"Fowler tuvo que devolver un Ferrari"
Michael Robinson sigue desgranando la particular idiosincrasia del Liverpool. As¨ª, recuerda como el club de Anfield oblig¨® a Fowler a devolver a un Ferrari por entender que "era una provocaci¨®n y una falta de respeto a la gente". Tambi¨¦n opina sobre algunos nombre hist¨®ricos. You'll never walk alone (II)

?C¨®mo cree que est¨¢n viviendo los espa?oles el Liverpool?
M¨¢s all¨¢ de ganar o perder est¨¢n viviendo algo que jam¨¢s habr¨ªan imaginado: estar¨¢n reafirmando su fe en ser futbolistas. Es tal el respeto y la admiraci¨®n que te llega desde la calle que te hacen sentir un ladr¨®n si no la devuelves. Un futbolista ejerce su tarea en un club o en otro; sentir los colores es otra cosa.
?Qui¨¦n cree que siente los colores en Espa?a?
Ra¨²l, Puyol, Albelda, Tamudo... ?Y todos los del C¨¢diz!
?Ah, el C¨¢diz! S¨®lo a usted se le ocurre invertir en un club.
?Y ah¨ª lo tiene, camino de Primera, ja, ja!
?Cu¨¢ndo uno se pone la camiseta del equipo de su vida, le pesa m¨¢s que a quien es s¨®lo un profesional?
Pesa much¨ªsimo y te das cuenta a medida que te la vas poniendo. Yo no pude llevar el 9, que era de Rush, y como me dieron el diez, que son dos n¨²meros, pensaba que me pesaba mucho por eso, porque cargaba con el 1 y con el 0. ?Ja, ja! Pero no, yo sab¨ªa que era el peso del honor que supon¨ªa jugar en el gran Liverpool. Pero tambi¨¦n es verdad que no es f¨¢cil defender los colores del equipo que has amado toda tu vida. Cuando decid¨ª irme, el m¨ªster (Joe Fagan) me propuso firmar un nuevo contrato por tres a?os y le dije que no: no pod¨ªa ser un estorbo ni acabar odiando el Liverpool. El 24 de diciembre de 1984 me fui, antes de un partido con el Leicester. Cog¨ª mis cosas y me fui con mi mujer a casa antes de que se abrieran las puertas del estadio y empezara a entrar la gente: ?llor¨¦ como un ni?o! Con el tiempo, ella me confes¨® que le rompi¨® el coraz¨®n verme en aquel estado. Ella sab¨ªa que mi infinito amor al Liverpool me empujaba hacia fuera. Me fui el Queens Park y de ah¨ª, a Osasuna. Con el QPR fui muy injusto, por cierto. Me pasaba el d¨ªa comparando sus cosas con las del Liverpool y todo me parec¨ªa poco.
?Qu¨¦ especialmente?
El f¨²tbol por televisi¨®n, junto a los compa?eros, por ejemplo. En el Liverpool los comentarios eran ?qu¨¦ bueno es ese!, ?qu¨¦ bien juega aqu¨¦l!, ?qu¨¦ gran equipo son esos! Y eran los que dominaban Europa... El mensaje era claro: s¨®lo si jugamos al cien por cien podemos ganar. En cambio, en el QPR, s¨®lo se o¨ªa ?qu¨¦ malo ese t¨ªo!, ?qu¨¦ fatal juegan esos! Todo en negativo. Era una cuesti¨®n de valores y los del Liverpool eran superiores.
?Dir¨ªa pues que Michael Owen es un tipo especial puesto que creci¨® con esos valores?
