Navarro, el competidor voraz disfrazado de artista callejero
Espa?a se llev¨® un bronce de sabor agridulce que explica lo que es este equipo: decepci¨®n por no pelear por el oro pero sexta medalla continental consecutiva. Sin bajar del podio desde aquel punto de inflexi¨®n que fue el Mundial 2006, justo despu¨¦s del chasco de Atenas y del cuarto puesto en 2005. A la Selecci¨®n se le hizo el ¨²ltimo partido largo, tremendo susto final incluido, porque a muchos de sus jugadores se les ha hecho el campeonato largo. No a los Gasol: 51 puntos bien alimentados por Sergio Rodr¨ªguez. Antes del torneo dijimos que este era un equipo que empezaba en los bases y acababa en los Gasol. Y as¨ª fue, finalmente. Con Ricky desdibujado y el tiro exterior en el limbo (10/40 en triples en los dos ¨²ltimos partidos), Espa?a fue el eje Sergio-hermanos Gasol, con Pau jugando sus mejores minutos desde el aterrizaje en Estambul justo cuando Rusia hab¨ªa convertido el 45-28 del descanso en un 78-76. En fin, un bronce que hay que dar por bueno despu¨¦s de todos los problemas de confecci¨®n y de lo lejos que pareci¨® Eslovenia en semifinales. Alg¨²n d¨ªa, los bronces que hoy no parecen gran cosa volver¨¢n a ser caza mayor. Bronce para un equipo de oro.
Bronce para Navarro, la d¨¦cima medalla con la Selecci¨®n (las mismas que Felipe, una menos que Pau): diez en diecis¨¦is grandes competiciones. Diez desde su estreno en los Juegos de 2000, el inicio de la revoluci¨®n que cambi¨® el baloncesto espa?ol para siempre. Un adi¨®s en el momento oportuno, con dos puntos en los tres ¨²ltimos partidos y 3,7 de media en el campeonato. Seis a?os despu¨¦s de los 18,7 de Lituania 2011, cuando fue MVP. En junio cumpli¨® 37 a?os y la pasada temporada solo jug¨® 34 de los 69 partidos oficiales del Barcelona.
Ahora que se va, que ya se ha ido, queda atr¨¢s el debate (en los ¨²ltimos tiempos leg¨ªtimo) sobre su presencia en el equipo y permanece la leyenda, el jugador ¨²nico, el curr¨ªculum interminable. El talento que nos ha tenido casi dos d¨¦cadas pegados al televisor para ver qu¨¦ pasaba. Porque siempre que jugaba ¨¦l, pasaba algo. Y vuelvo a 2011, a aquel trance en los cruces: 26 puntos a Eslovenia en cuartos, 27 a Francia en la final y, dos d¨ªas antes, 35 sobre una Macedonia aterida con r¨¦cord hist¨®rico del torneo en un cuarto: 19 puntos. El anarquista magn¨¦tico, el anotador bohemio, el competidor voraz disfrazado de artista callejero; El promotor de las bombas, la alegr¨ªa de jugar al baloncesto y la semilla de un equipo legendario.
Es uno de los cinco jugadores, de toda la historia del baloncesto, que ha disputado cinco Juegos Ol¨ªmpicos. Ha ganado todo, ha metido todas las canastas que se nos ocurran (y casi todas las que nunca se nos habr¨ªan ocurrido), y ha firmado imposibles con la cara con la que los dem¨¢s nos levantamos de la cama. No le caben en casa las medallas y las copas, pero su gran legado ser¨¢, finalmente, que todo el mundo tendr¨¢ una historia de Navarro. Un recuerdo. Un momento que le dej¨® marcado. O boquiabierto. O con una sonrisa de oreja a oreja: la alegr¨ªa de jugar al baloncesto.