VUELTA A ESPA?A | 3? ETAPA
Horner, divino calvo
El estadounidense (41 a?os) es el l¨ªder m¨¢s veterano en la historia de la Vuelta. Valverde y Purito, segundo y tercero, ganaron 6 y 4 segundos de bonificaci¨®n.
Los calvos prematuros tienen la ventaja de que s¨®lo envejecen una vez: el a?o de la ca¨ªda. Despu¨¦s permanecen inalterables en el tiempo, mientras sus peludos coet¨¢neos se deterioran poco a poco y se atormentan cuando encuentran un cabello (suyo) en la almohada. Chris Horner ya era calvo a los 25 y eso le permite competir a los 41 con un aspecto formidable. No s¨®lo eso, ayer venci¨® en Lobeira con la elegancia y la potencia de un ciclista en plenitud. Despu¨¦s, en el podio, como ganador y nuevo l¨ªder, Horner luci¨® una calva arrebatadora y juvenil. Se confirma que las victorias embellecen.
La jornada fue especial por muchas razones, entre otras, la ubicaci¨®n de la mirada del cronista. Vivir una etapa desde un coche de la organizaci¨®n ofrece una perspectiva ¨²nica de la carrera. Para empezar se advierte la existencia de la carrera que precede a la carrera, en la que participan todo tipo de aparatos motorizados, incluyan helic¨®pteros. La disputa es tan enloquecida que el veh¨ªculo que adelanta siempre parece conducido por Ben-Hur. Aunque nunca falta competencia (re?id¨ªsima), la etapa la gana inexorablemente el imponente equipo de la Guardia Civil, maillot verde con franjas reflectantes.
El at¨®nito pasajero saborea todos los tipos adrenalina. Primero se emociona por el espect¨¢culo, luego teme por su vida y por fin se conmueve al fijarse en el rebosante p¨²blico. Es entonces cuando nos asaltan varias tentaciones. La primera es imaginar que esa gente nos jalea por alg¨²n motivo (quieren gorras) y la segunda es asomar el tronco por el techo retr¨¢ctil y saludar a la multitud como la reina madre. En ambas tentaciones se cae. Gozosamente, dir¨ªa.
Vivir una etapa desde una isleta o rotonda es un placer que se convierte en exclusivo si se encuentra al final de un puente estrecho azotado por el viento. En semejante lugar nos api?¨¢bamos un centenar de observadores cuando el pelot¨®n cruz¨® el puente que conduce a la Isla de Arosa. La sorpresa lleg¨® al comprobar que los ciclistas, en formaci¨®n de abanico, no s¨®lo se aproximaban por el carril de ida (l¨®gico), sino tambi¨¦n por el de vuelta (inquietante). S¨®lo dir¨¦ que vi a un coche dar marcha atr¨¢s como si retrocediera en el tiempo y a Gilbert cruzar la isleta esquivando ba?istas, se?oras con mo?o y a un servidor de ustedes. Los angelotes de Murillo tambi¨¦n corren la Vuelta.
En la ascensi¨®n a Lobeira no cesaron los acontecimientos extraordinarios. En las primeras estribaciones asom¨® un caballo blanco pintado con los colores de Espa?a. Al poco, atac¨® el italiano Santaromita. Lo hizo con tanta decisi¨®n que a los cinco minutos, y gracias a Juan Mari, el speaker de Unipublic, ya conoc¨ªamos su palmar¨¦s, c¨®mo se llamaba su primera novia y por qu¨¦ rompieron.
No hab¨ªamos terminado de asimilar la ruptura cuando Horner le rebas¨® para mayor gloria de los cuarentones del mundo. Fue un ¨¦xito extraordinario, que no s¨®lo le viste de rojo; tambi¨¦n le concede el fabuloso sobrenombre que el ciclismo regala a los alop¨¦cicos triunfadores: divino calvo.