S¨ª. Como lo es McManaman. En el comportamiento de ambos se percibe su procedencia. Owen estuvo mucho tiempo sin jugar y no se le oy¨® una mala palabra. Recuerdo cuando me ficharon a m¨ª: Sir John Smith, el presidente, me pregunt¨® cu¨¢nto dinero quer¨ªa ganar y se me ocurri¨® decirle que estaba equivocado, que si le parec¨ªan bien cien libras a la semana como cuota que yo pagar¨ªa por jugar en el Liverpool. Se ech¨® a re¨ªr y me dijo: "Nosotros no fichamos futbolistas, Michael, fichamos personas que juegan al f¨²tbol". ?Qu¨¦ respuesta, eh!
McManaman y Owen son de esas personas...
Claro. McManaman era un hombre que hac¨ªa slaloms por Anfield y driblaba a todo el mundo, pero lleg¨® al Madrid y cuando el lateral sub¨ªa la banda, ¨¦l se quedaba a taparla por propia voluntad. Mc Manaman colabor¨® como el que m¨¢s en la conquista de la Octava Copa de Europa del Madrid. Y, bueno, para que sepan qu¨¦ clase de persona es les contar¨¦ que un d¨ªa qued¨¦ con ¨¦l en Anfield para hacerle un reportaje para Canal+, cuando se ven¨ªa al Madrid. El d¨ªa antes de la cita nos cruzamos y le pregunt¨¦: "?Qu¨¦ tal? ?Todo bien para ma?ana?" ?l me contest¨®: "Tengo un problema y es que acaba de morir mi madre. Pero ma?ana estar¨¦ aqu¨ª, a la hora convenida". Su educaci¨®n, su humildad, su entereza son dignas de un gran ser humano. Me gan¨® tanto que me costaba comentar un partido del Madrid con ¨¦l en el campo: ?llegu¨¦ a enamorarme de Steve McManaman!
Una de las viejas historias del Liverpool es la de sus aprendices. Los aspirantes que ejercen de sirvientes de los jugadores del primer equipo. ?Qu¨¦ experiencias vivi¨® usted con ellos?
Muchas y todas magn¨ªficas. Ellos se dedicaban entre otras cosas a cuidar de nuestras botas y recuerdo un d¨ªa, tras hacerle un hat trick al West Ham, le dije a mi aprendiz, Paul Jewells, el entrenador que acaba de ascender por primera vez en su historia al Wigam a la Premiere, "cuida bien de ellas". Les prest¨® tanta atenci¨®n que jam¨¢s volv¨ª a verlas: ?las vendi¨® a un hincha que se las pag¨® como si fueran un gran trofeo! Dalglish perdi¨® montones de botas, desde luego... El aprendiz era un chaval que jugaba en tu misma demarcaci¨®n y que el club te encomendaba para que aprendiera de ti y te sirviera: tanto que cuando las botas eran nuevas, se las pon¨ªan primero ellos para darles forma; ?las ampollas se formaban en los pies del aprendiz y no en los del profesional! A uno, a Ablett, que fue central del Everton, le castigu¨¦ un d¨ªa a cortar el c¨¦sped del ¨¢rea peque?a.
Recuerdo haberle o¨ªdo que fue por unas horas el jugador mejor pagado del Liverpool.
En efecto. Cuando firm¨¦ me convert¨ª en el mejor pagado, cosa que solucion¨® el presidente subi¨¦ndole el sueldo a los dem¨¢s. ?El m¨¢s popular del vestuario fui en ese momento!
Souness, Dalglish, Rush, Kennedy, Nichol, Grobelaar, ?c¨®mo eran?
Qu¨¦dese con ¨¦sta: yo firm¨¦ y nos fuimos a jugar a Casablanca (Marruecos). Souness, que era el capit¨¢n, me recibi¨® dici¨¦ndome en nombre de todos que estaban encantados de tenerme como compa?ero y una frase que no olvidar¨¦: "El a?o que viene, por lo menos encajaremos cuatro goles menos". Y se puso a presentarme: "Este es Kenny (Dalglish), ¨¦ste Sammy (Lee)... ?como si yo no los conociera!
?No hubo un momento complicadillo?
