Ciclismo | Tour de Francia 2011 | 19? etapa
Una bella derrota
Heroico ataque de Alberto Contador, aunque sin premio
El final fue cruel. Terriblemente. Alberto Contador pas¨® de merecer el cielo a merecer la etapa y ni siquiera ese premio se llev¨®. Despu¨¦s de atacar a 92 kil¨®metros de la meta y de poner en jaque la carrera, despu¨¦s de repetir ataque en Alpe d'Huez y ser cazado a dos kil¨®metros de la llegada, Contador fue llamado al podio para recibir el premio de la combatividad. Casi una broma macabra. Algo as¨ª como nombrar empleado del mes al general Patton o m¨ªster fotogenia al Ch¨¦ Guevara. Qu¨¦ hacer en tal caso: sonre¨ªr a la audiencia y regalar el ramo de flores a una azafata de dulces ojos o, mejor a¨²n, a Johnny Hoogerland.
Una vez m¨¢s en este Tour, las piernas de Contador no estuvieron a la altura de las circunstancias, a la altura de su orgullo, de su talento y su coraz¨®n. De nuevo le acompa?¨® el coraje, pero le flaquearon las fuerzas. No tuvo energ¨ªas bastantes, pero tampoco suerte suficiente. Otra vez le sobraron un par de kil¨®metros, no m¨¢s, un ligero achatamiento de la cumbre, un poco de erosi¨®n milenaria. Le ocurri¨® en Luz Ardiden, en el Galibier y le sucedi¨® ayer en Alpe d'Huez. La diferencia es que cuando ya no importaba perder minutos, perdi¨® la etapa, la m¨¢s preciada.
Hablo de suerte porque no existe haza?a completa sin fortuna. Mejor le hubiera ido a esa aventura sin Andy Schleck de paquete. Mejor hubiera sido contar con su colaboraci¨®n en el Galibier y mucho mejor habr¨ªa terminado la historia si Samuel no hubiera tirado de Pierre Rolland en los ¨²ltimos kil¨®metros. Lo descorazonador, porque ni el enfado est¨¢ permitido, es que, en cada caso, no hay m¨¢s culpable que el destino. No era el d¨ªa, no es el Tour.
?nica v¨ªctima.
Es incre¨ªble todo lo que tuvo que ocurrir, tanta emoci¨®n, para que apenas sucediera nada, dicho esto con permiso del inesperado Pierre Rolland, ganador en Alpe d'Huez sin cotizaci¨®n en las apuestas. De hecho, la ¨²nica defunci¨®n confirmada fue la de Voeckler, hasta ayer l¨ªder de enorme m¨¦rito, pero ciclista con tendencia a la sobreactuaci¨®n. Ayer, en bastantes ocasiones, pareci¨® empe?ado en chupar c¨¢mara, cargado de tics y vociferante con p¨²blico y compa?eros. As¨ª, jugando a ser James Dean, se trag¨® el Galibier en solitario mientras Evans, por en¨¦sima vez, resucitaba de entre los muertos.
S¨ª, para el australiano queda la ¨²ltima bala. Aunque Andy se visti¨® ayer de amarillo y suya es la alegr¨ªa m¨¢s visible, la carrera se pone a tiro de Evans, que partir¨¢ con s¨®lo 57 segundos de desventaja en la contrarreloj de hoy. Si conquista el Tour lo tendr¨¢ tan merecido como el resto de aspirantes. Su ag¨®nica resistencia tambi¨¦n ha tenido mucho de heroica. Si Evans ratifica sus mejores aptitudes contra el reloj, Andy lamentar¨¢ para siempre su obsesi¨®n con Alberto, al que sigui¨® viendo como el enemigo cuando, como ayer, era aliado.
En resumen: gran Tour, maravilloso aunque pertenezca a otros, aliviado por el maillot de la monta?a que Samuel lucir¨¢ en Par¨ªs, emocionante y, sobre todo, humano. Por lo de ayer no se aflijan: bella derrota, hermosa ca¨ªda, honra sin barcos y la dignidad intacta. Lo que duele no es perder. Lo peor es lo que cuesta masticar el polvo.