El final lleg車 en Highbury
De nada vali車 el ag車nico esfuerzo del Madrid. Ra迆l dispar車 al palo. L車pez Caro movi車 el banquillo demasiado tarde. El Arsenal, a cuartos

La sensaci車n es extra?a, y me niego a decir agridulce, porque lo que conforta y desgarra no sabe en absoluto a rollito primavera. Sabe a rayos, a beso que no vuelve o no se dio, al leng邦etazo que lame el palo por querer apurar el bomb車n helado. Sabe a consuelo, a eso sabe. Conforta el esfuerzo general y, especialmente, la dignidad de los 迆ltimos y desesperados arreones, tanta que hasta los esc谷pticos y los renegados subieron al remate final junto a Casillas. All赤, en el 芍rea de Arsenal, en ese 迆ltimo instante, se concentr車 el Madrid y el madridismo en pleno, incondicionales, cr赤ticos y reservistas, todos unidos, tal vez por primera vez esta temporada.
Por lo dem芍s, resulta imposible reprochar nada a quien termin車 doblado por el esfuerzo, a quien no puede explicarse porque los jadeos se lo impiden. Caer as赤 es la 迆nica forma aceptable de caer. S車lo est芍 permitido morir desmelenado, af車nico, con las medias en los tobillos, ara?ado, roto, tan empapado por el sudor que no se puedan distinguir las l芍grimas. En momentos como el de anoche, en naufragios as赤, no se puede acabar tocando el viol赤n ni con el nudo de la corbata en su sitio, se?or L車pez Caro.
No pretendo responsabilizar al entrenador de la eliminaci車n en Champions, pues 谷l no ha sido m芍s que el 迆nico sargento disponible para dirigir a un batall車n condenado por los repetidos errores de sus generales. Sin embargo, siendo eso indiscutible, cuando anoche sonaron las cornetas se ech車 en falta alguna heroicidad por su parte, alg迆n gesto que correspondiera al ag車nico intento de sus jugadores. No hubo nada. Claudic車 cumpliendo el protocolo, entregando cort谷smente el sable, sin entender que nadie se lo agradecer芍 ya, sin comprender que ser芍 el primero en irse a pique; con el nudo de la corbata intacto.
L車pez Caro, que sorprendi車 alineando juntos a Ronaldo y Ra迆l (m芍s un apa?o que una estrategia), hizo los cambios con demasiado retraso, angustiosamente tarde, cuando ya nada pod赤a reactivarse. Cassano debi車 entrar antes y, sobre todo, debi車 hacerlo Robinho, pues eran sus regates la pistola que faltaba por dispararse, el pu?al en el calcet赤n, el 迆ltimo recurso. Es en momentos as赤 cuando se necesita a un entrenador, quiz芍 s車lo sea en momentos as赤. Porque el partido hac赤a mucho tiempo que repet赤a los mismos acordes: el Madrid sin otra soluci車n que bombear balones; el Arsenal rozando el pecho de su enemigo con la punta del florete. Y adem芍s de que nunca ha sabido el Madrid jugar a eso, esa apuesta s車lo debe jugarse en los 迆ltimos cinco minutos, jam芍s cuando todav赤a queda un mundo.
El 迆ltimo tren. Lo m芍s cerca que estuvo el Madrid de la clasificaci車n, al menos de empatar la eliminatoria, fue cuando Ra迆l dispar車 al poste. Faltaba media hora para el final del encuentro. El intento tuvo m谷rito, porque el capit芍n encontr車 un resquicio casi invisible y se atrevi車 a golpear con la pierna derecha, que es la menos suya de las dos. El rebote, extra?o porque los tiros con las piernas menos fieles adquieren efectos m芍gicos, volvi車 a caer en su bota. Pero otra vez en su bota derecha. Repaso la jugada y veo la porter赤a deliciosamente vac赤a. Ra迆l tambi谷n debi車 verlo claro, pero su pierna... El disparo estuvo bien dirigido, pero sali車 sin excesiva fuerza, sin la suficiente, medio mordido. Lehmann, que estaba fuera de plano, se reincorpor車 a la pel赤cula para desviar la pelota con los puntitos de goma que rematan los dedos de su guante.