Con Fowler hubo un momento de gran tensi¨®n: se compr¨® un Ferrari amarillo y el club le oblig¨® a devolverlo. Le dijeron que era una provocaci¨®n y una falta de respeto a la gente, un jugador del Liverpool no pod¨ªa andar por ah¨ª con un Ferrari. Pero Fowler es un crack, ?eh? Pocos futbolistas meten un gol y se levantan la camiseta para dedic¨¢rselo a los estibadores. Acabas entendiendo que dependes de la gente, que nosotros ganamos el dinero f¨¢cilmente y ellos merecen nuestro respeto y atenci¨®n.
Una cosa es cierta: Anfield, el Liverpool vamos, impresiona. La primera vez que llegas all¨ª notas algo en el est¨®mago.
Por si le vale le cuento que a los quince minutos del Liverpool-Chelsea dijo Carlos Mart¨ªnez en su transmisi¨®n que despu¨¦s de 15 a?os pateando Europa, nunca hab¨ªa visto algo parecido. Cuando acab¨® la transmisi¨®n se puso a aplaudir con los ojos h¨²medos y me dijo que yo lloraba. Estaba emocionado. Mucha gente me ha comentado el grito que di cuando el ¨¢rbitro pit¨® el final.
?Cu¨¢l es el club m¨¢s pr¨®ximo al Liverpool que conoce?
El Athletic. Me hubiera encantado jugar all¨ª. Siento por ellos una sana envidia porque tienen algo, representan algo... Y lo que representas es el 16 por ciento del IVA, el factor a?adido.
?Qui¨¦n ha sido el jugador del Liverpool qu¨ªmicamente puro?
Steve Nichol y Bruce Grobelaar.
?Qu¨¦ ten¨ªan de particular?
La forma de vivir y de comportarse; ese Nichol viv¨ªa a base de coca-cola y patatas fritas, era tremendo. Un d¨ªa est¨¢bamos de gira, visitando los fiordos de Noruega, y paramos en un pueblecito. Vio una tienda de comestibles abierta y se fue a por su alimento que en el barco era m¨¢s caro y no era precisamente un manirroto. Entramos Souness y yo tras ¨¦l y vimos que hab¨ªa una b¨¢scula. Nos pesamos y ¨¦l se anim¨® a hacerlo. ?Pero se pes¨® con unas latas de coca cola en una mano y no se cu¨¢ntos paquetes de patatas en la otra, sin darse cuenta! Grit¨® como un loco: "?He engordado seis libras!"¡¤ Souness y yo no le dijimos nada, el barco parti¨® y cuando est¨¢bamos apoyados en una barandilla de cubierta, o¨ªmos unos golpes arriba: era Nichol que corr¨ªa de punta a punta del barco haciendo footing. De vuelta a Anfield se fue a por la b¨¢scula, se pes¨® y volvi¨® a gritar "?He perdido diez libras!". Y lo celebr¨® con sus patatas y su coca-cola.
?Y Grobelaar?
El portero m¨¢s brillante que conoc¨ª. Y eso que jam¨¢s entrenaba de portero, sino que jugaba el partidillo con nosotros. Un fuera de serie.
?Y el mejor?
Graham Souness.
?M¨¢s que Dalglish?
Dalglish era talento puro; Souness era talento puro m¨¢s liderazgo. Y hombr¨ªa. Cuando lo vendieron a la Sampdoria perdimos cinco jugadores de golpe.
?Y el entrenador?
Fagan.
?M¨¢s que Bob Paisley?
Si, quienes los conocimos sabemos que mucho de Paisley fue Fagan, su n¨²mero 2. Cuando fue n¨²mero 1 nos dimos cuenta de su influencia en Bob y de su sabidur¨ªa. ?Ah, Fagan! Un t¨¦cnico que era incapaz de acordarse del nombre de los rivales. Tanto en Inglaterra como en la Copa de Europa. La que organiz¨® en la final de Roma es inmejorable.
Cu¨¦ntenosla ma?ana, Michael.