Arenas, a Crittenton: "?Juegas con armas? Yo tambi¨¦n..."
Caron Butler, ahora en Sacramento Kings, narra uno de los episodios recientes m¨¢s oscuros de la NBA en su libro 'Tuff Juice: My Journey from the Streets to the NBA'.

La historia era conocida: compa?eros de equipo en Washington, armas de fuego y un vestuario incontrolable. Pintaba mal. Pero este nuevo relato de los hechos resuelve todas las dudas que se tuvieron sobre lo ocurrido en su d¨ªa, un cuento oscuro de la NBA que Caron Butler, ahora jugador de los Sacramento Kings, saca a la luz en su libro?'Tuff Juice: My Journey from the Streets to the NBA' y que adelant¨® el Washington Post. Ag¨¢rrense fuerte.?Diciembre de 2009.
"En el vuelo que nos llevaba a casa tras perder la noche anterior en Phoenix, Gilbert Arenas, Javaris Crittenton y muchos otros se vieron envueltos en una partida de cartas de alta temperatura. Gilbert era un tipo con mucha influencia en el equipo, pero Javaris no estaba de acuerdo con su manera de hacer las cosas. Estaban uno enfrente del otro con una mesilla plegable del avi¨®n entre ambos. Yo estaba sentado a su lado, medio dormido cuando el avi¨®n empezaba su descenso hacia DC.
Abr¨ª los ojos cuando escuch¨¦ a Javaris decir, "Vuelve a poner el dinero en la mesa. Ponlo en la puta mesa". "No lo voy a poner", contest¨® Gilbert. "Cons¨ªguelo como Tyson consigui¨® el t¨ªtulo. Peleando. Si no, no vas a volver a ver tu puto dinero".
Cuando Gilbert se medi¨® el dinero en el bolsillo, Javaris se abalanz¨® sobre ¨¦l. Antawn Jamison, que estaba sentado al otro lado del pasillo del avi¨®n, se levant¨® y volvi¨® a sentar a Javaris, agarr¨¢ndolo con todas sus fuerzas mientras le dec¨ªa que se calmase.
Entonces me levant¨¦ y grit¨¦, "?Oye, callaros todos ya! ?Cu¨¢nto hab¨ªa en la mesa?" Hab¨ªa 1.100 d¨®lares. "No deber¨ªa costarte pagarle lo que le debes", le dije a Gilbert. "Todos cobramos bien, as¨ª que p¨¢gale". Un hombre que ya cobraba m¨¢s de 14 millones anuales no deber¨ªa estar discutiendo as¨ª por 1.100 d¨®lares. No recibi¨® el mensaje. Los dos siguieron discutiendo mientras nos abroch¨¢bamos los cinturones para aterrizar.
Ya en el autob¨²s que nos recogi¨® dentro del aeropuerto para llevarnos a nuestros coches, segu¨ªan igual.?Ernie Grunfeld, presidente del equipo, se me acerc¨® y me dijo, "Habla con ellos". "Lo he hecho", le dije. "Pero siguen discutiendo".
Todos pod¨ªan o¨ªr a Gilbert y a Javaris discutiendo mientras volv¨ªamos. "Ver¨¦ tu puta cara en el entrenamiento y ya sabes lo que har¨¦", dijo Gilbert. "?Qu¨¦ co?o dices?, contest¨® Javaris. "Yo juego con armas". "Bien, porque yo tambi¨¦n juego con armas".
Ten¨ªamos libre el d¨ªa siguiente, pero el 21 de diciembre el entrenamiento empezaba a las 10 en punto, por lo que todos fuimos un poco antes. Cuando entr¨¦ en el vestuario, cre¨ª que me hab¨ªa trasportado, de alguna manera, a mis d¨ªas en las calles de Racine. Gilbert estaba de pie delante de sus dos taquillas, las mismas que antes hab¨ªa utilizado Michael Jordan, ense?ando cuatro armas que ten¨ªa dentro. Javaris estaba de pie enfrente de su propia taquilla d¨¢ndole la espalda a Gilbert.
"?Eh, hijo de puta, ven y coge una", le dijo Gilbert a Javaris se?alando las armas. "Te voy a disparar con una de estas".?
"Oh, no. No necesitas dispararme con una de esas" dijo Javaris, d¨¢ndose la vuelta lentamente como si estuviera en una pel¨ªcula del Oeste. "Tengo una justo aqu¨ª". Sac¨® su propia pistola, cargada y preparada para disparar, y apunt¨® a Gilbert.
Otros jugadores, que hab¨ªan ido llegando ri¨¦ndose y haciendo bromas entre ellos, alucinaron. Solo les cost¨® unos segundos darse cuenta de que aquello era real, toda una pelea. Se miraron unos a otros y corrieron, el ¨²ltimo cerrando la puerta tras ¨¦l. A m¨ª no me entr¨® el p¨¢nico porque hab¨ªa estado en situaciones mucho peores, hab¨ªa escuchado tiros m¨¢s veces de las que pod¨ªa contar: lo hab¨ªa visto todo. Esto solo habr¨ªa sido un d¨ªa m¨¢s.
Habl¨¦ tranquilamente a Javaris, record¨¢ndole que toda su carrera, por no mencionar, quiz¨¢s, su vida, se acabar¨ªa si decid¨ªa apretar ese gatillo. Mir¨¦ a Gilbert. Permaneci¨® callado mientras sal¨ªa de la habitaci¨®n. javaris baj¨® poco a poco el arma. S¨¦ que Gilbert estaba pensando, "He ido demasiado lejos. He tenido un arma cargada apunt¨¢ndome".
Alguien llam¨® al 911. Flip Saunders era el entrenador por aquel entonces, pero estaba demasiado asustado como para bajar al vestuario. Ya sab¨ªa que lo que hab¨ªa ocurrido nos afectar¨ªa a todos. Sab¨ªa que ¨¦ste era el final de la franquicia de Washington tal y como la conoc¨ªamos. Sin Mr. Pollin, un nuevo orden entrando, y la imagen del equipo quebrantada por unas pistolas que ni siquiera fueron disparadas. Era el momento de deshacer los Wizards, limpiar del todo la plantilla y empezar de cero.
Grunfeld me avis¨® de que iba a pasar. "Puede que tengamos que traspasar a todo el mundo", me dijo. "Reconstruir desde cero y mirar al futuro". Todo lo que dije fue, "Vale" ?Qu¨¦ m¨¢s pod¨ªa decir?"
Pelos de punta.