y Espa?a sigui¨® igual, dominando a su rival, arrincon¨¢ndolo en su ¨¢rea a base de buen f¨²tbol. El buen f¨²tbol del campe¨®n de Europa. S¨ª, el buen f¨²tbol de Espa?a.