Eso, y un estupendo pase a Ronaldo, fue, seg迆n se mire, lo m芍s sobresaliente o lo 迆nico que hizo Ra迆l. Como le ocurri車 al resto de estrellas del equipo, el partido le dej車, adem芍s de la dignidad intacta, una flecha en la espalda. Hace mucho tiempo que no es el Ra迆l de antes. Y por esa herida de la nostalgia se desangran tambi谷n Ronaldo y Zidane, que ya no pueden cuando quieren.
Ronaldo prob車 de todas las maneras posibles, eso no se le niega. Pero sucumbi車 de forma clamorosa, en algunos casos hasta ruborizante, porque tropez車 hasta consigo mismo. Era su partido, la oportunidad que se le ofrec赤a para reivindicarse. Y fall車, tanto que todo le se?ala. Su ocasi車n m芍s clara, a los tres minutos, se pareci車 demasiado al gol de Cassano al Atl谷tico como para no hacer comparaciones. En lugar de cruzar, Ronaldo cabece車 con intenci車n y picadito al palo del portero, pero demasiado flojo. A迆n as赤, Lehmann sufri車 para sofocar el fuego.
Esa jugada en concreto fue el momento culminante de la magn赤fica salida del Madrid al c谷sped de Highbury. En esos primeros minutos que siempre se suponen de tanteo, el equipo se desenvolvi車 con la soltura de los que se sienten superiores y han venido a demostrarlo. La pelota circulaba con rapidez, los rivales parec赤an membrillos, y en ello ten赤a mucho que ver Zidane, soberbio mientras le dur車 la gasolina. Pero le dur車 tan poco... En ese primer tramo el Arsenal estuvo a punto de morirse de miedo porque estuvo a punto de reconocer su inferioridad, la afortunada inspiraci車n de la ida. Ra迆l estuvo muy cerca de desviar a gol un tiro de Gravesen, Ronaldo vio c車mo Toure le arrebataba el bal車n justo cuando iba a fusilar... reclam車 penalti, pero si sufri車 alguna falta, fue de velocidad.
Creo recordar que el ba?o dur車 15 minutos. Luego el Arsenal sali車 de su trinchera y volvi車 a confiarse a Henry, que dirige cualquier operaci車n desde sus cuarteles en la delantera. Es verdad que juega con una suficiencia insultante y es muy cierto que en ciertas oportunidades parece negarse a marcar los goles excesivamente f芍ciles, pero es sencillamente maravilloso. Si el poder de generar miedo pas車 del Madrid a Henry, Cesc se encarg車 de trasportar los camiones del p芍nico.
Voltereta. Que el partido hab赤a cambiado de manos lo confirm車 Reyes cuando estrell車 la pelota en el larguero. El encuentro hab赤a entrado en un t迆nel en el que cada robo de bal車n era el principio de un drama. Y hubo cientos, robos y dramas. En este sentido, Gravesen fue, como siempre, el m芍s generoso, aunque no se quedaron a la zaga otros como Sergio Ramos; ayer recordamos que nunca se hab赤a enfrentado a un reto tan descomunal.
Estoy por asegurar que nunca hubo estrategias, s車lo emoci車n, intercambio de pu?etazos que no alcanzaron ni el ment車n ni el h赤gado, pero que silbaban cuando pasaban cerca. Cedi車 algo de terreno el Arsenal en la segunda mitad, aunque fue por voluntad propia. Es un equipo joven, y aunque inexperto, puede permitirse el lujo de sprintar hasta el 迆ltimo segundo. El Madrid sigui車 chocando contra lo imposible, porque nada pod赤an hacer Ra迆l y Ronaldo con esos balones que ven赤an del cielo de Londres ni con esos defensas que vienen del suelo de ?frica.
Cassano intervino con acierto en los pocos balones que le dio tiempo a tocar. Baptista se impuso en varios saltos y hasta chut車 con peligro y entre los palos; detuvo Lehmann. El gremio de porteros s車lo hace regalos a la Juventus. Robinho no tuvo tiempo a nada. Lo mejor del Madrid est芍 en el banquillo. Lo dijo alguien al comprobar qui谷n lo ocupaba. Y durante todo el partido dio la impresi車n de ser verdad.
No, no es una derrota m芍s. Era la 迆ltima gran noche europea del viejo Highbury o la 迆ltima de las viejas estrellas del Real Madrid. Y gan車 el estadio. Seg迆n pasa el tiempo la dignidad se evapora y s車lo queda el leng邦etazo en la palo. Muy agrio, nada dulce.